Estaba
claro que había que aprovechar la ventana de oportunidad que la sorprendente
sentencia del Supremo abría de par en par para que los políticos se colgasen la
medalla de salvadores de la ciudadanía. El miércoles por la tarde todos, más o
menos claros, eran partidarios de legislar para que el efecto de la sentencia
no se extendiera a las nuevas hipotecas, y
fue ayer Sánchez, desde el gobierno, cuando anunció que en el Consejo de
Ministros de hoy se aprobará u Real Decreto que declare que la entidad
financiera es el sujeto pasivo de la hipoteca, por lo que los nuevos titulares
de la misma no pagarán el tributo, aunque a partir del lunes verán cómo se
encarece el producto hipotecario y, en el fondo, tendrán, tendremos, que
pagarlo.
Y
a lo largo de la tarde de ayer me surgía una duda, infantil, inocente, de esas
que no tienen malicia ni respuesta, relacionada con las polémicas sociales y
judiciales. Cada vez que se produce un suceso violento o que genera un amplio
rechazo social se reclaman, desde asociaciones de afectados, modificaciones
legislativas para que cosas así no vuelvan a pasar o para que, realmente,
cuando se reiteren, los causantes de las mismas afronten un castigo más duro. Y
la respuesta común de políticos y legisladores es la de que legislar “en
caliente” es un error, y que no debemos caer en esa actitud precipitada,
simplista y algo demagógica. Respaldo bastante esta argumentación, pero para
tratar de ser coherente, la respaldo independientemente de cuál sea el caso al
que nos estemos enfrentando. Y compruebo con asombro como ayer se produjo un
proceso de legislación no en caliente, sino en plena ebullición, sin que a
nadie le haya resultado extraño o precipitado, o al menos que así lo haya
manifestado públicamente. Cierto es que la actitud del Supremo en esta historia
ha hecho necesaria que se produzca una revisión de la norma por parte del
legislador, ¿pero cambiar una ley tributaria por un Real Decreto ofrece todas
las garantías posibles? ¿Deja una puerta abierta a que una entidad financiera
que se sienta perjudicada por el cambio de norma recurra la misma y pueda
tumbarla? Mis conocimientos de derecho son escasos, por lo que las preguntas
las lanzo porque no se sus respuestas. La precipitación a la que hemos asistido
en este caso, celeridad asombrosa, contrasta notablemente con reformas
legislativas requeridas por parte de la población, que se agudizan en casos
concretos, y que son dilatadas en el tiempo por los partidos de una manera
asombrosa. El caso de la edad penal de los menores y el tratamiento al que
deben ser sometidos si cometen crímenes graves es uno de ellos. Pocos son
afortunadamente los casos, pero cuando se producen inquietan especialmente, y
ante ellos, y la demanda automática que surge entre las víctimas de esos
delitos y parte de la sociedad, que se siente solidaria y amenazada junto a los
sufridores del caso, la respuesta suele ser casi siempre la misma, la de que legislar
en caliente es peligroso y se debe producir un debate entre expertos sobre las
consecuencias que tiene un cambio normativo en esa materia. En el caso
hipotecario el número de afectados es muy elevado, el clamor social generado
enorme, pero también son amplias, complejas y de calado las consecuencias de
tocar la norma que rige el mercado de las hipotecas. Si los bancos repercuten
el impuesto a los clientes, cosa que hace todo aquel que tiene un tributo y
puede pasárselo a otro, los costes de la hipoteca no variarán para el
particular, pero se oscurecerán, enmascarados en subidas de tasas y de
diferenciales, y al final puede que acabemos pagando aún más que lo que sería
el importe tasado de un (anacrónico, injusto y necesitado de revisión) impuesto.
¿Alguien ha pensado en las consecuencias de todo esto? A buen seguro no, pero
cargaremos con ellas, sea lo que sea que acabe pasando en ese mercado.
Realmente,
ahora que no nos oye ni lee casi nadie (¡¡gracias, querido lector, por estar ahí!!)
la pregunta del título de hoy se responde de una manera muy sencilla. Depende
del número de votos que se puedan pescar con la reforma. Los cambios de normas
de carácter penal tiene partidarios y detractores muy acérrimos y los votos que
ganas por un lado los pierdes por el otro, y el saldo de legislar en caliente
no está muy claro. En el caso de las hipotecas, todos se apuntaban al carro de
la reforma porque era una ganancia de votos segura, sea quien sea el hacedor
del cambio normativo, y cuando hay votos que ganar, no hay tiempo que perder, y
la prisa todo lo domina. Así de simple y crudo. Hay quien a esto le llamará
demagogia o cinismo. Y sí, es eso, que también son términos adecuados para
describir lo que es la política del día a día.
Mañana
es fiesta en Madrid ciudad, la Almudena, así que no habrá artículo. Hasta el
Lunes 12
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