En parte del mundo, especialmente el sureste asiático y Oceanía, se está viviendo una nueva ola de contagios de la mano de la variante delta del coronavirus. Cuando empezaron a aparecer variantes realmente significativas, se les apodó por las naciones en las que se detectaron, y luego, para evitar estigmatizar a esos países, la OMS ha asignado letras griegas a dichas variantes, de tal manera que la británica es la Alfa, la Sudafricana la Beta, la brasileña la Gamma y la de la India la Delta, y muchas otras pueden acabar llegando, en función de la variabilidad aleatoria del virus, su expansión y otros muchos factores.
Resumidamente, se saben tres cosas de estas variantes. Una, segura, es que son más transmisibles que la cepa originaria, por lo que las tasas de contagio se elevan y más gente y más rápido sufre la enfermedad. Lo segundo, bastante probable, es que la virulencia de las variantes no es significativamente mayor, sí parece que acelera el proceso de empeoramiento, pero no tiene una tasa de mortalidad más elevada. Lo que sí genera es un mayor problema sanitario, porque dado que las camas son las que son, si con una variante, pongamos, se duplica el número de contagios y de potenciales enfermos, se llegará antes y durante mucho más tiempo a la saturación hospitalaria, y eso de por sí mata, al carecer de recursos para atender a la avalancha. Por ello, no matan más por efecto directo del virus sino por congestión del servicio de salud. La tercera cosa, también segura, y la más importante, es que las vacunas aprobadas por la EMA europea, las cuatro magníficas, en su pauta completa, son efectivas ante estas variantes, por lo que protegen e inmunizan en los porcentajes que se recogen en los estudios clínicos de esos medicamentos. Es importante señalar aquí lo de la pauta completa, es decir, las dos dosis en la tríada Pfizer Moderna AstraZeneca y unidosis en Jansen, porque sí parece que, ante la variante Delta, la inmunidad preliminar que ofrece el primer pinchazo de las que requieren dos es más baja de lo que se registraba ante la cepa original. Esto supone que, naciones como Reino Unido, que han priorizado la extensión de la primera dosis a más población y que van retrasadas respecto a las pautas completas tienen un potencial problema ante el incremento de casos que allí se están registrando propiciados por la extensión de Delta. En ausencia de variantes, la estrategia de priorizar la primera dosis, otorgando así alguna protección a la mayor parte de la población, puede ser discutible, pero tiene un evidente atractivo, dado que siempre es mejor algo de protección generalizada que plena protección para algunos y nada para otros, todo ello sujeto a los ritmos de vacunación de cada país y estrategia. La curva de positivos lleva ya unos días subiendo en Reino Unido de manera acusada y parece estar empezando a formar una ola de verdad, sin que por ahora esto tenga reflejo en el sistema sanitario local. Aún es pronto para determinarlo, pero si las pautas vacunales se han establecido de una manera similar a la nuestra, y la población de mayor edad está inmunizada, es bastante probable que los efectos de esa ola de positividad sean muy escasos en forma de hospitalizados, críticos y fallecidos, de tal manera que la variante sea derrotada en lo que resulta relevante, no su existencia, sino sus efectos. En España estamos empezando a ver también un cambio de tendencia en la positividad, especialmente tras desmadres como el de Baleares, pero de momento la inmensa mayoría de contagios corresponden a gente joven, no vacunada, y en los que el efecto de la enfermedad es mucho menor. Las pautas completas de vacunación entre los mayores de setenta, el principal grupo de riesgo, son casi completas, por lo que sería de esperar que las citadas variables médicas y mortuorias no se vieran afectadas. Sí hay una ventana de riesgo entre los sesentones, por el retraso en la segunda dosis de AstraZeneca, que hace que la cobertura completa en esa franja de edad sea menor que entre, curioso, los cincuentones, pero así es. Teniendo esto en cuenta, la situación exige prudencia y cuidado, pero creo que la alarma no es necesaria.
Otra cosa son naciones en las que las tasas de vacunación, primera dosis o pauta completa, sean muy bajas, porque allí la expansión de la variante Delta, que va a ser la predominante en el mundo en pocas semanas, puede ser realmente peligrosa. De hecho la presencia de esta variante en nuestro país en, pongamos, la Navidad de 2020, hace seis meses, nos hubiera puesto completamente contra las cuerdas y hubiera disparado hacia un nuevo desastre a todas las variables, que ya registraron picos graves con la cepa británica en enero febrero. ¿Cuál es la diferencia? Otra vez, las vacunas. Sólo ellas marcan la frontera entre el desastre y la esperanza, nada más que ellas. Es tan simple como intenso. Salvan vidas, salvan sociedades, nos salvan.
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