martes, junio 11, 2019

Abstenciones en el mus político


Los que me conocen me achacan, creo que con razón, de que no soy un vasco típico, sino más bien alguien que rompe los moldes de lo establecido para provenir de esa región. Ni como mucho ni bien, ni digo tacos, ni soy algo bruto, ni levanto piedras, ni me gusta el deporte y así un montón de lugares comunes que no lo son para mi. Uno de ellos es que, debiera saber, pero no tengo ni idea de cómo se juega al mus, a pesar de los muchos años que pase en la facultad bilbaína de Sarriko entre cursos de la carrera y doctorales (no terminado este último escalón). Nunca he jugado a ese juego pese a que conocía a muchos a los que les encantaba y podían pasarse horas y horas con cartas y tácticas que se me antojaban muy extrañas, y poco atractivas.

Creo sin embargo que una de las características del juego, si no estoy equivocado, es que los jugadores se lanzan amenazas y faroles para tratar de condicionar las estrategias del contrario, sin que muchas veces las cartas respalden las posiciones que se hacen públicas. El secreto de lo que tiene el jugador en la mano es una de las principales bazas para poder desarrollar su estrategia e intentar ganar. El resto de jugadores carece de información de hasta qué punto lo que aparenta poseer el contrario es real o no, y este aire de engaño envuelve el juego, y según sus practicantes es uno de los principales alicientes del mismo. Llega un momento, siempre, en el que se sabe realmente lo que hay en la mano y lo que era verdad y lo que no, y se puede dar que jugadores con malas cartas hagan grandes jugadas y otros con mejores bazas teóricas no les saquen todo el partido posible. Dicen que el póker, del que tampoco se mucho, también tiene un componente similar, y que en ambos juegos la inteligencia del jugador puede violentar a lo que el azar ha decidido en forma de reparto de cartas. Como verán, este escenario que se presta mucho al trilerismo, la declaración y la pose se parece mucho a lo que vivimos estos días en el mundo político. Asistimos a una representación múltiple en la que, en distintos escenarios, y con a veces idénticos jugadores, el reparto de los escaños propicia pactos y alianzas diversas, todas ellas no pocas veces relacionadas entre sí, de tal manera que un acuerdo en una institución puede abrirlo en otra o cerrarlo, intercambiando cromos en forma de ayuntamientos, mesas de parlamentos y otras instituciones más o menos jugosas. A medida que corre el tiempo se acaban los plazos para los organismos que, por ley, así lo tienen dictado, y a partir de hoy veremos la constitución en cadena de los parlamentos autonómicos y el sábado el inicio de la legislatura municipal, con la elección de más de ocho mil alcaldes. Esta será la primera muestra de hasta dónde llegan los faroles de unos y otros, y hasta qué punto se juega con cartas marcadas o no. Todo el escenario de acuerdos y disputas se ejecuta con un ojo puesto en la investidura de la presidencia del gobierno, la auténtica joya del poder patrio, cuyo proceso real arranca hoy con la primera toma de contacto del candidato Sánchez con los líderes de Podemos, Ciudadanos y PP. Los tres se lo quieren poner difícil, por distintos motivos. Iglesias aspira a ser ministro para esconder el desastre de su resultado electoral y, de paso, sacar dinero y colocar a afines. Rivera y Casado se oponen con fuerza a la investidura porque ambos aspiran a ser líderes de la oposición, y eso les fuerza a ponerse duros, pero saben que sólo serán algo así si se constituye gobierno, y en alguna de sus filas empieza a oírse la posibilidad de una abstención para permitir que arranque la legislatura y que el gobierno no depende de independentistas. ¿Es esto posible? ¿Le conviene a alguna de las formaciones? ¿Qué consecuencias tendría?

El PSOE, por ahora, empieza el proceso de negociación con vistas a una investidura a celebrarse a mediados de julio, pero avisando de que si no hay acuerdo la posibilidad de repetir elecciones está a la puerta de la esquina. ¿Otro farol? Puede ser. Si estamos ante una legislatura larga, de cuatro años, el que una de las formaciones de la derecha se abstuviera no sería muy penalizado por su electorado, dado que las siguientes elecciones generales serían dentro de mucho tiempo, y hacerlo en nombre de un interés nacional no es una mala estrategia para venderlo como un sacrificio necesario, pero los intereses cortoplacistas de Ciudadanos y PP y la disputa interna que viven por el liderazgo de su espacio restan opciones a esta posibilidad, que personalmente veo como la menos mala. ¿Qué acabará pasando? Ni idea, pero como entre pillos anda el juego tocará mirar de reojo la mesa para ver qué jugadas se muestran y cuales se ocultan.

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