Una de las muchas
cosas nefastas de estar viviendo en la vida real una película de catástrofes
futuristas es que las cosas no funcionan como mandan los cánones de Hollywood. Sí
observamos escenas de miedo, tensión, angustia , que nos mantienen atrapados, y
descubrimos la presencia de héroes en nuestro entorno cuando los ignorábamos
por completo, pero uno de los baluartes de estas historias, el papel de los
EEUU como nación líder del mundo, y más concretamente el de su presidente, es
algo que no se ve por ninguna parte. Justo al contrario, desde la Casa Blanca
se representa un cierto papel de villano que escapa de la lógica de las
películas que tanto y tan bien se nos ha vendido.
Es inevitable, aunque
no sea muy justo, criticar el papel de EEUU en esta crisis desde un país como
el nuestro, uno de los más afectados y que presenta las peores cifras del
mundo. A día de hoy, en ratios por millón de habitantes, España es el país con
más infectados y el segundo en mortalidad, sólo superado por Bélgica. Eso mide
nuestra catástrofe de una manera objetiva, y nuestro fracaso a la hora de
afrontar todo esto. En EEUU, con más de trescientos millones de habitantes, las
cifras de infectados y fallecidos absolutos son enormes, pero en relación a su población
se encuentra aún en ratios que no son sino una cuarta o quinta parte de los
nuestros, por lo que relativamente está mucho mejor. Sin embargo, es evidente
que las cifras norteamericanas vienen en gran parte agravadas por la mala
gestión que se ha hecho desde las autoridades de aquel país de la epidemia, y
muy concretamente desde la presidencia de la nación. Cuando Europa ya se sumía
en las sombras y eran evidentes los fallos de gestión que países como el
nuestro o Reino Unido habían cometido, tardando en exceso en actuar, seguía Trump
manteniendo un discurso negacionista con la única intención de que su
reelección no se viera afectada. Esa era, y es, su única obsesión, y se ha
visto que ante este colosal problema su actitud es la de siempre, negar que el problema
existe y, cuando lo tienes en frente de las narices, hacer todo lo posible para
buscar un culpable al que cargar con él. Trumo ejerce cada día el cargo
ofreciendo una lección práctica de lo que no es el liderazgo y lo que supone la
absoluta falta de responsabilidad. Es el egoísmo personificado. Comparado con
él, nuestro desnortado gobierno incluso saca buena nota, así que háganse una
idea. El prestigio de la Casa Blanca en su país y en el mundo es otro de los
pacientes de esta epidemia, y sigue intubado en la UCI con un pronóstico de
extrema gravedad. Pero no contento con esto, Trump se ha lanzado a la discordia
política desde su cargo, emulando a Adriana Lastra cuando sube a la tribuna,
con la diferencia de que Adriana no manda y apenas pinta nada en España,
imagínense en el mundo. Con sus tuits incendiarios busca crear división en
estados donde, no es casualidad, perdió en las pasadas elecciones por márgenes
muy estrechos, y frente a las órdenes de confinamiento decretadas por los
gobernadores, ha intentado reventar el orden reclamando la “libertad” de los
ciudadanos de esos estados en un ejercicio de irresponsabilidad que no puede
sino ser visto con trazas de auténtica criminalidad. Hemos vistos
manifestaciones en las calles de algunas ciudades norteamericanas, aplaudidas
por Trump, que se oponen al confinamiento porque lo consideran una medida
autoritaria de los demócratas, en un ejercicio de irracionalidad digno de
estudio. Y todo ello alentado desde la propia presidencia del país. Esto no lo
habría imaginado ni el más subversivo guionista.
De hecho cunde la
sensación de que el gobierno federal de EEUU no mantiene un elevado control
sobre el país, da la sensación de cierto riesgo de descontrol en aquella gran
nación. Ya en la crisis del Katrina de Nueva Orleans se vio a una autoridad
nacional lenta en la actuación y desbordada, a una sociedad carente de un
estado profundo que fuera capaz de controlar los brotes de violencia, siempre
con un arma en la mano en aquella nación, que surgían en el caos. El riesgo de
que ahora pueda volver a pasar algo parecido no es menor. Con la economía
desplomada, el desempleo disparado y la frustración creciente, EEUU afronta el
coronavirus sin liderazgo nacional y ofreciendo al mundo la sensación de ser un
gigante que flaquea. Las sensaciones que todo esto ofrece son de, sí,
decadencia.
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