El
martes me llegó un SMS de mi entidad financiera ofertándome un crédito para el
Black Friday, el loco día de las compras prenavideñas importado de EEUU que
“celebramos” hoy. Se me ofertaban desde 300 hasta 3.000 euros de efectivo, con
plazo máximo para solicitarlo el próximo domingo 26 y con unas condiciones
2inmejorables” según la promoción que debía consultar, raudo, en mi oficina más
cercana o con mi gestor de confianza. Tuve que leerlo varias veces para dar
crédito, por mi parte, a lo que significaba aquel mensaje, y deduje rápidamente
que si el producto se oferta es porque habrá más de uno que lo contrata, o
incluso lo ha pedido expresamente, y mi asombro empezó a dispararse como la
facturación de las tiendas hoy.
Lanzarse
a comprar este día es algo que, en sí mismo, no tiene mucho sentido, pero
hacerlo a crédito es, simplemente, suicida, por no usar términos más gruesos.
Sólo un descerebrado como Rufián sería capaz de hacer algo así. Se supone que
en estos días hay un aluvión de ofertas, pero no hay descuentos salvajes que
puedan compensar los disparatados intereses que poseen los préstamos al
consumo. Los TAE que figuran bajo esas promociones son enormes, y suponen un
sobrecoste inaudito para peticiones de dinero que, sinceramente, no son necesarias.
Hace un tiempo se puso de moda lo de pedir un crédito para irse de vacaciones,
lo que no he sido capaz de entender jamás, y lo de hoy no es sino una nueva
vuelta de tuerca a esa idea, inconsciente, de que el crédito puede suplir la
capacidad de compra que uno posee con sus propios ingresos. Cierto es que hay
compras y compras, y créditos y créditos. Prácticamente es obligatorio
hipotecarse para comprar una vivienda, pero un lugar de residencia es algo
necesario y supone una inversión para quien lo adquiere. Fundir dinero en
bienes de consumo con crédito es el camino más rápido que existe para
arruinarse, y el banco que sea capaz de colocarlos sí que habrá hecho un buen
negocio en estos días. Y no les cuento las entidades que se publicitan en ese mercado
alternativo de crédito que roza la usura, cuando no es directamente esa la
práctica en la que vive. Anuncios de concesión de pocos miles de euros “al
instante”, sólo con una llamada, dinero directo, y otras expresiones similares
se utilizan para captar la atención del consumidor y, si pica, sablearlo sin
misericordia, siendo estas supuestas entidades prestamistas lo más parecido que
existe en la realidad al mítico Drácula de las novelas. Ellas sí que se van a
quedar hasta la última gota de nuestra cuenta corriente, y si hay ya no queda
nada no descarten que deban pagarles en sangre pura y dura. Son incontables los
casos de personas que cuentan su historia de ilusión con ese crédito que supuso
el primer paso en un camino de desgracias, no sólo financieras. Créanme, cada
vez que vean esas ofertas, huyan como de la peste, cambien de canal, dejen de
mirar la valla publicitaria, piensen en otra cosa. Son estafas encubiertas. Los
préstamos al consumo de las entidades financieras reguladas son menos abusivos,
pero en ningún caso se convierten en chollos. Intereses que, a la hora de la
verdad, pueden multiplicar por ocho o diez los que corresponden a una hipoteca
se dan en un mercado competitivo pero muy caro. La lógica implicaría que nadie
solicitaría un crédito ruinoso para adquirir un consumible de corta vida, o
incluso de voraz y breve disfrute, pero en la economía la lógica es borrosa, y
el consumidor no es racional. Usted y yo, todos tenemos sesgos que alteran
nuestras percepciones y conductas, que hacen que acabemos actuando de una
manera distinta a como pretendemos, y quienes venden los productos los conocen,
y tratan de que caigamos en ellos. A veces lo consiguen, otras no, y si lo
consiguen a crédito, doble victoria para ellos y derrota estrepitosa para
nosotros. Así que mucho cuidado.
De
hecho está por ver, directamente, que las ofertas de un día como el de hoy lo
sean tanto. Muchos negocios suben los precios a lo largo del mes de octubre
para bajarlos en estas fechas y “parecer” que el descuento es grande, cuando en
realidad no lo es. Lo ideal es planificar las compras y seguir los precios
semanas antes para ver realmente quiénes los han bajado y quienes no, y comprar
lo que se necesite, nada más. La
web Nada es gratis, porque nada lo es, publica en una entrada reciente una
serie de útiles consejos para controlar las compras y llevarlas a cabo con
cabeza y las mayores garantías posibles para que no seamos estafados ni nos
arruinen. Sentido común por encima de todo y frialdad. Y si no necesitan nada,
no compren nada. Recuerden que eso también es posible. Siempre lo es, de hecho.
Subo
a Elorrio el fin de semana y me cojo festivo el lunes. Abríguense y nos leemos
el martes 27.
No hay comentarios:
Publicar un comentario