A este paso va a ser más fácil viajar al espacio exterior que el que los turistas británicos regresen a nuestro país, vista la decisión tomada ayer por el gobierno de Boris Johnson y el afán con el que Musk lanza cohetes sin cesar. Dentro de la NASA existe un programa de sondas baratas, costes del entorno de los 2.000 millones de dólares, que recibe montones de propuestas, interesantísimas, y que debe escoger con qué quedarse. Esta semana ha anunciado que para 2026 se lanzará una doble misión a Venus, a donde la agencia norteamericana no ha apuntado sus misiones desde 1991. Y créanme, Venus es un reto en todos los sentidos.
A veces el conocimiento clásico se equivoca por completo. Marte brillaba rojo ardiente y era el dios de la guerra, y ha resultado ser un mundo frío, relativamente accesible, con una atmósfera de juguete, suelo yermo y pasado muy prometedor. Venus, que billa en el cielo luminoso, el lucero del alba, era la diosa del amor, la Venus de tantas y tantas pinturas. De un tamaño casi idéntico al nuestro, siendo el planeta más cercano a nosotros, es un mundo infame en el que todos los conceptos que asociamos a infierno toman forma. Atmósfera pesadísima, en el entorno de cuatrocientas veces más densa que la nuestra, presión superficial insoportable, temperaturas de cientos de grados, lluvias de ácido sulfúrico…. Las pocas sondas que se han posado sobre ese mundo han sido cosas parecidas a cajas de caudales, y han aguantado unos pocos minutos, para transmitir unos datos que constatan lo insoportable de ese mundo. Poco se sabe de por qué Venus posee esa infernal dinámica atmosférica, que oculta por completo, y siempre, su superficie. La doble misión de la NASA busca hacer frente a los dos retos que presenta el planeta: realizar una cartografía precisa de cómo es Venus y estudiar su atmósfera. La atmósfera de Venus siempre ha sido de interés para los científicos, y muchos han señalado que es ese el lugar interesante del planeta, dada la hostilidad de lo que se encuentra debajo. El hallazgo de trazas de fosfano en las capas altas venusianas, publicado el año pasado, y luego bastante puntualizado, reavivó el interés por tener algún tipo de instrumental orbitando ese planeta y tratando de averiguar si hay capas altas de la atmósfera que pueden no ya albergar vida, cosa que sería más que sorprendente, sino compuestos estables y zonas de habitabilidad, o al menos de condiciones que la pudieran permitir. No pocos han soñado con que Venus puede ser visitable mediante globos, dirigibles, o vehículos por el estilo, que se situasen en las zonas acogedoras de su atmósfera y permanecieran allí estudiándola. La superficie se da por perdida, casi inaccesible, y carente de interés biológico dadas las condiciones que soporta, pero para los geólogos es un reto saber las formaciones que pueden encontrarse allí, conocer si, por su tamaño similar al nuestro, posee una composición interna comparable y algo parecido a nuestra dinámica de placas, etc. Las pasadas misiones a ese planeta tenían una tecnología ya superada que dio de sí todo lo que pudo, que no era poco, pero las sondas actuales pueden recoger mucha más información y de mayor calidad. Una de las ventajas del viaje a Venus es que está mucho más cerca que Marte, por lo que el tiempo necesario para llegar es menor y el desfase temporal entre ambos mundos también lo es de cara a la recepción de la información. Eso sí, es grande, por lo que nuevamente debemos recurrir a sondas robotizadas dotadas de sistemas de decisión y que, además de secuencias de investigación programadas, puedan tomar “decisiones” sobre la marcha, porque nadie podrá teledirigirlas desde aquí. El espacio, además de hostil, es vacío y solitario.
La
dinámica atmosférica de Venus también se ha puesto como ejemplo de un posible
proceso de efecto invernadero extremo, de lo que puede llegar a pasar en el
caso de que se alcancen concentraciones de CO2 tan elevadas que el equilibrio
dinámico de los gases acabe degenerando en una situación límite como esa. No se
sabe por qué es así, ni si ha sido siempre o en el pasado el planeta tuvo otro
tipo de condiciones que fuesen más razonables. Realmente es muy poco lo que
sabemos de Venus, a pesar de tenerlo tan presente desde hace tiempo en nuestra
mitología, y los científicos que lo estudian sigue prometiendo que, a varios
kilómetros sobre su torturada superficie, podemos encontrar sorpresas que Marte
nunca nos ofrecería. Vayamos allí para comprobarlo.
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