Es
una de las reuniones más extrañas que imaginarse uno pueda entre líderes
mundiales, usando esa acepción con mucha generosidad. Nunca en la historia se
ha dado un encuentro entre los mandatarios de EEUU y Corea del Norte. Cuando se
anunció esta cumbre hubo incredulidad y risas, que fueron sustituidas poco a
poco por la gravedad del tema de fondo. Hace menos de un mes la cumbre
peligraba por los mensajes cruzados de ambas diplomacias y, finalmente, ha
tenido lugar esta madrugada, hora nuestra, en Singapur, demostrando nuevamente
que el centro del mundo se está desplazando hacia Asia. A los europeos ya no
nos hacen caso ni como peligro.
La
imagen de Trump y Kim sonrientes es de lo más exótica, y sinceramente se me
hace difícil de analizar. Juntar a esos dos sujetos uno frente al otro es
arriesgarse a una especie de ruleta rusa en la que en cualquier momento uno de
ellos puede saltar iracundo y mandar todo a la porra. Ambos poseen un
comportamiento poco predecible, basado en rabietas personales, no se dejan
aconsejar por nadie y creen mandar el mundo en su integridad, siendo esto
último cierto en el caso del norcoreano, dado que su país es una prisión y sus
habitantes viven separados del mundo. Se me escapa, para que vean hasta qué
punto estoy perdido en esta cumbre, el motivo de la misma, dado que Corea del
Norte no tiene aliciente alguno para eliminar su programa nuclear. Es más, la
existencia del mismo es lo que le ha permitido meter tanto miedo al mundo como
para que Trump y los demás le hagamos caso. Si renuncia a esa arma perderá el
seguro que le mantiene aferrado al poder absoluto, y su régimen puede caer.
¿Tanta inversión y esfuerzo en desarrollo nuclear para ofrecer el
desmantelamiento a cambio de nada? Busca Corea del Norte la garantía
internacional de la pervivencia de su régimen a cambio de la renuncia al arma,
y se encuentra el dictador en frente a un sujeto, Trump, al que nada le importa
que la dictadura norcoreana se mantenga o no, y menos aún los derechos humanos,
pero que se caracteriza por su voluble comportamiento y su falta de compromiso.
La palabra de Trump no vale mucho, y sus tuits muestran a un sujeto inestable,
volátil, airado y que cambia de criterio en cada pausa publicitaria de los
debates basura que ve en su habitación. ¿Se fía Kim de lo que le pueda prometer
Trump? Si el norcoreano ha seguido la actualidad de estos días se habrá dado
cuenta de hasta qué punto la cumbre canadiense del G7 ha sido un fiasco por
culpa de Trump, y la forma con la que el presidente norteamericano ha tratado
al resto de socios occidentales. De alguien que se dedica a insultar a los
presuntos aliados, que firma un compromiso de mínimos acordado por todos y que,
a los pocos minutos, ya subido en el avión presidencial, lejos de la cumbre, se
carga ese acurdo con unos tuits, lo último que se puede esperar es fiabilidad y
respeto a la palabra dada. Los iraníes ya tienen la experiencia de lo que es
que Trump se salte acuerdos multilaterales, por lo que las expectativas que
pueda tener el dictador norcoreano en su encuentro pueden estar bien poco
fundadas. Si el sátrapa de Pyongyang buscaba una foto, un reconocimiento
internacional a su obsceno régimen y una presencia global, eso lo ha logrado
con creces. A partir de ahí, todo son incógnitas. ¿Se acabará firmando un
tratado de paz entre las dos Coreas, que técnicamente siguen en guerra desde
los años 50? ¿Reducirá EEUU su presencia militar en el Pacífico y el apoyo a
sus aliados tradicionales, Corea del Sur y Japón? ¿Cuál es el papel de China en
este encuentro? ¿Cede EEUU el liderazgo regional a Beijing y se desentiende de
la zona? ¿Alguien se cree las promesas de Trump?
Dice
el presidente norteamericano, en su habitual y grandilocuente lenguaje, que la
reunión ha ido mejor de lo imaginable, lo que es avalar con un éxito una
iniciativa personal suya que podría ser un enorme fracaso y ridículo global de
salir mal. Consejo, créanse poco las declaraciones de ambas partes, esperemos a
ver qué queda tras disiparse el humo de los fuegos de artificio y tengan en
mente que, si el norcoreano va en serio, desmantelar un programa nuclear activo
con, se estima, de veinte a cuarenta cabezas nucleares e incontables
componentes y fábricas asociadas supone un reto de años y años para el que
apenas hay experiencia. Eso sí, sería de coña (o no, que diría Rajoy) que Trump
al final se llevase mejor con este apestoso dictador que con los líderes de las
democracias occidentales.
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