martes, abril 28, 2020

Datos, certezas y dudas


Todas las mañanas Fernando Simón sale a comentar ante los medios los datos diarios de evolución de la pandemia, cifras que esconden vidas en cada uno de sus dígitos, salvadas en muchos casos, perdidas en demasiados. La exposición pública de Simón, la crudeza del horror que estamos viviendo y el baile a la hora de contabilizar lo que vemos está contribuyendo a abrasar al portavoz, lo que supone un eficaz cortafuegos para el gobierno y, en este caso, las CCAA, que son las que elaboran los datos y los suministran al Ministerio, que se encarga de recopilarlos y, en la medida de lo posible, armonizarlos. El que haya diecisiete formas aparentes de contar lo hace todo mucho más difícil.

Si uno acude a la web del Instituto de Salud Carlos III puede descargarse las series de datos de variables infectados, recuperados, hospitalizados, estancias en UCI y fallecidos, que son las que dan la imagen de dónde nos encontramos. Esas series contienen asombrosos altibajos, números negativos en algunos casos si uno trata de hacer diferenciales para obtener las variaciones diarias, y la sensación de que cada día se tratan de pulir de una u otra manera. Algunos de estos ejercicios de ajuste tienen sentido, otros no tanto, pero en su conjunto generan un problema para los profesionales y aficionados que estamos intentando seguir la evolución de la pesadilla. El caso de los positivos detectados es uno de los más claros. Hasta hace unos días esa cifra era única, casos positivos y ya está, pero desde el viernes se desglosa en dos partes, positivos detectados por PCR y otros positivos detectados por pruebas serológicas. ¿Por qué esta diferencia? Tiene un sentido. Los que se han hecho la prueba PCR son, en su inmensa mayoría, aquellos que están bajo la sospecha de haber enfermado o en contacto con enfermos activos, como puede ser personal sanitario o de riesgo. Una PCR positiva quiere decir que estoy desarrollando la enfermedad, por lo que tengo que empezar un proceso de aislamiento en cuarentena y quizás, ojalá no, acabe en un hospital si los síntomas van a peor. El positivo en PCR puede acabar incluyéndose en todo el resto de categorías de recuento que manejamos. No así los serológicos. Estos son personas que ya han pasado la enfermedad, muchos de ellos asintomáticos. Si dan positivo en esa prueba estuvieron enfermos, pero ya no lo están, y no van a pasar un proceso hospitalario, por lo que no suponen una posible futura presión para el sistema sanitario. Ambos, PCR y serológicos, han sido o son enfermos, y cuentan como positivos reales, pero el tratamiento y atención médica que van a necesitar, y derivado de ello la exigencia de recursos que reclamarán, son muy distintas. Al sistema sanitario le interesan mucho más los PCR, porque son potenciales futuros clientes suyos si las cosas van mal, mientras que los serológicos no le van a dar demasiados problemas, casi seguro que ninguno. Por eso los técnicos han decidido que sólo los analizados con PCR sean los que, desde hace unos pocos días, se notifiquen públicamente como casos positivos, lo que ha hecho que la serie se rompa y presente un salto anómalo. Sin embargo todos, PCR y serológicos, han estado afectados por la enfermedad, por lo que debieran contar como positivos reales. Otro de los argumentos de sanidad para excluir a los serológicos del recuento diario es que no se sabe cuándo ubicarles, porque el serológico detectado hoy ya ha pasado la enfermedad, y es imposible saber cuándo la pasó. No le podemos asignar una fecha en el calendario de infección y recuperación, porque no existió en el sistema hasta que se detectó con la enfermedad ya curada, mientras que el PCR positivo detectado el día X va a generar una secuencia de datos que, si requieren hospitalización, se alargará en días posteriores a X, por lo que es importante registrarlo en el citado punto X.

Y este es sólo uno de los problemas gordos a la hora de analizar y contar los datos. No es lo mismo medir la mortalidad respecto a los positivos PCR que respecto a los positivos totales, siendo esta segunda mucho más baja que la primera. No es lo mismo considerar el número de tests que se hacen a la población para compararse con otros países si contabilizamos uno de los tipos de test o todos ellos, y así decenas y decenas de problemas asociados a un recuento que pudiera parecer obvio pero que no lo es, y que esconde trampas y problemas de fondo que lo complican mucho. Y eso sin tener en cuenta los diecisiete posibles criterios que están siendo utilizados en España, armonizados en algún caso, dispares en otro. Y en el resto de países me temo que pasará tres cuartos de lo mismo. Bueno, en los países en los que recuentan, claro.

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