lunes, marzo 16, 2020

Reclusión


El viernes por la mañana empezaba a ser obvio que ese iba a ser el último día en el que íbamos a estar en la oficina durante bastante tiempo, por lo que empezó un apresurado, nervioso y caótico proceso de instauración del teletrabajo, en una organización que apenas está preparada para ello en niveles que no sean directivos. Carreras, prisas, nervios, imprevisión, voluntarismo, esfuerzos, con la intención de que, al menos, todos los empleados pudiéramos conectarnos desde casa. Hoy se verá hasta qué punto eso es posible, tanto en nuestro trabajo como en tantos otros.

Con al menos una semana de retraso, el gobierno anunció el viernes que el sábado decretaría el estado de alarma , en un movimiento que demuestra la absoluta bisoñez del actual equipo de Moncloa porque, como ante una devaluación monetaria, estas son medidas que se aplican unos minutos antes de anunciarlas. A lo largo del sábado íbamos a saber en qué se concretaban estas medidas tras un consejo de ministros extraordinario, que empezó a las diez y media y tenía prevista su rueda de prensa a las dos de la tarde, pero ni a las tres ni a las cuatro ni a las ocho compareció nadie, dando así rienda suelta a todo tipo de bulos, rumores, intrigas y caos en unas redes que ardían en medio del silencio de Moncloa. El enfrentamiento entre las dos patas del gobierno, la de PSOE y Podemos, se pudo manifestar en toda su crudeza, como así señalaban muchos medios, y es que si los afines al gobierno señalaban que hubo “divisiones y debate” pueden imaginarse los tacos que se lanzaron sobre esa mesa. La misma presencia de Pablo Iglesias, que debía estar en cuarentena, en la reunión de los ministros, lanzó un nefasto mensaje. ¿Cómo el gobierno pide a la población que mantenga cuarentenas y protocolos si el vicepresidente del mismo no es capaz de hacerlo? A mi entender, la crisis del gobierno es plena, y pase lo que pase con esta crisis, el equipo que rige en Moncloa está roto, lo admita o no. La comparecencia que realizó Sánchez a las nueve de la noche le salvó la cara, porque en contenido y formas, se ajustaba al momento de extrema gravedad que vivimos. Serio, con una aire presidenciable, expuso los puntos que desarrollan el decreto del estado de alarma, que entraría en vigor pocas horas después, y trató de detallar el contenido de cada uno de esos puntos de una manera comprensible, aunque sea realmente imposible que una norma recoja de este tipo recoja todos los supuestos a los que afecta. La decisión de que sólo ministros del PSOE (sanidad, defensa, interior y Movilidad) sean los responsables de la gestión de la crisis en todo el país señala que no hay confianza alguna en el equipo de Podemos por parte del presidente. Cierto es que es más seguro estar en manos, pongamos, de Margarita Robles que en las de Pablo Iglesias, por lo que apruebo la decisión. Las preguntas telemáticas que se hicieron después de su comparecencia se centraron tanto en las medidas del estado de emergencia como en la imagen de crisis que había dado el gabinete. A las primeras Sánchez contestó como pudo y supo, a las segundas, simplemente, las eludió. El balance político de la jornada dejó un saldo favorable para la figura del propio Sánchez, pero muy negativo para la imagen del gobierno de coalición, que naufragó. La decisión de dejar para mañana martes las medidas económicas que permitan, ay que ilusión, paliar la tremenda crisis que se nos viene encima demuestra que la batalla entre las dos caras del ejecutivo está siendo dura y cruel, y que es de esperar cualquier cosa al respecto.

En fin, con este panorama político de cierto naufragio es como afrontamos el tercer día de cuarentena desde unos hogares de los que no debemos salir. El número de contagios sigue subiendo y el recluirnos todo en casa es una medida muy necesaria que, lo siento, sólo empezará a generar efectos a partir de unas dos o tres semanas, cuando los infectados que surjan sólo sean los que se contagiaron hasta este pasado sábado. A partir de hoy empiezan semanas en las que da igual que sea lunes o sábado, o martes o viernes. Todos serán una repetición de sí mismos, y todos, todos, todos, en casa, viéndolo.

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