martes, marzo 17, 2020

La bolsa debiera cerrar temporalmente

Ayer el Ibex se cayó un 8% en otro día negro, en lo que no es sino un collar de perlas oscuras que se suceden sin cesar. Y pudo ser peor, porque a media mañana la bajada era del 12% y se perdía el nivel de los 6.000 puntos, que al final se mantuvo. Es melancólico pensar que hace apenas tres semanas y media el índice se situaba en el entorno de 10.100 y con perspectivas de seguir subiendo en una coyuntura internacional compleja pero que pintaba favorable. Por la tarde, el Dow Jones, que empezó cayendo un 7% aceleró sus pérdidas desde a lo largo de todo el día y acabó cayendo el 13%, el segundo mayor desplome de su historia.

¿Tiene sentido que las bolsas sigan abiertas? Dado que hoy en día la operativa es electrónica los mercados pueden funcionar estando todo el mundo en casa, por lo que su apertura no viola la regla sanitaria que nos hemos impuesto, pero el comportamiento habitualmente caótico de la bolsa se ha convertido, desde hace unos días, en un espectáculo de pánico desatado en el que las cotizaciones se hunden sin remedio, dejando a (casi) todos los operadores deshechos y con pérdidas inasumibles, pérdidas que no dejan de crecer a medida que pasan los días, la crisis se prolonga y nos hacemos a la idea de que la economía real va a quedar deshecha tras el paso del coronavirus. La última vez que se suspendieron las cotizaciones fue en 2001, con el atentado de las Torres Gemelas del 11S. El bajo Manhattan, la sede de la bolsa de Nueva York, quedó convertido en un campo de guerra y era físicamente imposible operar. Ahora, como si se tratase de un ataque con una bomba de neutrones, todas las infraestructuras, bursátiles y no, permanecen en perfecto estado, pero somos los humanos los que nos vemos atacados por el virus y mostramos la vulnerabilidad que en su día exhibieron estructuras y edificios. A medida que el cierre de naciones se propaga por todo el mundo, de una manera desorganizada, los efectos económicos se extienden sin cesar y el parón de la actividad va camino de ser global. Por ello, con una economía que va a colapsar en los próximos días en España, que ya lo ha hecho en Italia, y que lo hará en el resto de Europa y EEUU, que las bolsas sigan abiertas no es algo que tenga mucho sentido. En España, el regulador, la CNMV, ha prohibido las posiciones cortas, que es una forma de actuar en bolsa que permite ganar dinero cuando los mercados bajan, en aras de buscar una cierta estabilidad y contención en los desplomes, pero no ha hecho nada más, porque entre otras cosas no puede. El Ibex funciona con el calendario europeo que afecta a las bolsas del viejo continente, y debiera ser una decisión internacional la que decretase el cierre, y la duración del mismo. Mientras tanto, asistiremos a sesiones de rebote en las que algunos tratarán de rehacer sus destrozadas carteras mientras que otros claudiquen del todo, seguidas de otras sesiones en las que las caídas seguirán hasta que lleguen a un punto en el que carezcan de sentido. ¿Cuál es ese punto? Ni idea. Hace una semana, con los índices ya destruidos, parecía que los precios de compra eran muy atractivos, comparados con los que existían en el pasado, no ya el de semanas, sino de años. Ver, por ejemplo, a Telefónica, perdiendo los seis euros era un disparate y, a la vez, una muy tentadora oportunidad de compra, y ni les cuento cuando se perdió el nivel de los cinco euros, y así cada vez más bajo, más atractivo en precio, mayor pérdida de los que entran a un determinado nivel. Ayer las “matildes” cerraron a un ridículo precio de 3,68, que puede ser una excelente oportunidad de compra, o carísimo en un par de días.

Cerrar temporalmente la bolsa no es un anatema, ni una medida populista, sino otra barrera de protección como las que día a día se erigen en una situación de guerra, nada virtual, muy real, en la que lo que usted pensó que nunca iba a pasar sucede día tras día. Si cerramos las fronteras y Europa se carga en una tarde el tratado de Schengen, que es una de las mayores creaciones de esta UE que, ella misma, corre riesgo de ser devorada por el maldito virus, que no pensar de mercados de valores, que se pueden reabrir en un instante cuando las cosas se estabilicen. Sería otra de esas decisiones que hacen historia en medio de esta historia que vivimos.

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