Es
un peligro jugar con las imágenes de uno en este país, tan aficionado a los
memes y chistes de todo tipo. La viralidad se busca hoy de cualquier manera y a
veces pude salir mal, aunque siempre están los que tiran de ese dicho que dice
que lo mejor es que hablen de uno aunque sea mal, que no hay nada peor que ser
ignorado. La presidencia de Pedro Sánchez, por lo que vemos, va a estar
condicionada por la imagen, su uso y gestión, y eso, sea bueno o malo, es algo
a lo que nos vamos a tener que acostumbrar, y más viniendo de las antípodas
comunicativas, que han sido los años de Rajoy.
Las
escenas de Sánchez corriendo en Moncloa no tienen nada de originales, aunque se
les ha dado más bombo de lo habitual por ser las primeras de este presidente en
su nuevo entorno. Hemos visto a los anteriores presidentes practicando deporte
en ese y otros entornos y no hay nada nuevo en este caso (eso sí, por favor,
usen corredor en vez de la gilipollez esa de runner). Las
primeras polémicas y disputas en internet se han dado con la imagen de Sánchez
en el avión rumbo a la cumbre de Bruselas, y su buscada pose con gafas de sol.
A mi la escena no me dice mucha cosa, más allá de la relativa incongruencia de
querer ver unos documentos con unas gafas de sol puestas, pero quien hizo la
imagen y la distribuyó buscaba el efecto de la notoriedad, de señalar al
presidente como un líder atractivo y moderno, de ensalzar su imagen y de
aprovecharse de ella. ¿Lo ha conseguido? Discutirán mucho al respecto los
expertos, pero sí ha logrado que se hable de él, por lo que el impacto se ha
conseguido, a falta de saber la dimensión y, sobre todo, sentido del mismo.
Sánchez es joven, atractivo y da una imagen muy buena. Lo sabe, y sus asesores
lo van a explotar hasta el infinito, y es lógico que lo hagan. Vamos a asistir
a la creación de una imagen de poder asociada al cargo con un candidato
presidente que es una perita en dulce para los que se dedican a estos temas,
tanto por la planta que posee como por su disposición a ello. ¿Es esto algo
extravagante? No, nada de eso. Está plenamente inventado, primero en EEYY, para
variar, y luego en el resto del mundo. La gestión de la imagen presidencial es
un arte que trata de sacar todo el partido posible de la figura del presidente
y de su actividad diaria, dar la sensación de constante actividad y de estar
pegado a la realidad, y de paso encumbrar el liderazgo. Lo que sucede es que en
España venimos de unos años de presidencia en los que, de manera anormal, se ha
actuado justo a la contra de este principio. Rajoy ofrecía una imagen seria, de
señor mayor y algo demodé, por decirlo de una manera. Y aborrecía todo lo relacionado
con la imagen y su gestión. Huía de los focos, literalmente, y se exponía lo justo
y nada más. En este sentido su comportamiento mediático era extraño justo por
lo contrario de lo que se le empieza a acusar a Sánchez. Parecía querer
esconderse, ocultarse tras la gestión. Y eso, como la sobreexposición, es un
error. Se puede jugar la baza de la gestión rigurosa y seria junto a la imagen anodina
de tal manera que se pueda sacar partido a ambas, y quizás el mejor ejemplo sea
Merkel. Sus trajes clónicos y su gesto de manos abiertas unidas por el pulgar y
un dedo sobre el vientre se han convertido en auténtica imagen de marca. Merkel
se ha sobreexpuesto mediáticamente por el poder que detenta y por la actividad
que desarrolla, pero no ha cultivado una imagen de estadista, sino de eficiente
y gris trabajadora. Y su “marca” se ha consolidado. ¿Pudo Rajoy haber hecho
algo similar? Sí, pero parece que él y su entorno se negaron a ello en redondo,
y durante años hemos vivido en el mundo de la opacidad.
Por
eso ahora el contraste con la actitud mediática de Sánchez parece tan enorme
como lo es realmente. De todas maneras, deben tener muy claro Sánchez y los
suyos que el abuso de imágenes se queda en nada si no hay detrás una gestión
solvente. Es un puntal importante, pero no es capaz de cubrir errores de bulto.
Corre el riesgo Sánchez de convertirse en Justin Trudeau II, primer ministro de
Canadá, devorado por su obsesión mediática que no está a la altura de sus
medidas de gobierno. Deberá encontrar el presidente su sitio entre el espectáculo
y la gestión, y tener
cuidado de que no se le vaya de las manos la propaganda, como sucedió ayer en
unas imágenes de “determinación” que eran más propias de una campaña de Mr
Wonderful que otra cosa.
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