miércoles, junio 19, 2019

Cachitos y La bola de cristal


Ayer, el programa Cachitos de La 2 se dedicó en su integridad a repasar y homenajear el contenido de La bola de cristal. Por si no lo conocen, y les advierto, se pierden algo muy interesante, Cachitos es un programa musical que se basa en enlazar recortes de actuaciones que se encuentran en el inmenso archivo de TVE. Con carácter temático, sus episodios enlazan secuencias de fragmentos temas aderezados por la presentación de Virginia Díaz, locutora de Radio 3, y una rotulación que comenta lo que estamos viendo y escuchando, todo ello con un tono desenfadado, humorístico y transgresor. Se nota que los que lo producen eran adictos a “esa bola que a todo el mundo le mola”.

De vida breve, la bola de cristal fue un programa infantil que se emitía los sábados por la mañana, y que en formato contenedor, incorporaba un conjunto de series infantiles con aderezo de grupos musicales, actuaciones variadas y la presencia de los presentadores del programa que eran un grupo de marionetas conformado por la bruja avería y los electroduences, todos ellos coordinados por Alaska. La imagen que ofrecía aquel espacio era extraña, fruto de una época, marcada por la movida madrileña, que tuvo en la bola uno de sus principales productos de exportación y escaparate. La inmensa mayoría de los que presentaban o actuaban en el programa no tenían nada que ver con el mundo de la televisión, aunque estaban experimentados en salir al escenario y cantar. Para ellos las cámaras eran algo raro, y hoy en día contemplarlos deja un poso de ingenua admiración no tanto al valor que tuvieron para ponerse delante de los focos, que también, sino por esa ingenuidad con la que actúa el que lo hace sin que le importe que le vean o no, ingenuidad que es, casi siempre, la base de la mejor interpretación. Ver la bola los sábados era, o ese es mi difuso recuerdo, asomarse a un lugar extraño, en el que salían personajes divertidos e interesantes, que hacían reír, daban miedo, gesticulaban… sentarse ante la tele era, en ese momento, algo raro, porque no voy a negarlo, no entendía mucho de lo que veía, pero llamaba poderosamente la atención lo que por allí pasaba. No era algo infantil al uso, ni mucho menos, y como muchas otras cosas, contemplarla con el paso de los años permite hacerse una idea mucho más cabal y completa de lo que pretendían los creadores de aquel invento. A la cabeza del mismo se encontraba Lolo Rico, donostiarra fallecida hace pocos años, que siempre trató de crear formatos infantiles en los que los niños no fueran tratados como estúpidos, sino como personas pequeñas en estatura, grandes en imaginación y con ideas en formación. Ver hoy la bola, decía, permite entender muchas más cosas, aunque es cierto que algunas siguen siendo incomprensibles, y otras, de transgresoras y rupturistas, siguen estando más allá del entendimiento. En una época tan moderna como la actual, o que está todo el día alardeando de serlo (dime de que presumes y….) es casi seguro que la reposición de un programa íntegro de la bola generaría una enorme catatara de tuits, legiones de ofendidos, quejas a viva voz, peticiones de cierre y amenazas varias a los productores por parte de grupos, colectivos, portavoces y todo tipo de expresiones afines que se sentirían perjudicados por lo que estarían viendo. La mera presencia de la bruja avería amenazando con romper el televisor si no se le hace caso, manipulando como el estudio de producción como si fuera un antecesor de un bot ruso, y gritando “viva el mal, viva el capital” a diestro y siniestro sería considerado por tantos como el anatema de la subversión. Seguro que el programa no aguantaba el par de emisiones.

¿Quiere decir esto que aquella época era mejor que la actual? No, son distintas, ambas fruto de las experiencias y sentimientos dominantes de las sociedades de entonces y ahora. Lo que si es cierto es que, más allá de la calidad musical de la movida, elevada en algunos casos, más que discutible en otros, es que aquellos años, tras décadas de grisura, supusieron una fuente de innovación que duró mucho más que su propio tiempo. No había miedo a la experimentación, se probaba de todo (también lo muy malo, no lo olvidemos) no se copiaba directamente lo que era éxito y no daba miedo probar caminos distintos a lo ya conocido. En eso debiéramos imitarles, tratar de crear, de innovar en el sentido artístico del término. ¿Qué es difícil? Muchísimo. Pero en nuestras manos está que, como pasaba con la bola, hagamos cosas y que nos digan, mola.

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