viernes, abril 24, 2020

EEUU y su fracaso global


Una de las muchas cosas nefastas de estar viviendo en la vida real una película de catástrofes futuristas es que las cosas no funcionan como mandan los cánones de Hollywood. Sí observamos escenas de miedo, tensión, angustia , que nos mantienen atrapados, y descubrimos la presencia de héroes en nuestro entorno cuando los ignorábamos por completo, pero uno de los baluartes de estas historias, el papel de los EEUU como nación líder del mundo, y más concretamente el de su presidente, es algo que no se ve por ninguna parte. Justo al contrario, desde la Casa Blanca se representa un cierto papel de villano que escapa de la lógica de las películas que tanto y tan bien se nos ha vendido.

Es inevitable, aunque no sea muy justo, criticar el papel de EEUU en esta crisis desde un país como el nuestro, uno de los más afectados y que presenta las peores cifras del mundo. A día de hoy, en ratios por millón de habitantes, España es el país con más infectados y el segundo en mortalidad, sólo superado por Bélgica. Eso mide nuestra catástrofe de una manera objetiva, y nuestro fracaso a la hora de afrontar todo esto. En EEUU, con más de trescientos millones de habitantes, las cifras de infectados y fallecidos absolutos son enormes, pero en relación a su población se encuentra aún en ratios que no son sino una cuarta o quinta parte de los nuestros, por lo que relativamente está mucho mejor. Sin embargo, es evidente que las cifras norteamericanas vienen en gran parte agravadas por la mala gestión que se ha hecho desde las autoridades de aquel país de la epidemia, y muy concretamente desde la presidencia de la nación. Cuando Europa ya se sumía en las sombras y eran evidentes los fallos de gestión que países como el nuestro o Reino Unido habían cometido, tardando en exceso en actuar, seguía Trump manteniendo un discurso negacionista con la única intención de que su reelección no se viera afectada. Esa era, y es, su única obsesión, y se ha visto que ante este colosal problema su actitud es la de siempre, negar que el problema existe y, cuando lo tienes en frente de las narices, hacer todo lo posible para buscar un culpable al que cargar con él. Trumo ejerce cada día el cargo ofreciendo una lección práctica de lo que no es el liderazgo y lo que supone la absoluta falta de responsabilidad. Es el egoísmo personificado. Comparado con él, nuestro desnortado gobierno incluso saca buena nota, así que háganse una idea. El prestigio de la Casa Blanca en su país y en el mundo es otro de los pacientes de esta epidemia, y sigue intubado en la UCI con un pronóstico de extrema gravedad. Pero no contento con esto, Trump se ha lanzado a la discordia política desde su cargo, emulando a Adriana Lastra cuando sube a la tribuna, con la diferencia de que Adriana no manda y apenas pinta nada en España, imagínense en el mundo. Con sus tuits incendiarios busca crear división en estados donde, no es casualidad, perdió en las pasadas elecciones por márgenes muy estrechos, y frente a las órdenes de confinamiento decretadas por los gobernadores, ha intentado reventar el orden reclamando la “libertad” de los ciudadanos de esos estados en un ejercicio de irresponsabilidad que no puede sino ser visto con trazas de auténtica criminalidad. Hemos vistos manifestaciones en las calles de algunas ciudades norteamericanas, aplaudidas por Trump, que se oponen al confinamiento porque lo consideran una medida autoritaria de los demócratas, en un ejercicio de irracionalidad digno de estudio. Y todo ello alentado desde la propia presidencia del país. Esto no lo habría imaginado ni el más subversivo guionista.

De hecho cunde la sensación de que el gobierno federal de EEUU no mantiene un elevado control sobre el país, da la sensación de cierto riesgo de descontrol en aquella gran nación. Ya en la crisis del Katrina de Nueva Orleans se vio a una autoridad nacional lenta en la actuación y desbordada, a una sociedad carente de un estado profundo que fuera capaz de controlar los brotes de violencia, siempre con un arma en la mano en aquella nación, que surgían en el caos. El riesgo de que ahora pueda volver a pasar algo parecido no es menor. Con la economía desplomada, el desempleo disparado y la frustración creciente, EEUU afronta el coronavirus sin liderazgo nacional y ofreciendo al mundo la sensación de ser un gigante que flaquea. Las sensaciones que todo esto ofrece son de, sí, decadencia.

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