Poco a poco empiezan
a publicarse previsiones de diferentes institutos de estudio sobre el impacto
económico del desastre que vivimos. Aviso que, en mi opinión, son análisis valiosos
pero aventurados, dado que los modelos de previsión suelen tener una gran
inercia y funcionan muy bien en condiciones normales, pero pillan mal los giros
de las curvas, por así decirlo, minusvaloran los puntos de inflexión, y tienden
a sobredimensionar los auges y las caídas cuando estamos en plenitud de ambas
fases. Además, la crisis a la que nos enfrentamos es tan especial que no creo
que haya modelo que la pueda recoger en su plenitud.
Ayer
se sumó al carro de las previsiones el FMI, pronosticando un escenario
depresivo global. Su estimación de caída de la economía mundial otorga a
este año 2020 un 3% de desplome, el mayor de los conocidos desde hace un siglo,
que deja el -0,1% de 2009, en plena crisis financiera, convertido en un
auténtico paraíso. También apuesta el FMI porque el rebote global será rápido e
intenso, lo que se llama una salida en V, con un año 2021 de altas tasas de
crecimiento. Estos datos son agregados, y el FMI desglosa valores para los
distintos países, y somos los europeos los que presentamos las peores cifras, con
bajadas previstas de PIB para este año que son históricas, con casi todos los
países por debajo del 7%. Europa está muy afectada no sólo porque es,
actualmente, la zona del mundo en la que la epidemia está siendo más
devastadora, sino también porque es uno de los pilares del comercio global, sus
economías son muy abiertas, y en tiempos de bloqueo y restricciones las
pérdidas potenciales serán aún mayores. El caso particular de España es aún
peor que la media europea. Para nosotros el FMI estima una caída del PIB en el
año del 8% y una recuperación para el 2021 del 4,3%. Esa cifra estimada para el
presente año es de una dimensión guerracivilista, propia de cataclismos, como
es lo que estamos viviendo, pero, ya lo siento, me temo que se va a quedar
corta, porque la economía española es muy dependiente de un sector que está
ahora mismo arrasado y que muy probablemente no va a levantar cabeza en todo el
año, y veremos si lo hace el que viene. Me refiero, claro está, al turismo, que
supone en torno al 12% del PIB, si no un poco más, y que en determinadas CCAA
como las insulares, las del levante o Andalucía es la auténtica máquina de
generación de empleos, rentas y fuente de vida. Acaba de terminar una semana
santa en la que ese sector ha facturado cero euros, cero. Tanto instalaciones
de recreo como de restauración y alojamiento permanecen cerradas a cal y canto,
y sus ingresos son nulos. Es un sector que, por definición, requiere
aglomeraciones de personas y llegada de visitantes de otras naciones, y esos
dos factores no se van a dar entre nosotros en mucho tiempo, porque es
evidentes que los servicios ligados al ocio serán los últimos que puedan
reabrir tras la pandemia, y sólo cuando exista un medio efectivo para
combatirla, vía tratamiento o vacuna, y cuando el miedo a la enfermedad y el
contagio se hayan disipado. Y no, eso no va a pasar ni el mes que viene ni en
verano. Quizás para los meses de julio y agosto exista un cierto nivel de
movilidad nacional (veremos si pleno o no) que permita un cierto turismo
interno y arrancar al ralentí algunas de las infraestructuras de la costa, pero
pensemos que la dimensión del sector turístico español se ha determinado en
función de las decenas y decenas de millones de turistas internacionales que
nos visitaban hasta hace un par de meses. Los viajes internacionales tampoco no
van a volver hasta que se cumplan las dos condiciones anteriores que he
mencionado. Es imposible llenar nuestra oferta hotelera si no hay turismo
extranjero. Qué digo llenar, darle un poco de vidilla, un mínimo uso.
Sólo por este facto
me parece muy difícil que nuestro PIB no caiga, al menos, un 10%, y este es un
factor que pesa mucho en otras naciones vecinas, como son Italia o Francia, enormes
potencias del sector que también se van a enfrentar a una debacle similar.
Amenaza el turismo en ser la “construcción” de la presente crisis, un sector
que va aquedar muy dañado, veremos a ver hasta qué punto de irreversibilidad, y
que costará Dios y ayuda volver a reflotar. Ahora, más allá del PIB, me surge
una profunda duda. Sin turismo, ¿de qué van a vivir este año en lugares como,
pongamos dos, Baleares o Canarias? ¿De dónde van a sacar los que allí residen
ingresos? ¿Cómo van a poder pagar algo? Da miedo hacerse preguntas como estas y
no tener respuesta.
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