martes, marzo 10, 2020

Aceleración vírica


Decían las malas lenguas, que a veces aciertan y otras no, que ninguna medida de contención dura contra el coronavirus sería implantada en España hasta que se celebrase la manifestación del 8 de marzo y, casualidad o no, así ha sido. De hecho este pasado domingo tuvimos otra jornada en la que la tradicional irresponsabilidad social que caracteriza a nuestro país se manifestó en toda su crudeza, con la citada marcha del 8M, en Madrid y otras muchas ciudades, la celebración de eventos deportivos masivos sin control alguno y, qué risas, un concurrido mitin de Vox bajo techo en el que se despotricaba contra el gobierno mientras se contribuía con saña a extender los contagios.

Bueno, pues lo serio ya está aquí. Como sucede siempre, otras naciones han ido por delante en la extensión del problema y en la necesidad de tomar medidas drásticas mientas que aquí negábamos la mayor, afirmando que esos problemas nunca llegarían. Obviamente, han llegado. De momento localizados en Álava y Madrid, pero tranquilos, que en unos días la situación será equivalente en el conjunto del país. Seguimos a rajatabla el patrón que marcan las curvas matemáticas que siguen estos fenómenos, y mantenemos una distancia de aproximadamente 8 – 10 días respecto al escenario italiano, que nos muestra una imagen de país que empieza a estar sobrepasado por la situación. A lo largo del día de ayer empezaron a dictarse las primeras medidas de restricción seria, con el cierre de colegios desde ayer mismo en Vitoria Labastida, en la provincia de Álava. Por la tarde, y en una doble comparecencia que parecía diseñada para que las administraciones se pisasen unas a otras, el gobierno regional de Madrid y el nacional anunciaban el cierre de todo el sistema escolar de la comunidad madrileña a partir de mañana miércoles, de cero años a universidad, en principio por un tiempo de dos semanas, pero no tengo muchas dudas de que se alargará hasta, al menos, un mes. El cierre de colegios es una vía para tratar de evitar movimientos de población y que la circulación del virus se frene, pero no es efectiva en todos los casos. En este concreto que nos afecta sus efectos sanitarios son mixtos, y dependen mucho del comportamiento de los niños una vez que no vayan a clase. Portadores de la enfermedad, apenas la sufren, pero pueden transmitirla, por lo que es trascendental que se queden en casa y que no se junten todos en parques y zonas de juego, mucho menos a puerta cerrada, porque lo que evitamos con el cierre lo propiciamos con la alternativa. Para los padres, a partir de mañana se abre un escenario confuso y lleno de dudas, que va a forzar a muchos a quedarse en casa para cuidar a los niños, en lo que sería sanitariamente lo más adecuado, porque es más seguro que los niños se queden en casa con los padres que con los abuelos, sobre todo para la salud de estos últimos, que son los más susceptibles de enfermar. Habrá padres que puedan quedarse en casa y otros que no, y supongo que en la jornada de trabajo de hoy miles y miles de personas tratarán de negociar medidas con sus empresas para diseñar un escenario para mañana. Las bajas, incentivadas, consentidas o escaqueantes, se dispararán a partir de mañana y cada uno tratará de buscar una solución como pueda. Y no será fácil. Y no será porque otros países no han tomado esta medida con anterioridad y no nos han dado un tiempo precioso, días, que nos hubieran servido para organizar un escenario así. Como siempre nos pasa, nos hemos dormido en los laureles, hemos procastinando de una manera tan profesional como vergonzosa y, a menos de 24 horas del cierre escolar, las alternativas existentes son casi nulas. Y ya saben cómo evolucionan las cosas, con una muy elevada probabilidad, en unos pocos días el cierre escolar se extenderá a todo el país porque las curvas de crecimiento de la enfermedad son muy testarudas, y seguirán la evolución marcada por Italia con una tozudez desesperante. Los del resto de CCAA tienen un par de días para ver cómo gestionar a los niños en casa.

Ayer Irlanda, nación muy pequeña que está en un estadio de la crisis menor que el nuestro, decidió suspender los desfiles de San Patricio, su patrón nacional, tanto en Dublín como en Cork, en una medida dura, pero necesaria para tratar de que, cuando les toque lo duro, que les tocará, lo haga a menor velocidad y tengan mayor margen de actuación. A la vez, aquí siguen a todo trapo las fallas valencianas sin que nadie ose a suspenderlas, como debiera ser, y siguen los preparativos de una Semana Santa que tendría que estar ya prácticamente cancelada. Y así miles y miles de jaranas, eventos y chuflas que nadie tiene tres dedos de frente para decir que deben ser cancelados. No tenemos remedio.

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