viernes, junio 21, 2019

Nuevos vecinos en la estrella Teegarden


Últimamente es más sencillo encontrar exoplanetas potencialmente habitables que políticos coherentes, lo que dice mucho del avance de la ciencia astronómica y más aún si cabe de la debilidad humana asociada al poder. El último de estos hallazgos, en forma de planeta, es una pareja que oscila en torno a la estrella Tieegarten, sita a solo 12 años luz de nosotros, una distancia fascinantemente grande para nuestra escala e imaginación, pero que es el barrio de al lado en términos astronómicos. Recordemos que esa distancia implica que si mandamos una señal allí tarda doce años en ir y doce años en volver, por lo que un cuarto de siglo se nos va en el “hola hola”. Como contestemos con jejes y memes nos morimos esperando respuestas de texto.

Estos nuevo exoplanetas, denominados b y c, se encuentran cerca de los límites inferior y superior de lo que se considera la zona de habitabilidad de su estrella. Tieegarten es una enana roja que tiene una vida estimada casi del doble de la de nuestro Sol. Es bastante más pequeña y fría, y eso hace que las órbitas de estos planetas estén mucho más cerca de su estrella que nosotros. El año, el completar una vuelta a la estrella, se mide en muy días en b y c, menos de una semana. Esto es lo habitual dada la mencionada relación entre el tamaño de la estrella y su zona de habitabilidad. Manteniendo todos los demás parámetros constantes, cuanto más potente es una estrella más lejos tiene que situarse el potencial planeta habitable para que la intensidad de la radiación no le deje frito, y cuanto más grande y pesada es la estrella, mayores son las dimensiones de las órbitas que puede contener. Normalmente se define la zona de habitabilidad como aquella en la que, en condiciones normales, puede haber agua a temperatura líquida sobre la superficie del planeta, y eso es una manera restrictiva de ver ese concepto de zona, o incluso muy amplia, ya que influyen muchos otros factores que pueden convertir a un mundo en habitable o no. Si alguien observa nuestro Sol con nuestra tecnología y conocimientos, descubrirá que hay tres planetas potenciales que se encuentran en la zona de habitabilidad; Venus, Tierra y Marte. A priori poco más podrá decir sobre las mejores condiciones de cada uno respecto a los demás para albergar vida. Estando aquí sabemos que Venus es un infierno y Marte un páramo, pero desde la distancia poco más se puede atisbar. El número de exoplanetas que giran en torno a estrellas enanas rojas es muy elevado, y esto los convierte en candidatos potenciales muy interesantes, pero también la configuración de estos sistemas estelares es tal que limita las opciones de vida en ellos de una manera drástica. La cercanía a la que antes me refería a la que se ven obligados a orbitar tiene, por lo menos, dos graves consecuencias. Una es la de las fuerzas de marea, o el efecto de atracción gravitatoria del cuerpo grande sobre el pequeño que, en una de sus posibles consecuencias, acaba frenando la rotación del menor, de tal manera que siempre ofrece la misma cara hacia, en este caso, la estrella. En un mundo que mira fijo a su estrella la mitad soleada debe ser un infierno y la mitad oscura una helada oscuridad. Justo en el medio, en la transición, puede haber esperanzas de hallar zonas de temperaturas y condiciones no tan extremas. Este tipo de fuerzas son las que provocan que veamos siempre la misma cara de la Luna, porque la Tierra le obliga a ello. El otro problema de estos mundos es que estar tan cerca de su estrella hace que cualquier llamarada, emisión de radiaciones o tormenta electromagnética generada por el astro incida sobre ellos con toda la virulencia posible, pudiendo ser letal no sólo para lo que entendemos como vida, sino para la misma existencia física de una atmósfera como tal. Efectos de esas tormentas en nuestro mundo son las auroras boreales, donde el escudo defensivo de la Tierra se activa y desvía las partículas cargadas que emite el Sol. Eso, y los 180 millones de kilómetros que nos separan de él es lo que nos permite sobrevivir a las emisiones normales, pero una gran tormenta solar pudiera ser muy peligrosa para nosotros.

No tenemos tecnología para llegar a Teegarden, y dado que los planetas no parecen transitar ante nosotros, no orbitan en nuestro plano, no podemos realizar análisis espectrales de sus potenciales atmósferas, pero el que “el barrio” esté cada vez más poblado de mundos es una muestra de que la complejidad y variedad de los objetos celestes no hace sino crecer y crecer a medida que mejoramos nuestra tecnología y con ella los medios de observación y detección. Encontrar habitabilidad es otra cosa mucho más compleja, difusa y gris, por así decirlo, pero las opciones no dejan de crecer cada día. Desde luego parece más al alcance de la mano que encontrar políticos coherentes y capaces, para eso no hay tecnología que valga, me temo.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes festivo. Hoy empieza el verano y mañana las temperaturas empezarán a dispararse. Cuidado con ellas.

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