martes, noviembre 13, 2018

Tres años desde Bataclán


Seguimos mirando a París y a amargos sucesos. Hoy se cumplen tres años de los atentados yihadistas que sacudieron la capital francesa y dejaron helado a medio mundo. Varios comandos asesinos atacaron las inmediaciones del estadio de Francia, donde se jugaba un partido de fútbol, algunos locales de ocio y, sobre todo, la sala de fiestas Bataclán, en la que se celebraba un concierto de rock que acabó convertido en una masacre. Cerca de ciento treinta muertos repartidos a lo largo de los escenarios del ataque resumen lo que allí pasó y dan una idea del horror vivido. No se si París ha vuelto a ser la que fue, pero la herida que supuso en su espíritu y población fue tan severa como profunda.

¿En qué estado estamos actualmente en la lucha contra el yihadismo terrorista? Es esta una pregunta peligrosa, porque no tengo información precisa al respecto y porque una de las maneras de responderse, el tiempo que llevamos sin atentados, puede ser falaz. El último gran ataque islamista que sufrió Europa tuvo lugar en Barcelona, en el verano del año pasado, así que vamos camino del año y medio sin hechos de este tipo. Ese dato es un indicador positivo, porque significa que, o bien los terroristas no han logrado crear planes operativos de ataque o estos, en desarrollo, han sido frustrados por las fuerzas de seguridad, produciendo en ambos casos la nada en la que nos encontramos, vendida nada. ¿Por qué es una impresión de seguridad que resulta falsa? Porque en la trastienda del día a día sigue la lucha constante entre la seguridad y el ánimo terrorista, y bien sabido es que basta que falle una de las piezas de seguridad para que el atentado pueda llevarse a cabo, y de nada sirven decenas de intentonas frustradas frente a una efectiva. Por ello, pese a que podamos tener la sensación de relajación, humanan, natural e inherente a este periodo de no actividad, debemos mantenernos alertas y prevenidos ante lo que pueda pasar. Uno de los miedos que tenían las fuerzas de seguridad a la hora de prevenir atentados en nuestras naciones era todo lo relacionado con la guerra de Siria, tanto el entrenamiento en tácticas de combate que allí se ha dado por parte de los que han viajado al conflicto como el retorno de los mismos, convertidos en personas muy distintas a las que eran cuando marcharon, y el mismo efecto propagandístico que la guerra en levante y el emblema de DAESH ejercía en las células locales, contuvieran o no componentes retornados. Se hablaba de miles de posibles retornados y, evidentemente, el riesgo que comportaban esas cifras se hacía inasumible. ¿Qué es lo que ha pasado finalmente? No está muy claro ni tengo cifras en la mano para decirlo, pero por lo que he leído por ahí me da la sensación de que la mayor parte de los supuestos retornados que se contabilizaban en su momento yacen ahora en las arenas del desierto sirio. La crueldad y extensión de la guerra siria ha destrozado a la mayor parte de fuerzas combatientes, que han sido laminadas por el ejército de Asad con el imprescindibles apoyo ruso. Uno de los grandes derrotados ha sido el propio DAESH. Privado de territorio, ciudades y población dominada, me da la impresión de que una de las órdenes de combate emitidas en su lucha ha sido la de no hacer demasiados prisioneros, en la idea de que un yihadista muerto deja de ser peligroso. Leo precisamente hoy la situación en la que se encuentran algunos centenares de yihadistas occidentales en Siria, retenidos allí en terreno reconquistado por las fuerzas del gobierno, que no son juzgados por los tribunales locales y que no vuelven a los países de origen porque esas naciones, las nuestras, así lo desean. Las cifras son considerables, pero aun así reducidas respecto a lo que uno pudiera esperar. Parece que Siria ya no será caladero de terroristas, al menos de manera tan masiva como lo fue en un principio y se llegó a temer.

Pero el yihadismo es una fuerza terrible, y que actúa en plazos largos, en dimensiones temporales que se escapan al cortoplacismo en el que vivimos los occidentales. Mientras Siria se estabiliza bajo el yugo de Asad, otras regiones como Afganistán o el Sahel vuelven a erupcionar con bandas yihadistas muy conocidas por todos (como los malditos talibanes) u otras de nuevo cuño, especialmente en África. ¿Surgirán de allí movimientos y combatientes que vuelvan a atentar contra nuestras ciudades? Pudiera ser, dado que ya pasó lo mismo en el pasado. Por lo tanto, como reiteraba antes, toca mantener alta la guardia, intensificar el trabajo de las fuerzas de seguridad y, en días como el de hoy, mirando a París y a otros lugares azotados por la barbarie islamistas (en Madrid hay tantos en los que poder fijarse, demasiados) recordar a las víctimas y a sus allegados.

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