lunes, noviembre 05, 2018

Sánchez se vende por un presupuesto


“Mi reino por un caballo” gritaba, por boca y letra de Shakespeare, Ricardo III en los campos de la batalla de Bosworth mientras sus tropas eran derrotadas en la que sería la última batalla de la guerra de las rosas. El rey muere en combate y con él se acaba la dinastía Plantagenet. En su desesperación Ricardo III promete todo lo posible y lo imposible para recabar ayuda, miente a los que le rodean para conseguir apoyos y vende como victoria futura lo que ya es una presente derrota. El texto de la obra os conmovedor, pero no esconde la vileza de lo que allí sucedió ni perdona al personaje real ninguna de sus culpas y males. Su cadáver, encontrado hace pocos años en bajo un aparcamiento en Leicester, devolvió a la actualidad el drama y aquellas historias.

Algo parecido hizo Pedro Sánchez la semana pasada al modificar las conclusiones de la abogacía del estado en las peticiones de delito de los encausados por la intentona golpista catalana del año pasado. Forzando a la abogacía a discrepar de la fiscalía y rebajar la condena, eludiendo el delito de rebelión, quería ofrecer un gesto a los independentistas a cambio de que estos apoyasen el proyecto de presupuestos. Que ese gesto abra la puerta a que la futura sentencia del Supremo al respecto pueda ser recurrida en el caso de condena por rebelión y que la imagen de las euroórdenes españolas dictadas en el extranjero, y rechazadas, hayan sido vapuleadas por el propio ejecutivo poco le importa. Sánchez ofrece un reino que no es suyo a cambio de un caballo presupuestario que bien poco vale, salvo el tiempo comprado en el ejercicio del poder, que es lo que más ansía todo gobernante. La decisión del viernes conllevó dos escenas de lo más ridículas, que dejan la imagen del gobierno a la altura de la nada. En una de ellas Carmen Calvo, vicepresidenta, ante la evidencia de que hace seis meses, seis, Sánchez defendía el delito de rebelión, argumentó que Sánchez, como presidente, nunca ha dicho eso, dejando el concepto de “hechos alternativos” fabricado por las huestes de la actual Casa Blanca asimilado a profundas verdades. Ante un renuncio de tal calibre lo mejor que podía haber hecho Calvo era eludir la pregunta y contestar con otra cosa, pero cometió la imprudencia de pretender engañar a la ciudadanía mucho más allá de lo que resulta posible. Ya se sabe, todos los días nos cuelan mentiras en todas partes, pero nunca tan exageradas que parezcan tomaduras de pelo. El segundo momento bochornoso lo protagonizo la Ministra de Justicia, Dolores Delgado, que debiera reunirse con Cospedal para dimitir ambas a la vez y buscar, de manera secreta, la manera de vengarse de Villarejo. Afirmó Delgado que la decisión de la abogacía del Estado había correspondido en exclusiva a criterios técnico jurídicos, sin presión alguna por parte de instancias políticas. Nadie la creyó cunado lo contaba, y aún así reiteraba el argumento en medio de la soledad. Al día siguiente, una clarificadora editorial de El País, la desmentía de manera definitiva, afirmando que “Los cambios de criterio de la Abogacía del Estado responden a una decisión política, y es en tanto que tal como debe ser juzgada” incidiendo en que esto no era sino un gran gesto que el gobierno mandaba a los independentistas, y que no debía ser considerado insuficiente por ellos. ¿Alguna rectificación de la ministra de justicia? No que conste, aunque quizás ha llamado este fin de semana a Villarejo para pedirle ayuda, o a Cospedal para encontrar consuelo. En efecto, como señala el editorialista, el gesto es grande, y abre una puerta a recursos posteriores a una sentencia del Supremo, el único que puede decir si estamos ante rebelión, sedición o cualquier otra figura jurídica, otorgando a los encausados una baza de primera división.

¿Y cuál ha sido la respuesta de los independentistas ante este comportamiento, inadmisible, del gobierno? El desprecio más absoluto, el ninguneo, la pataleta y, de momento, la negativa a apoyar los presupuestos, lo que pone al gobierno de Sánchez en la picota y a la legislatura en un brete. ¿Qué ha cosechado Sánchez con esta manipulación de la fiscalía? Nada. Baldío derroche de institucionalidad para nada. Tras el acuerdo de Munich, vendido como solución ante el creciente riesgo de guerra con los nazis, Churchill le dijo a Chamberlain: "Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra". Pues algo así es lo cosechado por el gobierno. Creía yo que Iván Redondo, el gran asesor de Sánchez, sabría que iba a pasar esto. La verdad, me lo imaginaba bastante más listo.

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