Escribo menos de lo que debiera sobre el tema catalán, dada su importancia y gravedad, pero como cuenta Ramón González Férrriz en “la Ruptura” este asunto a mi también me produce molestias emocionales y hasta físicas. Tras décadas viendo y viviendo el destrozo social que el fanatismo nacionalista es capaz de provocar en mi lugar de origen, aderezado además en ese caso con una banda mafiosa asesina, comprobar como el mismo delirio supremacista y sectario, esta vez sin violencia organizada, anida en otra sociedad y logra descomponerla es descorazonador. Nada aprendemos de lo que nos pasa, ninguna defensa nos creamos ante el virus del racismo que, en forma nacionalista, vive en lo más oscuro de nuestras entrañas.
El indulto que Sánchez va a conceder a los independentistas catalanes condenados por sedición es un pago para que Esquerra le mantenga en el poder todo el tiempo que sea posible. Nada más que eso, y nada menos. Es una jugada con la que busca extender la duración de su gobierno. No tiene nada que ver con ninguna otra cosa. El departamento de propaganda de Moncloa, dirigido por Iván Redondo, y cuyos miembros cobran si hacen lo que el jefe les dicta, ya ha elaborado un argumentario para ocultar lo anterior, que sin indultos todos ellos perderán el cargo y la nómina mucho antes, y en ese discurso falso creado para enmascarar el miedo al desempleo se utilizan conceptos amables para los que apoyan el indulto como concordia y graves para los que lo rechazan, como revancha y venganza. Una excelente muestra del marketing político que nos rodea, en el que lo emocional lo es todo y la verdad, si quiera un atisbo de ella, es imposible de sobrevivir a tantas toneladas de lemas, eslóganes y palabrería hueca. Algunos han comprado esa mercancía averiada, muy pocos por convicción, la mayor parte por interés, para congraciarse con un poder del que pueden sacar rédito o del que, directamente, cobran cada final de mes. No son pocos los que, por seguir a Sánchez por interés y creencia, han retorcido completamente su discurso en meses, semanas, y ahora recitan frases calcadas de esos PowerPoint elaborados en Moncloa, con agradable dicción, pero nula creencia, mostrando lo profundo de su interés personal, mayor cuanto mayor es la nómina mensual que perciben. Sabe el gobierno que la inmensa mayoría de la sociedad rechaza esos indultos, pero eso le importa poco, porque como a todo gobierno, lo que más le importa es seguir siéndolo. Su estrategia se basa en que el escándalo que se origine por la concesión del indulto se aplaque en unos meses, y que la recuperación económica que siga al fin de la pandemia y a la llegada de los fondos europeos (aviso, siempre tardan mucho más en llegar de lo que se espera) hagan olvidar este tema y le den margen para no convocar elecciones hasta, como muy pronto, otoño del año que viene, un año antes de lo que tocaría. En el tacticismo habitual en el que se mueve Redondo, que sobrevive semana a semana sin que le importe los destrozos que ello ocasione, la senda temporal está clara, y da igual cual sea el precio por comprar los apoyos que se necesiten para sobrevivir en el corto plazo, lo importante es seguir cada viernes al frente del poder y de las nóminas que otorga. Que la ideología del partido que me ha contratado, pensará el consultor Redondo, sea de izquierdas e internacionalista, y me vea obligado a amnistiar a unos sediciosos independentistas que, por definición, son cantonalistas, y que buscan el privilegio de unos, los más ricos, frente a otros, los más pobres, me da igual, porque como buen consultor me debo al que me ha contratado. Si ya con Albiol, del PP, fabriqué para su campaña unos lemas demagógicos sobre la inmigración puedo hacer con Sánchez lo que él quiera para que se mantenga el tiempo suficiente en lo más alto para que mi promesa de arrojarme con él a un barranco se sitúe lo suficientemente lejos en el tiempo como para haber encontrado un nuevo cliente al que asesorar, fabricar discursos, mensajes y lemas, y dejar al de ahora con los problemas que él, sólo él, se haya creado. Porque es el cliente el que pide y el consultor el que elabora, y nunca tiene la contrata la culpa de lo que quien la reclamó le pidió.
La probabilidad de que esos indultos sean útiles de cara a apaciguar el tema catalán es ínfima, porque en Cataluña ya es enorme la grieta social abierta entre los nacionalistas supremacistas, populistas dignos de Trump hasta en su estilo y forma y poder financiero, y el resto de la sociedad, y serán necesarias décadas, muchas décadas, para recomponer el destrozo que el odio independentista ha creado. Ni indultos ni gestos huecos serán útiles. Sólo paciencia, ley, lógica al actuar y mucho mucho tiempo. Y ejemplaridad, y defensa de las clases medias y bajas catalanas, abandonadas por una presunta izquierda que hace tiempo ya se alió con lo más rancio de la oligarquía local para buscar unos privilegios aún mayores de los que ya disfrutaba. Y encima tienen la desfachatez de querer vender esto como progresismo.
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