lunes, abril 27, 2020

Niños a la calle


Empieza hoy la séptima semana de confinamiento general, el día cuarenta y tres que pasamos en casa con motivo de la pesadilla de la pandemia, y llega con la novedad, ya experimentada ayer, de que los niños pueden salir a la calle, siguiendo la regla de los tres unos. A una distancia de un kilómetro de casa, durante una hora al día, y acompañados de un adulto. Los pisos en los que conviven familias con hijos han sido durante todos estos días tremendas ollas a presión, leoneras en las que era casi imposible mantener la cordura en medio de una convivencia apretujada, ruidosa, desordenada y casi imposible de sostener. Era necesario dar una válvula de escape a esa situación.

La polémica que muestran hoy muchos medios es hasta qué punto el experimento de la salida infantil de ayer funcionó, como demo de lo que puede ser la futura salida deportiva de los adultos a partir del sábado que viene y el creciente relajamiento de otras medidas en semanas sucesivas. Los datos conocidos de la epidemia, más allá de la polémica de cómo se cuentan las distintas variables (que no se me olvide un día de estos hablar de ello) muestran una tendencia positiva, lo que quiere decir, sobre todo, que el distanciamiento social forzado por el confinamiento ha sido efectivo para parar el virus, de tal manera que, asintomáticos o no, casi todos los que estamos en casa desde hace semanas no tenemos la enfermedad. Eso es el freno más efectivo para los contagios y la mejor manera de evitar una segunda ola en la curva, sin que sepamos a priori cómo se comportará el virus en verano. Y es evidente que la regla de la distancia social entre las personas va a ser, cada vez más, la principal medida de precaución que debamos implantar para mantener los contagios a raya. Si nos relajamos en este aspecto, suponiendo capacidad de contagio constante del virus, es probable que vuelvan a surgir focos de contagio gracias a asintomáticos que son casi indetectables, y los nuevos focos se pueden expandir de una manera descontrolada, y volveríamos no al principio de la enfermedad, pero si a un nuevo punto de escalada de las variables negativas. ¿Sería tirar por la borda el esfuerzo colectivo logrado durante estas semanas de encierro? En parte sí, y eso sería muy grave. Ayer había escenas en los medios que no eran representación del comportamiento general de la población, pero sí que mostraban aglomeraciones y concentraciones de personas que no estaban tomándose en serio esa distancia social. Cierto es que al aire libre el riesgo de contagio es menor que en espacios cerrados, pero debemos tener muy claro que ese riesgo no es nulo si nos cruzamos muy cerca de alguien, y con paseos y jardines como los que se mostraron ayer empezamos a jugar a peligrosas loterías de contagio. Reitero, creo que no eran escenas representativas, me da la sensación de que la mayor parte de la población actuó de manera responsable y teniendo muy grabada en la mente la situación en la que estamos y los riesgos que se corren en caso de no comportarse como es debido, pero a medida que pasen los días, y futuras medidas de relajamiento del confinamiento se vayan dando, la responsabilidad de lo que suceda con los contagios irá basculando progresivamente del gobierno y del sistema sanitario a la sociedad en su conjunto, a cada uno de nosotros, que con nuestras actitudes contribuiremos, o no, a que el virus siga confinado y se agote. Debemos tener esto muy claro, y se que es difícil llevarlo a cabo, pero si no lo hacemos así será muy difícil evitar nuevas oleadas en el futuro, de intensidad difícil de determinar.

Me da que esta es la principal diferencia que nos separa frente a las sociedades asiáticas, poseedoras de una enorme disciplina colectiva, que ante situaciones como las presentes supone una ventaja enorme. Esa disciplinan es fruto de siglos de gestión social alternativa a la nuestra, y de la presencia de estados autoritarios mucho más coercitivos de lo que somos capaces de imaginar, pero lo cierto es que existe, y que la libertad individual, tal y como la conocemos en occidente, ni se estila ni, hasta cierto punto, se extiende. Prefiero una y mil veces nuestro sistema social, pero debemos reflexionar cómo adaptarlo, cada uno de nosotros, a esta nueva realidad, hasta que un tratamiento o vacuna nos permita vencer para siempre al virus.

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