Seguimos
mirando a París y a amargos sucesos. Hoy se cumplen tres años de los atentados
yihadistas que sacudieron la capital francesa y dejaron helado a medio mundo.
Varios comandos asesinos atacaron las inmediaciones del estadio de Francia,
donde se jugaba un partido de fútbol, algunos locales de ocio y, sobre todo, la
sala de fiestas Bataclán, en la que se celebraba un concierto de rock que acabó
convertido en una masacre. Cerca de ciento treinta muertos repartidos a lo
largo de los escenarios del ataque resumen lo que allí pasó y dan una idea del
horror vivido. No se si París ha vuelto a ser la que fue, pero la herida que
supuso en su espíritu y población fue tan severa como profunda.
¿En
qué estado estamos actualmente en la lucha contra el yihadismo terrorista? Es
esta una pregunta peligrosa, porque no tengo información precisa al respecto y
porque una de las maneras de responderse, el tiempo que llevamos sin atentados,
puede ser falaz. El último gran ataque islamista que sufrió Europa tuvo lugar
en Barcelona, en el verano del año pasado, así que vamos camino del año y medio
sin hechos de este tipo. Ese dato es un indicador positivo, porque significa
que, o bien los terroristas no han logrado crear planes operativos de ataque o
estos, en desarrollo, han sido frustrados por las fuerzas de seguridad,
produciendo en ambos casos la nada en la que nos encontramos, vendida nada.
¿Por qué es una impresión de seguridad que resulta falsa? Porque en la
trastienda del día a día sigue la lucha constante entre la seguridad y el ánimo
terrorista, y bien sabido es que basta que falle una de las piezas de seguridad
para que el atentado pueda llevarse a cabo, y de nada sirven decenas de
intentonas frustradas frente a una efectiva. Por ello, pese a que podamos tener
la sensación de relajación, humanan, natural e inherente a este periodo de no
actividad, debemos mantenernos alertas y prevenidos ante lo que pueda pasar.
Uno de los miedos que tenían las fuerzas de seguridad a la hora de prevenir
atentados en nuestras naciones era todo lo relacionado con la guerra de Siria,
tanto el entrenamiento en tácticas de combate que allí se ha dado por parte de
los que han viajado al conflicto como el retorno de los mismos, convertidos en
personas muy distintas a las que eran cuando marcharon, y el mismo efecto
propagandístico que la guerra en levante y el emblema de DAESH ejercía en las
células locales, contuvieran o no componentes retornados. Se hablaba de miles
de posibles retornados y, evidentemente, el riesgo que comportaban esas cifras
se hacía inasumible. ¿Qué es lo que ha pasado finalmente? No está muy claro ni
tengo cifras en la mano para decirlo, pero por lo que he leído por ahí me da la
sensación de que la mayor parte de los supuestos retornados que se contabilizaban
en su momento yacen ahora en las arenas del desierto sirio. La crueldad y
extensión de la guerra siria ha destrozado a la mayor parte de fuerzas
combatientes, que han sido laminadas por el ejército de Asad con el
imprescindibles apoyo ruso. Uno de los grandes derrotados ha sido el propio
DAESH. Privado de territorio, ciudades y población dominada, me da la impresión
de que una de las órdenes de combate emitidas en su lucha ha sido la de no
hacer demasiados prisioneros, en la idea de que un yihadista muerto deja de ser
peligroso. Leo
precisamente hoy la situación en la que se encuentran algunos centenares de
yihadistas occidentales en Siria, retenidos allí en terreno reconquistado
por las fuerzas del gobierno, que no son juzgados por los tribunales locales y que
no vuelven a los países de origen porque esas naciones, las nuestras, así lo
desean. Las cifras son considerables, pero aun así reducidas respecto a lo que
uno pudiera esperar. Parece que Siria ya no será caladero de terroristas, al
menos de manera tan masiva como lo fue en un principio y se llegó a temer.
Pero
el yihadismo es una fuerza terrible, y que actúa en plazos largos, en dimensiones
temporales que se escapan al cortoplacismo en el que vivimos los occidentales.
Mientras Siria se estabiliza bajo el yugo de Asad, otras regiones como Afganistán
o el Sahel vuelven a erupcionar con bandas yihadistas muy conocidas por todos (como
los malditos talibanes) u otras de nuevo cuño, especialmente en África. ¿Surgirán
de allí movimientos y combatientes que vuelvan a atentar contra nuestras
ciudades? Pudiera ser, dado que ya pasó lo mismo en el pasado. Por lo tanto,
como reiteraba antes, toca mantener alta la guardia, intensificar el trabajo de
las fuerzas de seguridad y, en días como el de hoy, mirando a París y a otros
lugares azotados por la barbarie islamistas (en Madrid hay tantos en los que
poder fijarse, demasiados) recordar a las víctimas y a sus allegados.
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