Decían
las malas lenguas, que a veces aciertan y otras no, que ninguna medida de
contención dura contra el coronavirus sería implantada en España hasta que se
celebrase la manifestación del 8 de marzo y, casualidad o no, así ha sido. De
hecho este pasado domingo tuvimos otra jornada en la que la tradicional
irresponsabilidad social que caracteriza a nuestro país se manifestó en toda su
crudeza, con la citada marcha del 8M, en Madrid y otras muchas ciudades, la
celebración de eventos deportivos masivos sin control alguno y, qué risas, un
concurrido mitin de Vox bajo techo en el que se despotricaba contra el gobierno
mientras se contribuía con saña a extender los contagios.
Bueno,
pues lo serio ya está aquí. Como sucede siempre, otras naciones han ido por
delante en la extensión del problema y en la necesidad de tomar medidas
drásticas mientas que aquí negábamos la mayor, afirmando que esos problemas
nunca llegarían. Obviamente, han llegado. De momento localizados en Álava y
Madrid, pero tranquilos, que en unos días la situación será equivalente en el
conjunto del país. Seguimos a rajatabla el patrón que marcan las curvas
matemáticas que siguen estos fenómenos, y mantenemos una distancia de
aproximadamente 8 – 10 días respecto al escenario italiano, que nos muestra una
imagen de país que empieza a estar sobrepasado por la situación. A lo largo del
día de ayer empezaron a dictarse las primeras medidas de restricción seria, con
el cierre de colegios desde ayer mismo en Vitoria Labastida, en la provincia de
Álava. Por la tarde, y en una doble comparecencia que parecía diseñada para que
las administraciones se pisasen unas a otras, el
gobierno regional de Madrid y el nacional anunciaban el cierre de todo el
sistema escolar de la comunidad madrileña a partir de mañana miércoles, de
cero años a universidad, en principio por un tiempo de dos semanas, pero no
tengo muchas dudas de que se alargará hasta, al menos, un mes. El cierre de
colegios es una vía para tratar de evitar movimientos de población y que la
circulación del virus se frene, pero no es efectiva en todos los casos. En este
concreto que nos afecta sus efectos sanitarios son mixtos, y dependen mucho del
comportamiento de los niños una vez que no vayan a clase. Portadores de la
enfermedad, apenas la sufren, pero pueden transmitirla, por lo que es
trascendental que se queden en casa y que no se junten todos en parques y zonas
de juego, mucho menos a puerta cerrada, porque lo que evitamos con el cierre lo
propiciamos con la alternativa. Para los padres, a partir de mañana se abre un
escenario confuso y lleno de dudas, que va a forzar a muchos a quedarse en casa
para cuidar a los niños, en lo que sería sanitariamente lo más adecuado, porque
es más seguro que los niños se queden en casa con los padres que con los
abuelos, sobre todo para la salud de estos últimos, que son los más
susceptibles de enfermar. Habrá padres que puedan quedarse en casa y otros que
no, y supongo que en la jornada de trabajo de hoy miles y miles de personas
tratarán de negociar medidas con sus empresas para diseñar un escenario para
mañana. Las bajas, incentivadas, consentidas o escaqueantes, se dispararán a
partir de mañana y cada uno tratará de buscar una solución como pueda. Y no
será fácil. Y no será porque otros países no han tomado esta medida con anterioridad
y no nos han dado un tiempo precioso, días, que nos hubieran servido para
organizar un escenario así. Como siempre nos pasa, nos hemos dormido en los
laureles, hemos procastinando de una manera tan profesional como vergonzosa y,
a menos de 24 horas del cierre escolar, las alternativas existentes son casi
nulas. Y ya saben cómo evolucionan las cosas, con una muy elevada probabilidad,
en unos pocos días el cierre escolar se extenderá a todo el país porque las
curvas de crecimiento de la enfermedad son muy testarudas, y seguirán la
evolución marcada por Italia con una tozudez desesperante. Los del resto de
CCAA tienen un par de días para ver cómo gestionar a los niños en casa.
Ayer
Irlanda, nación muy pequeña que está en un estadio de la crisis menor que el
nuestro, decidió suspender los desfiles de San Patricio, su patrón nacional,
tanto en Dublín como en Cork, en una medida dura, pero necesaria para tratar de
que, cuando les toque lo duro, que les tocará, lo haga a menor velocidad y
tengan mayor margen de actuación. A la vez, aquí siguen a todo trapo las fallas
valencianas sin que nadie ose a suspenderlas, como debiera ser, y siguen los
preparativos de una Semana Santa que tendría que estar ya prácticamente
cancelada. Y así miles y miles de jaranas, eventos y chuflas que nadie tiene
tres dedos de frente para decir que deben ser cancelados. No tenemos remedio.
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