Mañana es fiesta en
todo el país, 1 de mayo, día del trabajo. Fiesta en medio mundo, no en EEUU,
que celebra el llamado “labour day” en otra fecha, y esta vez sin
reivindicaciones en la calle ni manifestaciones de ningún tipo. No deja de ser
paradójico que el día del trabajo se festeje en medio de la más desoladora de
las crisis y con el desempleo batiendo records en todas las naciones. Cuando
podamos salir de casa para ir al trabajo muchos no tendrán trabajo al que poder
ir. Es un panorama tan desconocido y gris que genera pesadumbre en todos,
tengan su trabajo en peligro o crean que no. Así que poco que festejar en el
día de mañana.
Lo cierto es que se
acerca otro puente, el segundo tras los festivos de semana santa, en el que el
concepto mismo de puente o festivo se difumina, porque encerrados en casa la
diferencia entre un día laborable o no es, como mínimo, difusa. La regla dice que
en los laborales los que teletrabajamos pasamos muchas hora delante del
ordenador y en los festivos menos, pero eso es algo discutible. ¿Cómo afronta
cada uno de ustedes la diferencia entre unos días y otros? Quizás la única
manera sea la de establecer rutinas, pautas que nos permitan distinguir fechas,
y nos sitúen no ya en puntos del calendario, sino en días de la semana.
Levantarse siempre tarde y pasarse todo el día en pijama puede ser algo que
haga la mayoría de la población, no lo se, y desde luego es muy tentador para
el gran grupo de gente que somos los que vivimos solos en pisos, pero no me
parece lo más acertado para sobrellevar todo esto. Desde luego está en el ánimo
y forma de ser de cada uno el encontrar la manera de reconstruir, si se me
permite usar esa expresión, los días, de darles un sentido horario y temporal,
y creo que ahí tenemos algunas ventajas los que somos aficionados a
autoimponernos rutinas en la vida normal, que muchas veces son vistas desde
fuera como castigos, restricciones y barreras para el desarrollo del día a día,
cuando en no pocas ocasiones son elecciones propias, a veces inconscientes,
otras forzadas, que asumimos con naturalidad. Cierto es que las rutinas pueden
degenerar en comportamientos patológicos, y eso debe evitarse, porque al final
puede convertirse en un grave problema para la convivencia social y la
estabilidad personal de quien las practica, pero unas mínimas pautas de
autocomportamiento en estas situaciones es más que conveniente. En mi caso los
días laborables mantengo un horario muy similar al que tenía antes de
encerrarme en casa, forzado por el de la oficina. Me levanto a la misma hora,
intento comer más o menos a la misma y también cenar, aunque sea algo que no
tiene un pleno sentido dado que el tiempo de traslado entre mi casa y el
trabajo y la convivencia con las amistades en, pongamos la hora de la comida,
ya no existe, pero me hace pensar que es un día laborable, que tengo cosas que
hacer en el trabajo y que eso me va a ocupar gran parte del día. La experiencia
durante este ya mes y medio de encierro es que el teletrabajo supone una
dislocación de horarios, un desmadre. Muchos de los jefes y compañeros
mantienen el anárquico horario de la oficina gubernamental madrileña, con
horarios de tarde bastante más agitados y tardíos de los de la mañana, y muchas
de las cosas que me llegan para hacer vienen lejos de un tiempo razonable, y
normalmente a rachas, con horas muertas seguidas de horas frenéticas, sin ritmo
ni cadencia que permita organizar las cosas. Creo que no estamos preparados
para esta manera de trabajar, y para ciertas actividades resulta imposible.
Los festivos y fin de
semana mantengo los horarios que tenía antes de la pesadilla, levantándome más
tarde, pero tampoco mucho (duermo mal desde siempre, no me cuesta madrugar) y
con horarios de comida distintos, mucho más tempranos que entre semana. ¿Funciona
el intento para separar unos días de otros? Sí, pero casi siempre me asalta una
sensación de artificialidad, de un sábado en el que me pregunto qué es lo que
lo distingue de un martes, y prefiero no seguir cuestionándome para no admitir
que la respuesta es “casi nada. El no escribir el blog fuera de los días
laborables es otra manera de separarlos de los que no lo son, una barrera tan
falaz como otra cualquiera.
Por eso, mañana,
viernes festivo, no habrá artículo. Hasta el lunes 4, o no lunes, o lo que sea
el próximo 4 de mayo.