A lo largo de este
fin de semana hemos tenido ante nosotros los primeros datos que dan una cierta
esperanza de que hemos superado el pico de la pandemia y transitamos por la
meseta en las cifras deben estabilizarse antes de empezar a bajar. Hemos de ser
muy cautos al analizar los datos porque, entre otras cosas, se ha demostrado
que los fines de semana se produce un suministro irregular de los mismos por
parte de las CCAA y se dan fluctuaciones anómalas, ruido en la serie, que se
empieza a corregir a partir del martes. Recordemos que el dato oficial de cada
mañana es la situación de los hospitales el día anterior, así que hoy
conoceremos cómo acabó el domingo.
Una de las cosas a
las que muchos no se acostumbran ante una crisis de este tipo es que el comportamiento
de la misma está sujeto a unos modelos matemáticos e inercias ante las cuales
las acciones que tomamos requieren un tiempo para que puedan ser efectivas, y
las respuestas están, por tanto condicionadas. Esto no es política o
periodismo, sino algo mucho más técnico y difícil de moldear. Los modelos
epidemiológicos más básicos son los llamados SIR, que dibujan cómo se comporta
una población (S)usceptible ante la aparición de una enfermedad con unas
características dadas, medida a través de parámetros como la tasa de contagio,
la probabilidad de fallecer por ella, y otras, de tal manera que a lo largo de
una serie de periodos del tiempo el número de personas de la población
(I)nfectadas vaya variando y la cantidad de las que se (R)ecuperen también, de
la misma manera que se acumula un número dado de fallecidos. Sin hacer nada, la
enfermedad que aparece en un momento dado desaparece transcurridos varios
periodos por el mero hecho de que la población es finita, y el virus no puede
expandirse sin límite. Al final una inmensa parte de la población puede verse
afectada por la enfermedad y, dependiendo de los parámetros, unos fallecerán y
el resto no, generándose unas curvas de infectados y fallecidos a lo largo del
tiempo, las famosas curvas que ahora seguimos día a día, y unos acumulados de
dichas variables que, partiendo de 0, alcanzan unos totales siguiendo un camino
sinuosos que es llamado curva logística. En esos modelos uno puede ver que hay
ciertos parámetros que dependen de la enfermedad ante los que, a priori, no se
puede hacer mucho, ya que el que un virus sea más o menos virulento o más o
menos contagiable dependerá del tipo de virus al que nos enfrentemos, pero hay
formas mediante las que sí podemos actuar para que la enfermedad no se expanda
y las curvas sean más planas, que es una manera de decir que el número final de
infectados y fallecidos sea menor. Las dos medidas obvias son la separación y
la cura. La separación se basa en que si yo alejo a las personas susceptibles
unas de otras la propagación del virus se frenará, porque cada uno de los
portadores podrá infectar a menos personas durante el tiempo en el que es capaz
de transmitir la infección. Si esa persona no logra transmitir a nadie, el
virus que en ella reside ha terminado su carrera mortal y se extingue, bien a
través de la curación del paciente o por su fallecimiento, pero en todo caso
ese vínculo de transmisión no ha sido efectivo para el virus. Esto se logra
mediante el distanciamiento social y el encierro, que es la situación en la que
nos encontramos. Parecerá algo absurdo tener que recurrir a técnicas medievales
para tratar de contener a la enfermedad, pero gusten o no son las más efectivas
a corto plazo para lograrlo. Esto aplana todas las curvas malas y acelera el
proceso de extinción de la enfermedad.
La otra medida muy
efectiva es la de la introducción en el modelo de una vacuna, de una cura que
haga caer la tasa de letalidad de la enfermedad, de tal manera que, a un número
dado de infectados, la probabilidad de fallecer sea mucho menor en cada paso
del tiempo. Esta es la que la ciencia ha fabricado a lo largo del tiempo y es
la que nos da la victoria final frente a la enfermedad, porque una enfermedad
que tiene cura pasa de ser un riesgo a una molestia. Aún queda tempo para la
vacuna, cada día uno menos, pero queda bastante. A corto plazo lo más efectivo
sigue siendo el distanciamiento, el encierro, lo único que puede doblegar esas
malditas y peligrosas curvas.
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