Todas las mañanas
Fernando Simón sale a comentar ante los medios los datos diarios de evolución
de la pandemia, cifras que esconden vidas en cada uno de sus dígitos, salvadas
en muchos casos, perdidas en demasiados. La exposición pública de Simón, la
crudeza del horror que estamos viviendo y el baile a la hora de contabilizar lo
que vemos está contribuyendo a abrasar al portavoz, lo que supone un eficaz
cortafuegos para el gobierno y, en este caso, las CCAA, que son las que
elaboran los datos y los suministran al Ministerio, que se encarga de
recopilarlos y, en la medida de lo posible, armonizarlos. El que haya
diecisiete formas aparentes de contar lo hace todo mucho más difícil.
Si uno acude a la web del Instituto de Salud Carlos III
puede descargarse las series de datos de variables infectados, recuperados, hospitalizados,
estancias en UCI y fallecidos, que son las que dan la imagen de dónde nos
encontramos. Esas series contienen asombrosos altibajos, números negativos en
algunos casos si uno trata de hacer diferenciales para obtener las variaciones
diarias, y la sensación de que cada día se tratan de pulir de una u otra
manera. Algunos de estos ejercicios de ajuste tienen sentido, otros no tanto,
pero en su conjunto generan un problema para los profesionales y aficionados
que estamos intentando seguir la evolución de la pesadilla. El caso de los
positivos detectados es uno de los más claros. Hasta hace unos días esa cifra
era única, casos positivos y ya está, pero desde el viernes se desglosa en dos
partes, positivos detectados por PCR y otros positivos detectados por pruebas
serológicas. ¿Por qué esta diferencia? Tiene un sentido. Los que se han hecho
la prueba PCR son, en su inmensa mayoría, aquellos que están bajo la sospecha
de haber enfermado o en contacto con enfermos activos, como puede ser personal
sanitario o de riesgo. Una PCR positiva quiere decir que estoy desarrollando la
enfermedad, por lo que tengo que empezar un proceso de aislamiento en
cuarentena y quizás, ojalá no, acabe en un hospital si los síntomas van a peor.
El positivo en PCR puede acabar incluyéndose en todo el resto de categorías de
recuento que manejamos. No así los serológicos. Estos son personas que ya han
pasado la enfermedad, muchos de ellos asintomáticos. Si dan positivo en esa
prueba estuvieron enfermos, pero ya no lo están, y no van a pasar un proceso
hospitalario, por lo que no suponen una posible futura presión para el sistema
sanitario. Ambos, PCR y serológicos, han sido o son enfermos, y cuentan como
positivos reales, pero el tratamiento y atención médica que van a necesitar, y
derivado de ello la exigencia de recursos que reclamarán, son muy distintas. Al
sistema sanitario le interesan mucho más los PCR, porque son potenciales
futuros clientes suyos si las cosas van mal, mientras que los serológicos no le
van a dar demasiados problemas, casi seguro que ninguno. Por eso los técnicos
han decidido que sólo los analizados con PCR sean los que, desde hace unos
pocos días, se notifiquen públicamente como casos positivos, lo que ha hecho
que la serie se rompa y presente un salto anómalo. Sin embargo todos, PCR y
serológicos, han estado afectados por la enfermedad, por lo que debieran contar
como positivos reales. Otro de los argumentos de sanidad para excluir a los
serológicos del recuento diario es que no se sabe cuándo ubicarles, porque el
serológico detectado hoy ya ha pasado la enfermedad, y es imposible saber cuándo
la pasó. No le podemos asignar una fecha en el calendario de infección y
recuperación, porque no existió en el sistema hasta que se detectó con la
enfermedad ya curada, mientras que el PCR positivo detectado el día X va a
generar una secuencia de datos que, si requieren hospitalización, se alargará
en días posteriores a X, por lo que es importante registrarlo en el citado
punto X.
Y este es sólo uno de
los problemas gordos a la hora de analizar y contar los datos. No es lo mismo
medir la mortalidad respecto a los positivos PCR que respecto a los positivos
totales, siendo esta segunda mucho más baja que la primera. No
es lo mismo considerar el número de tests que se hacen a la población para
compararse con otros países si contabilizamos uno de los tipos de test o todos
ellos, y así decenas y decenas de problemas asociados a un recuento que
pudiera parecer obvio pero que no lo es, y que esconde trampas y problemas de
fondo que lo complican mucho. Y eso sin tener en cuenta los diecisiete posibles
criterios que están siendo utilizados en España, armonizados en algún caso,
dispares en otro. Y en el resto de países me temo que pasará tres cuartos de lo
mismo. Bueno, en los países en los que recuentan, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario