lunes, marzo 23, 2020

Sánchez y Churchill


Este fin de semana hemos tenido dos comparecencias de Sánchez desde la Moncloa, distintas y de valor también muy diferente. La primera, el sábado, fue un largo ejercicio de autobombo vacío de contenido, que buscaba transmitir un mensaje emocional y que, a mi entender, sólo generó hartazgo. Ayer, tras la videoconferencia con los presidentes autonómicos, la comparecencia fue más breve, con más anuncios, como el de la prolongación del estado de emergencia quince días más, y nuevas alusiones a lo emotivo, pero en una actuación algo más contenida, frente al vacío del sábado noche.

Cuando llega una crisis el espíritu de Churchill, que nunca se ha ido del todo, resucita con fuerza y todos los políticos quieren apropiarse de él, ejecutando frases y sentencias que buscan inspirarse, cuando no directamente copiar, en lo que dijo el premier británico en las horas más duras de su nación frente al imperio nazi. La oratoria y la arenga del líder es algo tan clásico que su inicio puede fecharse en, al menos, el discurso fúnebre de Pericles, que es un sentido alegato a favor de los valores de la democracia ateniense, pero de ahí en adelante son ingentes los ejemplos de pláticas de ánimo, que buscan enervar a las masas y tropas. El cine ha abusado de ellas y los políticos actuales, poco dotados para casi todo lo que no sea extender la bronca, recuren en estos tiempos de zozobra a la copia directa de párrafos o al parafraseo de sentencias usando ejemplos del pasado, y claro, Churchill sobresale entre todos ellos por la proximidad temporal de su acción, por lo conocido de su figura y, obviamente, por la brillantez de sus discursos, que marcaron un hito. A lo largo de estos días Sánchez, Casado, EL Rey y todo el que ha salido a dar discursos ha pretendido situarse en un Westminster imaginario, ver a la nación a la que se dirige el Londres azotado por el Blitz y a l virus enemigo vestido de nazi, con grandes esvásticas y negro atuendo. ¿El resultado es el esperado? Pues no. Escuchar las grandes frases de don Winston funciona a veces, pero de tan repetidas han perdido mucho de su valor, y además no sólo eran sus palabras, sino su acción, lo que les daba el valor debido. Uno puede escuchar odas al sacrificio y unión por parte de Sánchez o Casado y preguntarse hasta qué punto esas bellas palabras salen de gargantas y cuerpos que no las representan. En la clase política española la clase no ha sido, precisamente, uno de los valores más cultivados, sino más bien lo contrario. El arrojarse las culpas unos a otros, el sectarismo y la politiquería barata han ido conquistando cada vez más espacio en un momento en el que la imagen ha conquistado al mensaje, la pose al contenido, el tuit al pensamiento. Y en estas nos llega una crisis de las gordas, de las serias, de las del mundo muy real ante la que la ideología no sirve para nada y requiere actuación, eficiencia, liderazgo real y espíritu de sacrificio. Nada de eso ha existido en la política española ante crisis enormes, como la del separatismo catalán o la Gran Recesión de 2008. Por eso, ante apelaciones políticas sobre la necesidad de actuar juntos, que son ciertas y necesarias, gran parte de la audiencia mira con cara de mosqueo, y un “sí, sí” sarcástico que denota que la credibilidad de los que emiten estos mensajes es muy muy baja. Actuaciones de irresponsabilidad absoluta como la de Iglesias, saltándose la cuarentena y alentando desde el gobierno caceroladas contra la jefatura del estado mientras cientos de personas mueren cada día contribuyen a este mosqueo general ante una política que no sabe, y parece, no quiere, estar a la altura necesaria y debida.

Una cuestión interesante de las comparecencias de Sánchez, que ahonda en la sensación de estar ante un pose, es el papel de Miguel Ángel Oliver, el secretario de estado de comunicación. Ante la necesidad de realizar las ruedas de prensa de manera telemática, en sus primeras celebraciones los periodistas mandaban por whatsapp textos o vídeos, pero ahora es el propio equipo de Oliver el que filtra las preguntas, edita y muestra en pantalla, por lo que es evidente que se edulcoran en mayor o menor grado. Y esto nuevamente contribuye a restarle valor a estas necesarias comparecencias. El equipo de Moncloa debiera volver a la anterior modalidad de entrevistas, pero dudo mucho que lo haga.

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