Cuando
uno toma medidas debe analizar hasta qué punto controla sus consecuencias, no
vaya a ser que sea perjudicado por ellas. Muchas veces este análisis es
imposible en su totalidad, pero otras es sencillo, y por eso es disculpable
cometer errores en el primero de los casos y carece de excusas el segundo. Una
guerra comercial es uno de estos segundos supuestos, dado que pese a la
complejidad de todas las cuestiones relacionadas con el comercio, no hace falta
ser un genio para darse cuenta de que hacerse daño unos a otros también provoca
lesiones a uno mismo, y que es un mal negocio conjunto. ¿Entender algo así es
pedir mucho a Trump? Eso parece.
Ayer
mismo Harley Davidson anunció que traslada parte de su producción fuera de EEUU
para escapar de las sanciones comerciales que ha impuesto la UE como respuesta
a las medidas proteccionistas de Tump. Pocas marcas son tan asociadas a la
cultura norteamericana como las Harley, que no son las mejores motos se mire el
parámetro que se mire, pero que ofrecen una imagen de marca asociada al
espíritu libre ya cierto macarrismo de edad que ha seducido a generaciones
desde hace muchísimos años. Las Harley se producen en unos EEUU que han visto
como la industria nacional ha ido perdiendo peso a favor de los servicios, y
cómo muchas de sus fábricas son ahora ruinas o, en todo caso, un pálido reflejo
de lo que fueron hace décadas. Muchos de los antiguos trabajadores fabriles,
que ahora ocupan lo que se llama el “rust belt” o cinturón del óxido, por el
estado en el que se encuentran muchas de esas industrias, son el principal
grueso de votantes que lograron llevar a Trump a la presidencia.
Desmoralizados, mayores, creyendo haber vivido lo mejor de su vida y asistiendo
con tristeza a la decadencia de lo que fueron sus empleos y paisajes,
escucharon los cantos de sirena de un Trump que les mintió miserablemente, sí,
pero que al menos les habló, fue a ellos, cosa que no ha hecho ningún otro. Y
le votaron. Dentro de su extraño imaginario mental, Trump también ve el pasado
como una época dorada, añora esos ochenta de industrias desaforadas, como la
acería de Springfield que aparecía en varios capítulos de los Simpson (serie que
seguro no soporta) y cree que esos negocios que se fueron pueden volver por la
mera imposición de aranceles a la importación. Es un enorme error, es no
entender nada sobre cómo funciona la economía global y es hacer daño a un
sistema internacional que permite, entre otras cosas, que EEUU sobreviva a
pesar de su descomunal déficit exterior. Levantar aranceles lleva a una guerra
de contramedidas que suele acabar en un nuevo equilibrio en el que todas las
partes están mucho peor que al principio. Todas ellas se han puesto barreras,
encarecido los intercambios y han salido perdiendo, pero no quieren admitirlo. Desmontar
una escalada de tarifas e impuestos a la exportación e importación es mucho más
lento y complicado que levantarlas, y sus beneficiosos efectos tardan más en surgir
que los daños creados de forma rapidísima al instaurarlas. Por eso creo que el
mal que Trump ya ha sembrado en el comercio internacional puede ser más
duradero que su presidencia, dure esta lo que dure, porque el recelo y la
desconfianza ya se ha instalado en lo que antes eran socios y amigos. Y sí,
todos vamos a salir perdiendo con este juego. Como sucede con el Brexit en la
escala europea, no hay solución buena ante rupturas unilaterales, sólo escenarios
malos o peores, en los que las pérdidas serán muchas o pocas, pero serán.
De
momento las medidas de Trump vana a crear una nueva ruina industrial en el
corazón de EEUU, y alguna de las plantas de Harley cerrará, tratando de salvar
la marca, que bastante dañada está en una época de millenials que no se sienten
parte de la cultura de “Easy rider” y de los motores eléctricos. ¿Cuántos
empleos se perderán por este cierre? Es imposible saberlo, quizás no muchos,
menos a buen seguro de los que en California crea la tecnología al mismo
tiempo, pero sean los que sean, ahondarán la herida en la regiones industriales
ya decadentes. Y esos nuevos parados, ya propiamente de Trump, seguro que se
sienten plenamente estafados por todos, y no entienden nada. Triste panorama
el que les espera, y a nosotros como esto vaya a más.
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