jueves, marzo 12, 2020

Desconexión global


A medida que las naciones toman medidas, en unas actuaciones que aparentan estar completamente descoordinadas, asistimos en directo a la voladura de las estructuras sociales y económicas que dan sentido a nuestra vida y le otorgan sus características. El coronavirus se extiende sin que nada parezca frenarlo de manera efectiva, y sólo el aislamiento absoluto, el régimen monástico medieval puede frenarlo. Y eso, que es antinatural para nuestra mente moderna, es lo que está destrozando las ilusiones y sentimientos de una población global, que ve como el reloj lleva unos cuantos días girando en sentido contrario y nos está trasladando a un pasado de siglos oscuros, del que leíamos cosas con misterio y aprensión, y que ahora está aquí.

La decisión de Trump de ayer de suspender los viajes con la Europa Continental es la última medida de aislamiento. La penúltima la tomó también ayer por la noche el gobierno italiano, cuando decidió cerrar el país por completo y determinar que sólo farmacias y tiendas de alimentación se mantuvieran abiertas. Italia ya es la Florencia de la peste de la que huían los protagonistas del Decamerón de Bocaccio, y su realidad es la que nos espera al resto, empezando por los españoles, en un plazo no de semanas, sino de días. Es probable que entre hoy y el fin de semana el gobierno decrete cierres parciales o totales del país, amparado en la declaración oficial del estado de emergencia, alarma o de alguna figura similar. Italia es ahora mismo una nación paralizada, con una economía detenida que no va a ninguna parte y una sociedad estabulada, que debe permanecer en casa sin hacer mucha cosa esperando a que el tiempo y el aislamiento sean los que impidan la propagación del virus. Nuevamente el remedio medieval es el único que parece ser efectivo para luchar contra la pandemia. Mi consejo, querido lector, es que vaya asimilando que lo que viven los italianos ahora mismo es lo que se va a producir aquí dentro de pocas jornadas. Asombra ver el paralelismo que se da entre ese país y el nuestro en la evolución de los acontecimientos y en el decalaje de los mismos. Allí también mucha gente festejó, de manera absolutamente irresponsable, el que los colegios y universidades se cerrasen, organizando fiestas, llenando terrazas y bares, y viajando sin freno por el país desde los lugares en los que se encuentran los centros de estudio a los de residencia habitual de los estudiantes, en un ejercicio de irresponsabilidad propagadora del virus digno de estudio. En España hemos visto exactamente lo mismo, la misma falta de cordura, el alucinante festejo colectivo que llena locales de ocio nocturno como si estuviéramos en una recreación del verano, con botellones por doquier. Visto con distancia, parece la fiesta que organizan un grupo de incautos desesperados antes de ser capturados por el enemigo. El mundo se desconecta, se sume en sombras de temor e incertidumbre, y algunos siguen pensando que esto no va con ellos. Sin la responsabilidad social adecuada, las decisiones que tomen las administraciones, más o menos acertadas, serán poco útiles. Veíamos con risa y sensación de extrañeza que China decretase el aislamiento en grandes ciudades y pensábamos que eso sucedía en otro mundo, en otro planeta, en un lugar en el que no nos afectaba nada. Y ahora ya está aquí, y seguimos pensando que no va con nosotros. Y la situación no es mejor en otras naciones, porque tanto Reino Unido como otros países nórdicos siguen sin adoptar las mínimas medidas de bloqueo necesarias para tratar de que el escenario de pandemia, que les alcanzará inevitablemente, o haga a un ritmo más moderado, digerible por el sistema de salud y las costuras de la sociedad. De poco sirven los ejemplos de los adelantados y los avisos de los vigías, los barcos siguen estrellándose en los arrecifes.

¿Cuánto tiempo puede aguantar una sociedad moderna una situación como esta? ¿Qué sucede cuando la economía se para por completo y la actividad llega casi a cero? ¿Cómo afrontar una parálisis no ya de la nación, sino de las vidas, durante un tiempo prolongado? Nadie tiene las respuestas a este maldito experimento que estamos viviendo, pero a buen seguro las iremos conociendo a medida que nos adentremos más y más en él, con el deseo absoluto de que nada de esto hubiera pasado nunca, y con la certeza de que, tras ello, el mundo no será como lo hemos conocido hasta ahora.

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