Se ha convertido ya
en una costumbre de Pedro Sánchez aparecer en televisión los fines de semana,
comentando alguna de las reuniones o consejo de ministros que hayan tenido
lugar en estas fechas. Son alocuciones río, discursos extensos en los que se
demuestra que Iván Redondo y el resto de guionistas de Moncloa no saben lo que
es la concisión y el mensaje directo. Idas y vueltas sobre ciertas ideas que
acaban sepultadas en largas parrafadas capaces de generar desconexión hasta en
sus más fieles acólitos. La obsesión de Redondo por el estilo de “El Ala Oeste
de la Casa Blanca” no hace que sus escritos lleguen a la altura de los de Aron
Sorkin, ni mucho menos.
Dos son los mensajes
de fondo del discurso de ayer, a ver si los puedo desgranar entre hoy y mañana.
Uno de ellos es el más inmediato, el de la llamada deshibernación de la
economía, término
que hace referencia a la vuelta al trabajo a partir de hoy y mañana de los
empleados a los que se les aplicó la restricción extrema de hace dos semanas.
Simplificando mucho, y con la imprecisión propia del gobierno, la industria y
la construcción vuelven al tajo. Es una medida con polémica, porque se buscó
con ella reducir al mínimo la actividad y la movilidad para evitar todo lo
posible la propagación del virus, y dado el decalaje que se produce en los
datos a cuenta del periodo de incubación de la enfermedad, es probable que sea
esta misma semana la que nos sirva para valorar el efecto reductivo en las
tasas de incubación y mortalidad de lo decretado hace algo más de dos, y ese
mismo retardo es el que nos permitirá saber, a muy finales de abril, si la
reincorporación al trabajo de hoy genera nuevos contagios y futuras nuevas
muertes. Realmente es endiablado el panorama para poder tomar decisiones, dado
que estos decalajes temporales lo complican todo. ¿Acertó el gobierno con su
medida hace dos semanas y lo hace ahora con la retirada de la misma? Difícil
dar una respuesta precisa, aunque me inclino por el sí, no tanto por la
chapucera forma con la que esta decisión fue llevada a la práctica y la no
menos confusa forma de revertirla, sino por el fondo de la misma. Lo que se
busca es alcanzar un suelo en la tasa de contagio, un mínimo sostenido que
permita ir agotando el efecto de la enfermedad en las cifras que medimos cada
día, y que luego se traduzca en menor número de muertos. A medida que las UCIs
de los hospitales se descongestionan crecen las posibilidades de atender mejor
a los pacientes y, con ello, la tasa de mortalidad puede caer, de tal manera
que morirá menos gente, al haber menos enfermos y al poder ser cuidados con
mayor calidad. Sin embargo a nadie se le escapa que parar construcción e
industria del todo tiene un tremendo impacto económico, supone disparar las
pérdidas en sectores que son vitales para la economía y el futuro del país, y
que por cierto, no se apagan de una manera tan simple como lo hace una bombilla
cuando apretamos el interruptor. Siderurgias, cementeras, plantas de procesado,
hornos cerámicos… son instalaciones que requieren un proceso de “apagado” muy
complejo y costoso, en tiempo y dinero, y que no pueden estar al albur de las
indecisiones que, en el seno de un gobierno dividido, luchan en un pulso
constante sobre las decisiones que se deben tomar. La vuelta al trabajo de hoy
supondrá, probablemente, un mayor número de infectados dentro de tres semanas,
pero no mayor al que se registra hoy mismo, sino al que se podrá ver en el
entorno del 24 – 25 de marzo. Decidir sobre qué es mejor en cada caso es lo que
le toca al que gobierna, y por sus aciertos y errores deberá ser juzgado.
Una breve
disquisición sobre el término hibernación, utilizado por casi todo el mundo
para describir lo que ha pasado en la economía durante estas dos semanas. No me
gusta nada de nada. Es una metáfora que se entiende, no lo niego, pero un
concepto que desconocemos, porque no sabemos cómo hibernar alguien o algo para
luego revivirlo. En las películas del espacio acostumbramos a ver situaciones
de ese tipo, donde los astronautas despiertan tras meses de letargo inducido.
En la realidad esos sigue siendo una fantasía, y es probable que muchas
empresas “hibernadas” se conviertan en fríos cuerpos muertos cuando se pretenda
que vuelvan a despertar.
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