Cada
dos años, desde hace siglos, el primer martes después del primer lunes de
noviembre se celebran elecciones en EEUU, lo que entre otras cosas demuestra
hasta qué punto está arraigada la democracia en aquella nación y lo ridículas
que suenan nuestras críticas, de recién llegados a este virtuoso sistema, a los
que llevan ejerciéndolo desde mucho antes de que nacieran nuestros abuelos. En
cada elección se renueva la totalidad de la Cámara de Representantes, más de
cuatrocientos escaños, escogidos en proporción a la población, y un tercio del
Senado, que consta de dos miembros por cada uno de los cincuenta estados. Y
elección sí elección no, se escoge presiente de los EEUU.
Las
elecciones que no escogen presidente, como las de hoy, se conocen como las “mid
term” de medio mandato, y suelen ser un test para ver cómo son acogidas por la
población las políticas presidenciales. Habitualmente movilizan mucho menos
lectorado que en las presidenciales y eso hace que no sean frecuentes
movimientos bruscos de voto. ¿Va a ser esto así en esta ocasión? Muchos signos
indican que no. La presencia de Trump lo cambia y condiciona todo, y esta es la
primera ocasión en la que la parte de la sociedad que se opone a sus políticas,
por llamarlas de alguna manera, se puede expresar en las urnas. Sabemos que se
ha producido una movilización mucho más alta que en ocasiones anteriores, y hay
constancia de ello porque en EEUU es obligatorio el registro previo para poder
votar, registro que requiere un acto expreso del votante (aquí por defecto ese
registro lo realiza el INE y todos somos votantes potenciales). Se asocia esa
mayor inscripción a que colectivos de votantes que en las elecciones de hace
dos años se quedaron en casa, y en cierto modo permitieron la victoria de
Trump, esta vez no lo van a hacer y se molestarán en ir a su colegio y meter su
papeleta. El supuesto de que esto sea así puede ser cierto o no, y eso
condiciona todos los análisis previos que se están haciendo desde este lado del
Atlántico. El deseo de que pierda Trump es elevado en muchos, también en mi,
pero no debemos confundir deseos con realidades, porque ese el camino más rápido
al error. Hace dos años ¿cuántos apostaban por la victoria del magnate? Muy
pocos, y acabó sucediendo. Los periodistas y politólogos se convirtieron, de repente,
en los nuevos economistas, expertos que fracasaban estrepitosamente en sus
predicciones de futuro pero que luego eran grandiosos a la hora de encontrar
razonamientos que justificasen lo que había sucedido, razonamientos que no
fueron capaces de ver antes de la jornada electoral. Las apuestas para el día
de hoy señalan como muy probable la victoria demócrata en la Cámara de
Representantes y que los republicanos mantendrán el Senado. Que con las polémicas,
salvajadas y demás acciones que desarrolla Trump cada día desde su despacho
oval su partido no sea claramente derrotado demuestra muchas cosas, pero sobre
todo una de ellas, la incapacidad de los demócratas para ejercer una línea de oposición
coherente y que arrastre voto. Obama se ha movilizado en estas últimas semanas de
campaña, creo que desesperado por lo que ve, pero sobre todo urgido a hacerlo
por la ausencia de una figura de referencia en su bando que sea aglutinante y levante
el voto. Como sucede también aquí, el mérito del gobernante lo es tanto como lo
sea el demérito del oponente, y ahora mismo Trump monopoliza la vida política
norteamericana, es la estrella absoluta, y en frente hay ruido, mucho ruido,
pero disperso. Si los resultados finales son los anticipados los demócratas
podrán bloquear algunas de las iniciativas presidenciales, y podrán tener
tiempo para pensar en cómo afrontar la elección presidencial de 2020, y sobre
todo, pensar con qué candidato hacerlo. Ahora mismo el liderazgo no existe en
sus filas, y eso en muestra de su división y de las corrientes que viven en
ellos. Y así difícilmente podrán volver al poder.
Junto
a las elecciones legislativas, en este martes electoral se renueva la jefatura
de muchos de los estados de la Unión, y en algunos casos también se pueden dar
vuelcos, aunque sean cambios que apenas lleguen a nuestros medios. El mundo de
los gobernadores de los estados es también una gran cantera de candidatos
presidenciales, y puede que de ahí surjan sorpresas que se materialicen a lo
largo de 2019. Y claro, también se votan numerosos refrendos locales de todo
tipo, en una jornada de votaciones que empezó hace mucho, porque ya son mayoría
los estados que permiten el voto anticipado. El resultado de lo que pase hoy es
muy importante, y quizás lo conozcamos antes que la decisión hipotecaria del
Supremo. Atentos a lo que pase.
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