Compareció ayer
Sánchez otras vez desde la Moncloa para explicar el plan que ha elaborado el gobierno
para este estado de transición que vamos a recorrer hasta la nueva normalidad,
expresión que es anómala en sí misma, tanto como todo lo que vivimos. Reiteró
dos características el presidente en su presencia de ayer que no son correctas.
Una, la impuntualidad, dado que estaba previsto que compareciera a las 14 horas
y lo hizo a las 18, quizás por nuevas disputas en el seno de su gobierno. La
otra es la negación de la realidad, absurda cuando reiteró los datos de la OCDE
sobre test que ya la OCDE dijo que no eran reales. O no se enteró de esa
rectificación o no se quiso enterar.
El
plan que nos va a guiar en este camino es complejo e interesante, se basa en
saltos de fase y no tiene exactamente unas fechas marcadas en el calendario.
Frente a lo que vamos conociendo en otros países, ha eludido el gobierno señalar
días claves que sean para todos como rubicones y nos permitan hacer una especie
de cuenta atrás colectiva. Algo de eso habrá, porque cada una de las fases,
señalada con los números 0 a 3, se prevé que dure dos semanas, de tal manera
que, empezando el lunes 4 de mayo, nos iríamos a muy finales de junio recorriendo
todo ese camino, y para entonces la situación sería esa de la nueva normalidad
a la que tanto se refiere todo el mundo. Por el camino se irían relajando las
restricciones de una manera progresiva, sabiéndose por ahora los puntos básicos
de cada una de las prohibiciones que se levantarán en cada fase, y quedando a
la espera de órdenes ministeriales que detallen de manera más precisa todos
estos puntos. La otra dimensión interesante del plan de ayer es que se aplicará
por provincias, no siendo la sacrosanta CCAA la unidad territorial de acción. Salvo
algunas de las islas canarias y Formentera, que van más adelantadas, todos
empezaremos en fase cero y puede que lleguemos al final juntos, pero puede que
no sea así, en función de cómo evolucione la epidemia en nuestros territorios. Es
por ello que puede darse la situación de que algunas provincias evolucionen
correctamente, de acuerdo a lo programado, en su proceso de transición, pero
que otras se queden atascadas en alguno de ellos porque no cumplan los
requisitos deseados, de tal manera que para ese finales de junio parte del
puede haber concluido la fase tres pero otra no. Esto es algo correcto y tiene
lógica, porque el desarrollo de la epidemia ha sido distinto a lo largo y ancho
del país y está por ver el efecto de la relajación de algunas de las medidas en
las tasas epidémicas. Determinar si una provincia está lista para, a los
catorce días, pasar de una fase a otra se basará en una serie de indicadores
sanitarios, que todavía deben ser precisados en otra orden ministerial, entre
los que jugarán un gran papel, sin duda, tanto la tasa de contagio efectiva de
la enfermedad, al R0, que debe ser menor de uno (un enfermo contagia, en
promedio, a menos de un paciente) y la disponibilidad de plazas en las UCIs y
en el conjunto del sistema de salud, en previsión de que, Dios no lo quiera, se
produzca un repunte de los contagios. Se prevé que los valores calculados de
todos los indicadores para las provincias sean públicos y se pueda ir viendo
con algo de antelación la evolución, de tal manera que se haga el personal a la
idea de sí su zona va a pasar de fase o no en el momento deseado. En principio,
y visto en su conjunto, el procedimiento tiene una cierta lógica y es claro, y
está sujeto a los datos que se recojan, de tal manera que los pasos adelante, y
hacia atrás, están internamente asumidos y en la lógica de funcionamiento. Es
más flexible que una situación de fechas puras globales, más sencilla de
gestionar pero más difícil de rectificar en caso de que las cosas no vayan bien.
¿Problemas de este
sistema? Uno sobre todo, que es complejo. Parcelar el país en cincuenta pedazos
es una aproximación a ese concepto de supermanzana sanitaria que ha salido en
algunos modelos matemáticos como vía de salida, pero exige ser muy claros,
rápidos y transparentes en el uso de la información y que cada ciudadano sepa
perfectamente en qué fase se encuentra su provincia en cada momento y lo que
eso significa. A priori el sistema me gusta y puede ser útil, pero hay que
gestionarlo bien y no es fácil. Y debemos contar con la suerte necesaria para
identificar los brotes de contagio, que todavía existen, y acotarlos para que
no se vuelvan a descontrolar. El reto que tenemos por delante es grande.
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