Con
su bajada de más del 1% del viernes el Ibex cerró un muy mal mes de mayo, con
unas pérdidas que superan el 5% y se comen casi la mitad de la ganancia de lo
que llevamos de año. La subida de los índices desde enero hasta abril fue
bastante contundente, y logró tapar el agujero que se abrió en la Navidad de
2018, en el conjunto de diciembre, que fue desastroso y acabó por llevar a
pérdidas a la mayor parte de las carteras justo en las fechas en las que se
debe rendir resultado a los clientes. Tras el subidón del primer trimestre era
lógico esperar algún recorte para consolidar beneficios, pero lo visto parece
ser algo más que un mero ajuste, o el reflejo de los que consideran que los
márgenes alcanzados ya son suficientes y se van de vacaciones.
¿Qué
esconden estas subidas? Leí algún artículo el viernes o sábado en el que se
decía que, en la primera parte del año, las bolsas habían descontado que la
guerra comercial acabaría en acuerdo y que sus efectos serían menores,
pasajeros en todo caso, y de ahí la subida. Las últimas noticias, con el
enconamiento creciente entre EEUU y China, el cruce de amenazas arancelarias y
el comportamiento descontrolado de Trump (lo del viernes con México es un tiro
directo a nuestro pie) parecen reflejar que esa visión edulcorada del conflicto
comercial era errónea, que los mercados habían valorado como episódico algo que
empieza a ser trascendente y como leves unas lesiones que pueden convertirse en
profundas, y de ahí el sesgo correctivo que ha cogido este mes. En cada momento
han surgido noticias que han cambiado, para peor, el panorama internacional, y
eso quizás haya sido la causa que, de fondo, ha alterado la percepción del
mercado. En todo caso esas noticias han generado incertidumbre, y eso es de lo
que más huye el dinero, porque al menos las malas noticias son mensurables, se
puede ver cómo actuar frente a ellas, pero ante la niebla de la incertidumbre
la ceguera es total, y la duda nos asalta. Diríase por tanto que los mercados
han entrado en modo precaución, con caídas en renta variable, disparo del
precio de los bonos y derrumbe de su rentabilidad (el español a diez años
vuelve a mínimos históricos por debajo del 0,8%) subida de activos refugio como
el oro y caídas en el precio del petróleo, que llevaba unos meses subiendo con
fuerza. Parece el típico escenario de “miedo ante lo que pueda venir” y la
necesidad de protegerse, sin que esté muy claro qué es lo que puede pasar. Los
indicadores económicos globales son mixtos y no indican nada claro. La economía
de EEUU sigue creciendo, batiendo su record de periodo de expansión, lo que
aumenta la probabilidad de que ese impulso tenga su final cada vez más cerca.
En la eurozona Alemania se ha librado de la recesión por los pelos, pero
presenta tasas de crecimiento anémicas. Italia está empantanada en tasas
negativas y la desidia y malicia de su populista gobierno le hace daño día a
día (el tipo de su bono a diez años triplica el nuestro, superando el 2%)
Francia no parece arrancar como es debido, y la economía de Reino Unido carbura
más de lo previsto, pero con la amenaza creciente de un Brexit caótico que peude
ser devastador para ella y para las europeas que tan relacionadas estamos con
lo que sucede en Londres, su city y su mercado. Los datos de la economía china,
que siempre incluyen dudas sobre su fiabilidad, reflejan el efecto de los estímulos
introducidos por el gobierno para evitar una bajada, pero muestran también los
daños que provoca la imposición de aranceles a los dos lados del Atlántico y,
de fondo, un marasmo en los datos financieros de deuda de las empresas y particulares,
con unas gráficas que señalan desde hace tiempo a una posible burbuja que no
acaba de materializarse.
¿Qué
hacer? ¿Qué puede pasar? Ni idea. De momento vivimos en unos tiempos carentes
de sentido en los que el mercado sobrerreacciona en ambos sentidos a cada tuit
que pone Trump, lo que indica el nivel de chamanismo en el que nos encontramos.
Si a finales de junio, en la cumbre del G20 en Osaka e escenifica un acuerdo, o
al menos una buena disposición entre Trump y Xi Jinping, habremos ganado tiempo
y los mercados pueden remontar, pero si las espadas siguen en lo alto y conflictos
como el del Huawei se materializan con toda su intensidad parece obvio que nos
enfrentamos a una era de turbulencias, de división y de reducción del grado de
globalización que vivimos, y eso pasará factura a todos los mercados. Queda
esperar y ver.
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