viernes, marzo 06, 2020

Se aclara la carrera demócrata en EEUU


El coronavirus lo está ocultando todo, y el resto de noticias languidecen, salvo una, la del vertedero de Zaldíbar, que seguiría opacada aunque la epidemia no existiera, porque los dos trabajadores enterrados importan a poco más que sus familias. Han tenido la desgracia de morir en el oasis del PNV y PSE, y eso les convierte en molestia, no en noticia. Si se encontrasen bajo toneladas de residuos ilegales en otra comunidad, a buen seguro que tendríamos especiales de televisión al rojo candente siguiendo los trabajos de rescate y denuncias a tutiplén sobre lo ilegal de la empresa en la que se dejaron la vida. Tranquilos, nada de eso sucederá, sigan circulando.

Una de las noticias grandes que ha quedado sepultada es la de las primarias demócratas en EEUU. El día 3 fue el supermartes, en el que votaron un grupo enorme de estados y se decantó un tercio de los compromisarios que elegirán al candidato presidencial. Se esperaba que esta cita aclarase las cosas en un partido que presentaba una alarmante inflación de candidatos, y así ha sido. De los cinco grandes competidores que quedaban, tres han dejado de serlo tras lo sucedido en esa jornada. El primero en abandonar fue el joven Pete Buttigieg, para alivio de todos los periodistas audiovisuales, que no se hacían con la pronunciación de su apellido. Lo dejó justo antes del martes, tras los resultados de Carolina del Sur. Tras un inicio muy potente, Buttigieg comprobó que la polarización de alternativas le perjudicaba y que, quisiera o no, esta elección se va a decantar entre septuagenarios, por lo que optó por retirarse y, supongo, esperar cuatro años para consolidar su figura en el país y demandar el cambio generacional que tendrá lugar, sí o sí, en 2024. Justo tras el supermartes abandonó Michael Bloomberg, candidato de perfil moderado, millonario hasta decir basta, que arriesgó toda su campaña al resultado de ese gran día, que derrochó millones de su bolsillo como nunca se ha visto y que cosechó un resultado tan desastroso que quedó claro que su candidatura no iba a ir a ninguna parte. Se estima en quinientos millones de dólares el dinero gastado, dilapidado, por Bloomberg en lo que sin duda ya es el mayor ejercicio de derroche vacío de la historia de la política norteamericana, lo que casi equivale decir a la mundial. Decidió presentarse cuando el resto de candidatos ya estaban lanzados, sin gran experiencia política salvo sus años de alcalde en Nueva York, y obsesionado por derrotar a Trump. Su figura mediática ha salido golpeada tras este fracaso y quizás, en el futuro, hacerse un Bloomberg se convierta en una frase hecha para expresar el derroche masivo que conduce a la nada, gastar y gastar para nada tener. Ayer, tras sus escasos resultados, se retiró Elisabeth Warren, senadora, de las más preparadas del partido, que se encontraba cada vez en una posición más incómoda porque su discurso, sin ser tan radical como el del Sanders, no cuadraba con el discurso moderado del resto de candidatos. Era la única mujer que quedaba con opciones tras el descarte de Klobuchar y en su despedida hizo referencia a que la campaña va a ser entre hombres para disputar la presidencia a un hombre. Tras las bajas, parece claro que la disputa se va a dar entre los dos candidatos que más recorrido tienen y que presentan dos caras opuestas del partido, el radicalismo que se vende como socialista de Sanders y el pragmatismo que se vende como gobierno de Biden. Biden ha estado en el principio de este proceso con un pie en la tumba electoral tras los desastres cosechados en Iowa y Nevada, pero ha sabido aguantar y salió como el claro ganador del supermartes, con un resultado excelente. La renuncia de candidatos moderados ayuda a sus expectativas, dado que ahora él es la figura que todo ese votante puede acoger como menos mala. Los demócratas tienen el reto de escoger entre el candidato radical que enamora a sus desatadas bases, Sanders, o un candidato que no emociona mucho al electorado demócrata pero que puede ser el único con opciones reales frente a Trump. Nuevamente, la elección debe ser la de alguien que maximice las opciones de victoria, no de quien encandile a los forofos. Por eso es probable que Biden sea el escogido.

Sea cual sea el candidato, a día de hoy las opciones que posee de ganar a Trump el próximo 3 de noviembre son escasas, empezando porque lo normal es que un presidente sea reelegido. ¿Quién puede derrotar a Trump? A día de hoy sólo uan recesión económica podría tumbar sus aspiraciones de renovación, y aquí vuelve a entrar en escena el coronavirus y sus efectos. Brama Trump contra la FED para que regale el dinero y, así, compre tiempo hasta noviembre, para mantener el ciclo de crecimiento que se alarga hasta el infinito en EEUU. De no mediar crisis económica lo más previsible es que sea Biden el que lea el discurso de derrota demócrata en la noche del primer martes de noviembre, pero ya ven la actualidad, cada día es más imprevisible (salvo en Zaldíbar, claro).

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