Últimamente
es más sencillo encontrar exoplanetas potencialmente habitables que políticos
coherentes, lo que dice mucho del avance de la ciencia astronómica y más aún si
cabe de la debilidad humana asociada al poder. El
último de estos hallazgos, en forma de planeta, es una pareja que oscila en
torno a la estrella Tieegarten, sita a solo 12 años luz de nosotros, una
distancia fascinantemente grande para nuestra escala e imaginación, pero que es
el barrio de al lado en términos astronómicos. Recordemos que esa distancia
implica que si mandamos una señal allí tarda doce años en ir y doce años en
volver, por lo que un cuarto de siglo se nos va en el “hola hola”. Como contestemos
con jejes y memes nos morimos esperando respuestas de texto.
Estos
nuevo exoplanetas, denominados b y c, se encuentran cerca de los límites
inferior y superior de lo que se considera la zona de habitabilidad de su
estrella. Tieegarten es una enana roja que tiene una vida estimada casi del
doble de la de nuestro Sol. Es bastante más pequeña y fría, y eso hace que las
órbitas de estos planetas estén mucho más cerca de su estrella que nosotros. El
año, el completar una vuelta a la estrella, se mide en muy días en b y c, menos
de una semana. Esto es lo habitual dada la mencionada relación entre el tamaño
de la estrella y su zona de habitabilidad. Manteniendo todos los demás
parámetros constantes, cuanto más potente es una estrella más lejos tiene que situarse
el potencial planeta habitable para que la intensidad de la radiación no le
deje frito, y cuanto más grande y pesada es la estrella, mayores son las
dimensiones de las órbitas que puede contener. Normalmente se define la zona de
habitabilidad como aquella en la que, en condiciones normales, puede haber agua
a temperatura líquida sobre la superficie del planeta, y eso es una manera
restrictiva de ver ese concepto de zona, o incluso muy amplia, ya que influyen
muchos otros factores que pueden convertir a un mundo en habitable o no. Si
alguien observa nuestro Sol con nuestra tecnología y conocimientos, descubrirá
que hay tres planetas potenciales que se encuentran en la zona de
habitabilidad; Venus, Tierra y Marte. A priori poco más podrá decir sobre las mejores
condiciones de cada uno respecto a los demás para albergar vida. Estando aquí
sabemos que Venus es un infierno y Marte un páramo, pero desde la distancia
poco más se puede atisbar. El número de exoplanetas que giran en torno a
estrellas enanas rojas es muy elevado, y esto los convierte en candidatos
potenciales muy interesantes, pero también la configuración de estos sistemas
estelares es tal que limita las opciones de vida en ellos de una manera
drástica. La cercanía a la que antes me refería a la que se ven obligados a
orbitar tiene, por lo menos, dos graves consecuencias. Una es la de las fuerzas
de marea, o el efecto de atracción gravitatoria del cuerpo grande sobre el
pequeño que, en una de sus posibles consecuencias, acaba frenando la rotación
del menor, de tal manera que siempre ofrece la misma cara hacia, en este caso,
la estrella. En un mundo que mira fijo a su estrella la mitad soleada debe ser
un infierno y la mitad oscura una helada oscuridad. Justo en el medio, en la
transición, puede haber esperanzas de hallar zonas de temperaturas y
condiciones no tan extremas. Este tipo de fuerzas son las que provocan que
veamos siempre la misma cara de la Luna, porque la Tierra le obliga a ello. El
otro problema de estos mundos es que estar tan cerca de su estrella hace que
cualquier llamarada, emisión de radiaciones o tormenta electromagnética
generada por el astro incida sobre ellos con toda la virulencia posible, pudiendo
ser letal no sólo para lo que entendemos como vida, sino para la misma
existencia física de una atmósfera como tal. Efectos de esas tormentas en
nuestro mundo son las auroras boreales, donde el escudo defensivo de la Tierra
se activa y desvía las partículas cargadas que emite el Sol. Eso, y los 180
millones de kilómetros que nos separan de él es lo que nos permite sobrevivir a
las emisiones normales, pero una gran tormenta solar pudiera ser muy peligrosa
para nosotros.
No
tenemos tecnología para llegar a Teegarden, y dado que los planetas no parecen
transitar ante nosotros, no orbitan en nuestro plano, no podemos realizar análisis
espectrales de sus potenciales atmósferas, pero el que “el barrio” esté cada
vez más poblado de mundos es una muestra de que la complejidad y variedad de
los objetos celestes no hace sino crecer y crecer a medida que mejoramos nuestra
tecnología y con ella los medios de observación y detección. Encontrar habitabilidad
es otra cosa mucho más compleja, difusa y gris, por así decirlo, pero las
opciones no dejan de crecer cada día. Desde luego parece más al alcance de la
mano que encontrar políticos coherentes y capaces, para eso no hay tecnología
que valga, me temo.
Subo
a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes festivo. Hoy empieza el verano y
mañana las temperaturas empezarán a dispararse. Cuidado con ellas.
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