martes, junio 26, 2018

Las Harley ya sufren la guerra comercial


Cuando uno toma medidas debe analizar hasta qué punto controla sus consecuencias, no vaya a ser que sea perjudicado por ellas. Muchas veces este análisis es imposible en su totalidad, pero otras es sencillo, y por eso es disculpable cometer errores en el primero de los casos y carece de excusas el segundo. Una guerra comercial es uno de estos segundos supuestos, dado que pese a la complejidad de todas las cuestiones relacionadas con el comercio, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que hacerse daño unos a otros también provoca lesiones a uno mismo, y que es un mal negocio conjunto. ¿Entender algo así es pedir mucho a Trump? Eso parece.

Ayer mismo Harley Davidson anunció que traslada parte de su producción fuera de EEUU para escapar de las sanciones comerciales que ha impuesto la UE como respuesta a las medidas proteccionistas de Tump. Pocas marcas son tan asociadas a la cultura norteamericana como las Harley, que no son las mejores motos se mire el parámetro que se mire, pero que ofrecen una imagen de marca asociada al espíritu libre ya cierto macarrismo de edad que ha seducido a generaciones desde hace muchísimos años. Las Harley se producen en unos EEUU que han visto como la industria nacional ha ido perdiendo peso a favor de los servicios, y cómo muchas de sus fábricas son ahora ruinas o, en todo caso, un pálido reflejo de lo que fueron hace décadas. Muchos de los antiguos trabajadores fabriles, que ahora ocupan lo que se llama el “rust belt” o cinturón del óxido, por el estado en el que se encuentran muchas de esas industrias, son el principal grueso de votantes que lograron llevar a Trump a la presidencia. Desmoralizados, mayores, creyendo haber vivido lo mejor de su vida y asistiendo con tristeza a la decadencia de lo que fueron sus empleos y paisajes, escucharon los cantos de sirena de un Trump que les mintió miserablemente, sí, pero que al menos les habló, fue a ellos, cosa que no ha hecho ningún otro. Y le votaron. Dentro de su extraño imaginario mental, Trump también ve el pasado como una época dorada, añora esos ochenta de industrias desaforadas, como la acería de Springfield que aparecía en varios capítulos de los Simpson (serie que seguro no soporta) y cree que esos negocios que se fueron pueden volver por la mera imposición de aranceles a la importación. Es un enorme error, es no entender nada sobre cómo funciona la economía global y es hacer daño a un sistema internacional que permite, entre otras cosas, que EEUU sobreviva a pesar de su descomunal déficit exterior. Levantar aranceles lleva a una guerra de contramedidas que suele acabar en un nuevo equilibrio en el que todas las partes están mucho peor que al principio. Todas ellas se han puesto barreras, encarecido los intercambios y han salido perdiendo, pero no quieren admitirlo. Desmontar una escalada de tarifas e impuestos a la exportación e importación es mucho más lento y complicado que levantarlas, y sus beneficiosos efectos tardan más en surgir que los daños creados de forma rapidísima al instaurarlas. Por eso creo que el mal que Trump ya ha sembrado en el comercio internacional puede ser más duradero que su presidencia, dure esta lo que dure, porque el recelo y la desconfianza ya se ha instalado en lo que antes eran socios y amigos. Y sí, todos vamos a salir perdiendo con este juego. Como sucede con el Brexit en la escala europea, no hay solución buena ante rupturas unilaterales, sólo escenarios malos o peores, en los que las pérdidas serán muchas o pocas, pero serán.

De momento las medidas de Trump vana a crear una nueva ruina industrial en el corazón de EEUU, y alguna de las plantas de Harley cerrará, tratando de salvar la marca, que bastante dañada está en una época de millenials que no se sienten parte de la cultura de “Easy rider” y de los motores eléctricos. ¿Cuántos empleos se perderán por este cierre? Es imposible saberlo, quizás no muchos, menos a buen seguro de los que en California crea la tecnología al mismo tiempo, pero sean los que sean, ahondarán la herida en la regiones industriales ya decadentes. Y esos nuevos parados, ya propiamente de Trump, seguro que se sienten plenamente estafados por todos, y no entienden nada. Triste panorama el que les espera, y a nosotros como esto vaya a más.

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