La
imagen de la sesión del Congreso de los Diputados de ayer lo dice todo en su
vacío, su desolación. Si uno aterrizase ahora en el mundo y lo viera
pensaría que el compareciente es un miembro del grupo mixto, porque es con esas
intervenciones cuando la masa de diputados aprovechan para salir del hemiciclo
y atrincherarse en la cafetería o en otras zonas del parlamento. Ayer, sin
embargo, la cafetería estaba cerrada, y el resto de áreas del edificio estaba
tan desolada, o más, que el propio salón de sesiones. Nada es como era antes de
la crisis del coronavirus, y en el Congreso, a simple vista, también se nota.
En lo que hace al
desarrollo de la sesión en sí, poco que comentar, salvo un relativo milagro y
la acostumbrada melancolía. El milagro viene del acuerdo de fondo que existe
entre PSOE y PP para aprobar todas las medidas que se presenten para hacer frente
a la crisis, lo que es ya un avance. El PP parece haber optado por no hacer
mella en los errores cometidos por el gobierno en la gestión de esta crisis,
especialmente hasta el 8M, el día de la irresponsabilidad nacional, y aunque
mencionó de pasada algunas de estas carencias, Casado afirmó que apoyará todo
lo que haga falta, bien sea la aprobación del actual estado de emergencia o la
más que probable extensión, extensiones, del mismo durante el tiempo que sea
necesario. Ese apoyo se ampliará a los paquetes económicos que el gobierno ya
ha presentado y que, también, deberá ir ampliando a medida que el desastre
económico en el que nos adentramos ahonde en su profundidad. Esa mayoría muy
absoluta que representan PSOE y PP garantiza que todas las medidas legislativas
que se vayan proponiendo saldrán adelante. A partir de ahí, la melancolía que
produce ver cómo los tres extremos populistas de la cámara, Vox, Podemos y el independentismo
catalán, siguen instalados en su discurso sectario del que no les baja ni la
peor de las crisis imaginable (está en la que estamos, por ejemplo). Esas fuerzas,
con sus votos, aprobarán el estado de emergencia vigente, pero a partir de ahí
el discurso que mostraron ayer vuelve a exhibir otra vez su corteza de miras y
su necedad. Vox, que el citado 8M contribuyó a la irresponsabilidad colectiva con
un contagio masivo bajo techo, habló de unidad y patria, pero acabó gritando
casi de todo, en un discurso destructivo, el único que posee, al respecto de
una crisis de la que apenas se ha enterado, no sabe nada y en cuyo desarrollo
su principal papel ha sido el de extender el número de positivos. Podemos,
satisfecho de estar en el gobierno, se honra de las medidas tomadas,
especialmente la aprobación por la puerta de atrás de la presencia de Iglesias
en el CNI, cosa que sin duda alegra infinitamente al líder absolutista de esta
formación, que posee un ego sólo comparable a la dimensión de la vigente
crisis. Comparados los discursos de Vox y Podemos, me reafirmo que serían esos
dos partidos los que debieran formar coalición, porque si intercambian un par
de sustantivos entre ellos pueden usar las mismas plantillas, rimas huecas y
frases demagógicas. Por su parte, el independentismo catalán no pierde
oportunidad para desmarcarse de todo y mostrar que su ombliguismo no tiene
límites. El tuit que colgó Clara Ponsatí hace unos días, que a toda prisa
difundió su jefe, el fugado Puigdemont, refleja muy bien la catadura moral de
esta gente, enferma de nacionalismo hasta el extremo. Sí, conseguiremos
encontrar una vacuna que nos inmunice del coronavirus, pero del nacionalismo no
hay manera de hallar una cura ni de algo que permita bajar su delirante fiebre
y síntomas.
Lo importante, con lo
que nos debemos quedar es que, de facto, de mientras dure el estado de
emergencia y al situación excepcional, y háganse a la idea que va para largo,
el gobierno de unidad PSOE PP lo será en el Congreso, y todo se aprobará con el
voto de, al menos, esos dos partidos, lo que da una cierta garantía de
estabilidad. Queda la gran duda de los presupuestos que habrá que hacer tras
este envite, unos presupuestos de guerra, que ojalá también contasen con un
inmenso apoyo, pero que temo que se conviertan ya en arma arrojadiza entre unos
y otros. De momento no es así. Conformémonos con eso, que no es poco.
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