Ayer fue una tarde gaseosa, en la que ese producto energético fue el absoluto protagonista, por motivos muy diferentes. Ya avanzada, se supo que la Comisión aprobaba el procedimiento presentado por los gobiernos español y portugués para limitar el precio del gas en la producción eléctrica, lo que se puede traducir en una rebaja de los precios dentro de una o dos semanas. Es una buena noticia para el gobierno y los consumidores, y algo más difícil de valorar para el conjunto de la economía, dado que lo que no se pague hoy se hará en el futuro y por quienes no lo hacen ahora. En todo caso, es un tanto político para el gobierno, que ha peleado por esta medida.
Pero en casa Sánchez las alegrías duran minutos. Durante la mañana, arrastrado por la exigencia de toda la oposición, el doctor compareció ante el Congreso para respaldar el sorprendente y nada explicado giro del gobierno en el tema del Sahara y el respaldo absoluto que ahora otorgamos a la posición de Rabat, abandonando al Polisario por completo. Ese giro, que alguna vez alguien tendrá que descubrir a qué se ha debido, y del que nos enteramos no por comunicación de nuestro gobierno sino por la carta nefastamente escrita que Marruecos filtró, provocó una reacción en su momento de Argelia, la otra potencia regional, aliada de los saharauis. Tras las no explicaciones de Sánchez de ayer el gobierno argelino no tardó demasiado en responder, y soltó una bomba por la tarde cuando ya se acababa, en forma de ruptura de los acuerdos de buena vecindad establecidos entre Argelia y España y la congelación de las relaciones comerciales. Un portazo en toda regla que aún está por ver de qué manera se lleva a cabo y en qué se traduce, pero nada más conocerse la noticia todo el mundo pensó en una cosa, sólo en una. El gas. Hasta hace medio año Argelia era nuestro principal suministrador de gas, muy por encima del resto de naciones a las que les compramos este fluido. El intercambio se producía a través de dos gaseoductos, uno que pasa por Marruecos y otro que cruza el Mediterráneo y llega hasta Almería. Ya Argelia decidió cerrar hace unos meses el gaseoducto que transcurre por Marruecos, para evitar que su enemigo fronterizo tuviera acceso a parte del suministro, por lo que nos quedó sólo una vía, la más importante, sí, pero sólo una, sin alternativa ante problemas de cualquier tipo. A medida que el problema en Ucrania crecía y, sobre todo, tras el estallido de la guerra en febrero, han aumentado notablemente nuestras compras de gas en forma licuada, suministrado por metaneros, y proveniente sobre todo de EEUU, que se ha convertido en nuestro primer proveedor, superando a Argelia, en un movimiento que no hay que descartar que tenga relación con el viraje gubernamental sobre el Sáhara. Lo cierto es que de los desiertos argelinos sigue manando una gran cantidad del gas que consumimos a diario, no tanto en las calefacciones en este verano tan tórrido, pero sí en las industrias y numerosísimas instalaciones de todo tipo que utilizan gas para sus procesos, las conozcamos o no. En su comunicado, el gobierno de Argel muestra a las claras que está muy enfadado, y que no se va a quedar de brazos cruzados, por lo que el futuro de las relaciones comerciales con ese país es oscuro y las empresas españolas que allí venden y operan ya pueden empezar a mirar a otros lugares para encontrar sustituto. Eso nos va a hacer daño, claro está, pero el gran problema es el del gas. No nos podemos permitir un corte de suministro unilateral por parte del gobierno argelino o, pongamos, una duplicación o triplicación del precio al que se nos vendiera en futuros contratos. En este sentido la posición española recuerda mucho a la de los países del este europeos respecto a Rusia, su principal suministrador. Ellos están acogotados por lo que se decida en Moscú respecto a los flujos y abastecimientos, y nosotros dependemos de Argelia. Pegarle una patada en sus partes a un socio energético tan vital para nosotros es un error político de dimensiones tan inmensas que resulta incomprensible. No se si lo de este gobierno es puro aventurismo, desconocimiento o necedad.
Conclusión rápida. Ahora ya todas las naciones europeas, del este y del sur, tenemos en riesgo el suministro energético de igual manera, y nos hemos metido de cabeza en un túnel en el que nuestra seguridad y aprovisionamiento depende casi en exclusiva de lo que venga por barco vía EEUU. Cierto es que ahí tenemos una relativa ventaja por nuestras infraestructuras para almacenar y tratar el gas licuado, pero si se empiezan a dar cortes y represalias por parte de los oferentes, los metaneros de gas empezarán a tener aspecto de mascarillas en marzo de 2020, y acudirán a los puertos que más les paguen, que mucho mucho más les paguen. Y entonces la crisis energética puede ser descomunal. Sinceramente, creo que no tenemos ni la más remota idea del lío en el que nos estamos metiendo.
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