Ayer
por la noche hora española, poco antes del inicio del Telediario, la
sonda Insight de la NASA logró aterrizar sobre la superficie de Marte tras más
de doscientos días de viaje, culminando una maniobra de unos siete minutos
en los que eran decenas, cientos, las cosas que podían salir mal. Esta misión
no lleva un rover, un vehículo, sino que es fija y tiene objetivos centrados en
el estudio de la geología marciana. Es la primera que va a taladrar la
superficie roja, hasta una profundidad de cinco metros, y lleva consigo dos
nanosatélites, cubesat en el argot, que le sirven para transmitir los datos a
la Tierra y que, desde ayer, orbitan Marte.
Aterrizar
en Marte, o amartizar si lo prefieren, es una de las cosas más complejas que
imaginarse uno pueda, y más de una vez el intento se ha saldado con un fracaso
estrepitoso en forma de estrellato contra la superficie. Sin ir más lejos ese
fue el destino de la última misión europea. Tocar la superficie de cuerpos
pequeños, con escasa gravedad y carentes de atmósfera es algo relativamente
sencillo y de lo que tenemos experiencia desde, sin ir más lejos, la llegada a
la Luna, pero los planetas grandes que poseen atmósfera y gravedad son otra
cosa muy distinta. Tres son los problemas fundamentales que debemos vencer. El
primero es lograr que la sonda o el objeto que va a aterrizar penetre en la
atmósfera a la velocidad y ángulo adecuado para que no rebote contra ella, como
lo hacen las piedras con las que a veces jugamos en el río. En función de la
velocidad de llegada y el tipo y densidad de la atmósfera el ataque será
distinto. Una vez superado eso el objeto debe atravesar una atmósfera que le va
a ofrecer resistencia y freno, a cambio de calentarlo muchísimo, por lo que hay
que llevar un escudo protector, que evite que la sonda se achicharre. El escudo
pesa y se debe portar desde el inicio, y debe tener dimensión suficiente como
para cubrir la sonda, por lo que a mayor tamaño del envío, más escudo, con más
coste, peso y todo lo que imaginen. Una vez superado esto con éxito queda tacar
suelo. Este último paso es, curioso, más sencillo en la Tierra, porque la
atmósfera es densa y los paracaídas ofrecen una alta capacidad de frenado.
Hemos visto varias veces como resulta brusco, pero efectivo, que las sondas
tripuladas de los Soyuz, que traen de vuelta a los astronautas del espacio, se
peguen un pequeño golpe en la estepa kazaja bajo la cúpula de varios
paracaídas. Pero en Marte esto no es posible, porque la atmósfera es muy poco
densa. Los suficiente para freír en la entrada, pero incapaz de servir para que
un paracaídas frene. Las sondas marcianas pueden alcanzar la zona alta de la
atmósfera a velocidades del orden de doscientos kilómetros por hora, ¿Cómo se
frena eso? Lo más socorrido es lo que ha usado esta vez Insight, que es un
sistema de retrocohetes instalado en la base de la sonda, que quedan al aire
una vez que el escudo protector de la reentrada es desechado, y que frenan al
objeto para otorgarle un aterrizajes suave. En sondas más pequeñas se han usado
otras técnicas, como los balones inflables tipo airbag que protegieron al Pathfinder,
o el Skycrane, sistema puntero de cohetes y cables que permitido aterrizar a
Curiosity, el último rover. Nuevamente, cuando más pesado es el envío que llega
a Marte más fuerza hace falta para frenarlo y todo se complica. Y todo esto que
estamos contando, todas estas fases, se realizan a minutos luz de la Tierra, de
entre ocho a quince en función de las órbitas relativas de ambos mundos, por lo
que no pueden ser teledirigidos desde aquí. Hay que diseñar una secuencia automática
de aterrizaje que lea los parámetros de los instrumentos de la sonda y que, en
función de lo que registre, vaya cumpliendo los pasos hasta tocar suelo, todo
de manera programada. Eso implica que si al llegar a Marte hay algo que no está
previsto y sucede, todo puede irse al traste. Como ven, riesgo extremo.
Esta
vez se han superado todos esos problemas y la toma de tierra ha sido correcta,
como lo muestra la primera imagen tomada por la cámara de la sonda, aún llena
de polvo y suciedad, que entre otras cosas indica que los sistemas y
comunicaciones de la nave funcionan. Ahora toca desplegar el instrumental científico
y comenzar la misión sobre el terreno, que busca, sobre todo, conocer la geología
del planeta, si existen restos de sismología en él y, con ellos, saber cuál es
la composición y estructura interna de Marte. El taladro perforante ayudará,
por primera vez, a saber qué hay bajo la superficie. La misión tiene prevista
una duración de algo más de un año terrestre, y a buen seguro nos deja
titulares interesantes y muchísima y muy valiosa información.
No hay comentarios:
Publicar un comentario