Ayer realizó su primera comparecencia ante los medios Jose Manuel Pérez Tornero con el cargo de presidente de RTVE. Hombre de perfil mediático bajo, aspecto discreto, profesoral, y con voz suave, su intervención tuvo más de presentación y de retahíla de intenciones que de decisiones prácticas, lo que por otro lado era lo esperable nada más haberse producido su aterrizaje en la casa. El mensaje constante de toda la comparecencia fue el de hacer de RTVE un servicio público de información y rigurosidad, huyendo de polémicas. Dijo sentirse ocupado, que no preocupado, por la audiencia, que no deja de bajar, y puso su intención de trabajar sin descanso por lo que antes se llamaba “el ente”. Labor enorme tiene Tornero por delante.
Pocas empresas están sometidas a un escrutinio tan intenso como RTVE y a ser manipuladas a cada paso que dan. Objeto absoluto de deseo por parte de todos los gobiernos que han sido, la colocación de los propios al frente de la corporación ha sido la obsesión prioritaria del poder, con los contenidos y estrategia de las cadenas como aspecto secundario. Ha tenido la casa épocas de mayor o menor manipulación, siempre con un grado, y aunque es verdad que nunca ha llegado a los cutres límites de bombo político que se pueden ver en las televisiones autonómicas, auténticos órganos al servicio del tantas veces corrupto poder local, ha pasado por épocas en las que sólo faltaba el logo del partido del gobierno inserto como marca de agua en algunas de las noticas que se emitían. Actualmente, el barco de RTVE va a la deriva, tras más de un año de administración provisional a cargo de Rosa María Mateo que ha hundido las audiencias y dejado un sabor muy amargo en todas partes. El antaño buque insignia del audiovosual español se encuentra en tierra de nadie, muy lejos en audiencia de las dos grandes cadenas privadas, que casi le doblan, con unos informativos vapuleados por los de la competencia, que han dejado de ser el gran referente de la materia, y con la sensación de que dentro de la empresa hay una enorme bronca entre profesionales de uno y otro signo político, bronca que se transforma en tensión ante las cámaras. El intento durante el tiempo de la administración provisional de que La 1 se transformara en una especie de Sexta bis ha sido un rotundo fracaso. Programas como “Las cosas claras” presentado por un señor que en una privada de su ideología no tendría problemas pero que en una pública chirría por todas partes han marcado un estilo de hacer las cosas que ha terminado por hartar a propios y ajenos. Quizás en punto más bajo de esta etapa se vivió en el programa especial y debate tras las autonómicas catalanas del 14F, que fue una de las mayores vergüenzas emitidas por la tele pública en mucho tiempo. El nivel de los “analistas” que allí se congregaron y las cosas que se dijeron, y en su tono, fue el culmen. Luego otros momentos de “gloria” que ha dejado ese programa del mediodía han hecho que profesionales de la casa denuncien la deriva del infoentretenimiento que se había apoderado de parte de la escaleta por obra y gracia de ciertos directivos nombrados en la época Mateo. Día tras día RTVE ha sido objeto de polémicas por rótulos absurdos y demás anécdotas que dejaban traslucir una manipulación profunda, a la que la audiencia ha dado la espalda por completo. Sigo viendo los telediarios de la casa, los que reúnen al más completo grupo de profesionales y medios, sobre todo en la cobertura internacional, a años luz del resto de canales, pero es evidente que el peso de estos programas, que son los portaaviones de la cadena (y deben serlo) ha disminuido mucho frente a informativos como los de Antena3, que ahora mismo comandan la audiencia y que, pese a que se desfondan a lo largo de su desarrollo, son los que marcan la agenda de las noticias en la televisión.
Además del lío político y la necesidad de reorientar su programación, RTVE debe afrontar un problema particular, que es el de la financiación, dependiente de los arruinados presupuestos públicos postpandemia, y uno que afecta a todo el ecosistema mediático, que es el de la irrupción de las plataformas de pago y el anunciado ocaso de la televisión lineal, la programada y visionada al uso. Este es un cambio sistémico que afecta a todos los medios de comunicación, pero que para un mastodonte como RTVE le puede suponer un problema aún mayor dada su dimensión y presencia en todos los formatos imaginables, lo que le da más opciones de respuesta, pero, a la vez, le obliga a luchar en todos los frentes. Difícil papeleta tiene Pérez Tornero entre manos.
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