martes, junio 04, 2019

Tiananmen, donde la represión triunfó


Celebramos este año dos treintenas de aniversario muy distintas, pero a la vez casi iguales. Ambas fueron la expresión de revuelta de una sociedad contra las dictaduras comunistas que las oprimían. Una resultó exitosa, y en noviembre de 1989 consiguió derribar el muro de Berlín, haciendo caer a los regímenes satélites y, posteriormente, al imperio soviético. De ahí nacieron hermosas historias de libertas y, por primera vez en siglos, muchas de las sociedades del este tuvieron ante sí un futuro de libertad y prosperidad como no se recordaba. Está por ver si se ha aprovechado esta oportunidad como es debido y hasta qué punto los traumas causados por esas férreas dictaduras no están detrás de la búsqueda de orden que ahora algunos populistas encabezan

El otro aniversario que conmemoramos se produjo la noche del 3 al 4 de junio en la plaza pequinesa de Tiananmen, donde fueron los estudiantes y algunos líderes civiles los que se levantaron contra el opresor régimen comunista chino, demandando libertad y prosperidad. Si el este de Europa cuenta una historia de liberación, China es, bien al contrario, el ejemplo de cómo la más cruel represión puede ser rentable para el régimen que la ejerce. Treinta años después aún no sabemos cuánta gente murió en esa inmensa explanada que se encuentra en medio de la capital china. Se habla de cientos, miles, sin que haya fuentes que puedan corroborar cifras exactas, y esta misma duda que nos surge a nosotros, que opinamos desde sociedades abiertas es, en sí mismo, el mejor ejemplo de lo efectiva que fue aquella cruel represión. No conocemos a los responsables de aquellas revueltas, carecemos de nombres que nos retrotraigan a aquellos años y sucesos. Los Walesa, Minchick Havel y demás protagonistas de la caída del comunismo en el este no tienen un partenaire chino, entre otras cosas porque probablemente algunos de ellos murieron en esa plaza en este mismo día bajo los tanques o por el disparo de los militares. Quedó una imagen grabada en la conciencia global de aquel seísmo, la del valiente que, con las manos ocupadas por cargadas bolsas de plástico, se pone en frente de un tanque. El acorazado trata de esquivarlo, pero el, parsimonioso, sigue el recorrido de las orugas para mantenerse en todo momento a tiro de la torreta, tratando de esa manera de intimidar a su poderoso enemigo, su seguro vencedor. ¿Cómo se llamaba ese hombre? ¿Cuál era su vida? No tengo respuesta a ninguna de esas preguntas, y vuelve a ser esa ausencia de respuestas la mejor prueba de hasta qué punto la represión que se llevó a cabo fue fulminante y eficaz. En la China de hoy en día, idéntica en lo dictatorial, asombrosamente distinta en todo lo demás, lo que pasó hace treinta años ni se estudia por los académicos ni se conoce por las nuevas generaciones. Es tabú, algo prohibido, que el régimen ha conseguido extirpar de la memoria de sus súbditos, y que muchos, la inmensa mayoría de ellos, sin duda, no sabrían sobre qué les estamos hablando si rememoramos aquellos sucesos. Hoy, sólo en Hong Kong o Taiwan se celebran actos en recuerdo de las no contadas y anónimas víctimas de aquella represión, porque en la inmensa China continental el día de hoy pasará como el de ayer o el de mañana, envuelto en el frenesí del desarrollo acelerado y el infinito trabajo pendiente para la construcción del liderazgo global. Si algo de lo que entonces pasó es buscado en el internet local, controlado por el régimen, uno se sitúa a tiro de los servicios de información y su libertad, otorgada con matices por el gobierno, será cercenada, hasta un punto que no somos capaces de imaginar. Eso, no sólo la deslumbrante luz de su desarrollo económico y poder, es China hoy.

Tres décadas después el país ha sufrido una revolución, sí, pero como casi nadie la esperaba, salvo quizás los jerarcas que ordenaron la matanza de la plaza. Camino de ser la primera potencia económica mundial, mercado de importación y exportación determinante, enfrascada en una guerra fría por el dominio de la tecnología y el control global con EEUU, China es un monstruo que parece imparable, que dicta su realidad y la impone cada vez más. En paralelo, saca el mayor rédito posible a la tecnología para imponer el control sobre el ciudadano y lograr la dictadura perfecta, manteniendo la paz social gracias a la represión y el crecimiento económico. ¿Será siempre así? Eso busca el régimen, y sabemos que hará todo lo necesario para lograrlo. Y si hay que aplastar a la gente con tanques, o con un Gran Hermano, se hace.

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