Aunque el titular es metafórico, esta sí ha sido una noche de tormentas frecuentes en el centro peninsular. Pasadas las 22 horas el festival de rayos llegaba a Madrid y, en mi barrio, la lluvia empezó a hacer, aunque no lo hizo de manera torrencial. Por lo que he podido percibir ha habido otras dos tormentas esta noche, pasadas las tres y poco después de las cinco, con rayos y truenos cercanos y breves pero copiosos aguaceros, que han mojado un suelo que ya estaba reseco tras los primeros calores serios de un anticipado verano, que meteorológicamente empieza hoy, con la entrada en el mes de Junio, el de los exámenes finales y las vacaciones.
En el estrecho la metáfora es fácil y la tormenta arrecia. Ayer se cruzaron comunicados y declaraciones desde el ministerio de exteriores marroquí y la propia presidencia del gobierno, dejando clara la idea de que la crisis que vivimos es profunda, y será larga. Marruecos ha puesto meridianamente claro sobre el papel que, más allá de la presencia del líder saharaui en territorio español, el problema de fondo es la postura que nuestro actual gobierno, y los pasados, tienen sobre la antigua colonia española, territorio que desde aquí se sigue viendo como una especie de limbo jurídico sin que su soberanía sea plenamente marroquí, y que desde Rabat se contempla como una provincia más, sin que el derecho que la ONU recoge a los habitantes de esa región a que pueden decidir sobre su futuro importe lo más mínimo. Las comparaciones marroquíes sobre esa región saharaui y Cataluña son, además de insultantes, completamente absurdas, y está hechas para hacer daño, con todo el sentido posible. La respuesta que dio ayer Sánchez a estos comunicados marroquíes es correcta, porque inaceptable es que un país soberano como es Marruecos utilice su población, y la de inmigrantes de terceros países, todos ellos padeciendo los estragos de la pandemia y la crisis económica que antes y ahora existe en el reino alauí, para asaltar la frontera de otro país soberano, en este caso España. Es verdad que el grave incidente ceutí de la semana pasada ha permitido que muchas naciones, especialmente de la UE, vean con sus propios ojos cómo se las gasta el régimen de Rabat, y la imagen de Marruecos se ha deteriorado en las cancillerías europeas. Especialmente interesante es, en este aspecto, los editoriales de periódicos franceses, que criticaban abiertamente la postura de Marruecos, frente a la tradicional posición gala de respaldar las acciones de aquel país. Recordemos que el rey Mohamed VI pasa más o menos la mitad del año en París, alegando cuidados médicos, pero a buen seguro que disfrutando de un lujoso tren de vida en el palacete que allí posee y con su fortuna, fruto en gran parte del latrocinio efectuado al país que regenta. Que la opinión francesa critique a Marruecos es dañino para los intereses alauíes y bueno para nosotros. El problema es que, actualmente, Marruecos tiene dos patas importantes que le proporcionan respaldo político y económico. La primera, dolorosa para nosotros, es el espaldarazo que supuso el reconocimiento por parte de la administración Trump de la visión marroquí del Sahara occidental, decisión sorpresa que no parece que Biden tenga prisa por rectificar, si es que llega a hacerlo. Esto ha envalentonado notablemente a Rabat, que ve como el gran poder le respalda en sus aspiraciones. Este es para nosotros un problema de fondo, que coincide con una etapa de relaciones con EEUU mejorables, si se me permite usar un bobo eufemismo. No consta que Biden haya llamado ya a Sánchez, ni si quiera por la cortesía mutua, y ni por la presencia de las bases norteamericanas en nuestra orilla del estrecho se espera que Washington haga algún gesto para apaciguar las ansias de Rabat. Sin ese apoyo del amigo americano la situación española, y europea, ante este conflicto, se debilita.
La otra pata, económica y a largo plazo, es la cada vez mayor inversión china en Marruecos, que se ve respaldada por acuerdos comerciales cada vez más frecuentes e intensos. Sabido es que la economía marroquí es muy dependiente de las exportaciones a la UE, piense usted cual es el destino de salida de su producción agraria, y eso da a la UE poder de negociación, pero a medida que capitales y mercados chinos vayan adquiriendo presencia y relevancia en la economía marroquí el peso de las decisiones de Bruselas será menor en una economía que dejará de depender de lo que se decida en los consejos comerciales de la UE. Este es un proceso largo en el tiempo, no se cambia de socio comercial en semanas, pero puede ser una estrategia que Rabat busque para cubrirse las espaldas por si hace “algo” que pueda provocar sanciones desde Bruselas. Levante fuerte y tormenta en un estrecho que siempre está agitado, ahora más
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