Pocas sorpresas entre los apoyos registrados por la iniciativa indultante de Sánchez. Prietas las filas del partido, sometido al líder con la disciplina que ahora se lleva, quienes en el PSOE se oponen son los que, o no se juegan su puesto en las próximas listas electorales o voces muy dispersas, como las de García Page, que parecen valorar sus opciones personales por encima de las siglas, en la esperanza de que eso le sirva para mantener el cargo dentro de dos años. El resto de adhesiones están muy condicionadas por la capacidad que tiene el ejecutivo de otorgar, vía fondos europeos y no, subvenciones y ayudas. El dinero lo engrasa todo.
Me sorprende, cierto que cada vez menos, la beligerancia con la que los periodistas afines al ejecutivo recitan, con una exactitud milimétrica, el argumentario elaborado por el departamento de persuasión y propaganda de Moncloa (expresión que le copio a Alsina, si pudiera le copiaba todo menos la barba). Voces diversas, medios distintos, pero exactamente las mismas frases hechas, los mismos adjetivos, la misma retórica, sin una sola duda. Supongo que los militantes de un partido se deben a él, y cuando firman la inscripción depositan en la mesa parte de su encéfalo para no pensar en lo más mínimo sobre las decisiones del siempre acertado líder, pero veo que este comportamiento se repite entre los profesionales de la información con la misma capacidad de sumergir la inteligencia entre toneladas de propaganda. Sí, es algo que se da en todos los medios y espectros ideológicos, pero como ahora gobiernan estos podemos criticarles a ellos, ya tocará criticar con más saña a los otros cuando en el poder estén. Y el que se de en la mayoría de los medios y a todas las ideologías que uno mire no es sino una prueba más del error en el que caen los profesionales de la información, no una excusa para justificar a unos y otros. Desde hace tiempo los medios impresos en España de información general se han convertido en una copia, cada vez con menos disimulo, de eso que algunos llaman prensa deportiva, que yo creo que no es ni lo uno ni lo otro. Ahí se ve como normal que un periódico dado sea de un equipo, y todos los grandes “tienen” uno. Ese periódico alaba día tras día todo lo que haga el equipo de sus amores, le dolerán sus derrotas, pero siempre encontrará justificantes para el consuelo. Lo que hacen esos medios no es información, sino simple propaganda, algo cutre y barato en lo deontológico, que tiene su público, que es comprado por los aficionados del equipo que domina la cabecera de turno, y eso se traduce en ingresos para el editor y sueldo para los que escriben esos artículos, que no los llamaría yo periodistas. Pues bien, la prensa diaria cada vez se parece más a eso. Uno ya sabe perfectamente lo que va a opinar un medio dado sobre lo que sea, con un grado de acierto altísimo, y salvo alguna opinión descarriada, que se mantienen por causas no conocidas, la orden de seguir la consigna del partido es repetida hasta la saciedad por los articulistas de todas las secciones. Esto seguramente reconfortará a los votantes del partido de que se trate, que se sentirán constantemente masajeados, pero para el lector de prensa al que le gusta ver y contrastar opiniones, y que quiere aprender de personas que saben más y escriben mejor que uno, el resultado es deprimente. Cada vez es más costoso ir el fin de semana al quiosco y pagar unos euros por algo que sabes de antemano lo que te va a contar y defender, y resulta embarazoso asistir a ciertas columnas o artículos que, casi casi, parecen haber sido escritos al dictado de asesores del gobierno, que sin duda cobran mucho más que el articulista en cuestión. Supongo que la precariedad absoluta en la que vive la profesión le hace ser mucho más proclive al sometimiento, como vía para seguir ganando unos euros cada vez más caros, pero no sirve de excusa para tirar a la basura la profesionalidad y la dignidad.
Creo que era Indro Montanelli, que de prensa se lo sabía todo, y si fue otro da igual, el que decía que el periódico es la crónica diaria de la lucha por el poder. Y es cierto. Todas las decisiones que toma un gobierno, los indultos a los sediciosos también, se hacen para mantener el poder que se detenta, y nada más. La labor del periodista debe ser desenmascarar los argumentos del gobierno para enfrentarle a esa crudeza de su intención última, y frente a ella las necesidades del país, de sus ciudadanos y demás. Cuando los medios se limitan a adorar a un partido político o a otro dejan de ser medios, se convierten en otra cosa, bastante más inútil y prescindible. Creo que los que en ellos trabajan lo saben, pero no veo que hagan nada para evitar esta deriva.
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