Muchos repiten sin cesar esa frase que dice que Argentina es uno de los países más ricos del mundo, confundiendo la posesión de recursos naturales con el sacarles el partido correcto. Sí, es un país enorme dotado de yacimientos y cualidades agropecuarias envidiables, pero desde hace tiempo está claro que los países ricos son los que gestionan bien sus economías, tengan recursos propios o no. De hecho está demostrada la teoría de que, al contrario de lo que pueda parecer, el tener abundancia de recursos se puede convertir en una especie de maldición para el desarrollo económico, porque alienta la mala gestión de la economía.
En las presidenciales argentinas de este domingo, primera vuelta, se presentaron tres candidatos, y uno de ellos, la conservadora clásica Bullrich, quedó descartado, por lo que los otros dos pasan a la segunda vuelta que tendrá lugar dentro de un mes. Las encuestas también han fallado allí, porque el candidato al que otorgaban la victoria de estos comicios quedó segundo, y el que iba a perder los ganó. Ambos, a mi entender, son un desastre por motivos distintos y ninguno, a mi entender, será capaz de sacar al país del pozo económico en el que se encuentra. Si la inflación en España es desastrosa, piense usted lo que pasa allí, con tasas anuales que superan el 100%, lo que quiere decir que los precios más que se duplican en un año. Los ingresos, evidentemente, no, y la pobreza crece como la espuma. Las estadísticas muestran cómo más allá de la M30 de Buenos Aires, para entendernos, la miseria se ha hecho fuerte y un cuarenta por ciento de los argentinos viven por debajo del umbral de la pobreza. La gestión económica del peronismo versión kichnerista de estos últimos años ha sido un desastre, como no podía ser de otra manera en un recetario caduco y equivocado, y ha contribuido aún más al desplome. El peso como moneda ha perdido casi todo su valor frente al dólar, que reina en la economía local a través del mercado negro, y el trueque ha sustituido en parte a la economía formal. Las opciones vitales de los argentinos se han reducido muchísimo y les obligan a una subsistencia que no somos capaces de imaginar. Los disturbios han proliferado, especialmente en los arrabales depauperados de Buenos Aires, que se extienden sin fin. Con este panorama los dos candidatos que se enfrentarán en segunda vuelta tienen a la economía como tema principal de batalla. Uno, el inesperado ganador de la primera vuelta, es Sergio Massa, el hasta ahora ministro de economía, cuyo balance al frente de la cartera es bastante evidente. Representa al peronismo de toda la vida, que quiere deshacerse del influjo de Cristina Fernández de Kichner y su camarilla, pero que no ofrece solución alguna más allá de subsidios, aranceles y el manual proteccionista de una especie de izquierda mezclada con el populismo autárquico que aquí suena a franquista. En frente, la revolución de la campaña, Javier Milei, un economista que se define como libertario, de comportamiento y tono anarquista, bronco e insultante. Convertido en una especie de caricatura de la escuela de Chicago, propugna la liberalización radical de una economía que carece de capacidades de reforma y soporte. Apuesta por la eliminación del peso y la dolarización de la economía, medida imposible dado que, vaya vaya, Argentina no emite dólares, lo hace la FED de EEUU, y por tanto no tiene los billetes y divisas que necesita para ello. Su campaña, muy agresiva, ha subido como la espuma al expresar el hartazgo de la sociedad contra sus políticos, a los que ha insultado sin desmayo en todos sus mítines, pero de su discurso, por llamarlo así, no se deduce ninguna solución real a los males que aquejan a la economía del país. Más allá de pegar un volantazo y mandarlo todo al carajo por pura rabia, Milei no tiene recetas aplicables ni soluciones.
Gane quien gane, las perspectivas del país son sombrías. La inflación sólo se va a poder controlar con medidas monetarias duras y un gobierno que actúe con credibilidad ante unos mercados financieros que deben poder volver a creer en ese país para prestarle la liquidez que necesita. Sostener el peso en las condiciones actuales es una tarea hercúlea, y no veo a ninguno de los candidatos capacitado para ello. Si Milei gana, las posibilidades de un derrumbe rápido del país son altas, si lo hace Massa, puede darse el mismo derrumbe pero a velocidad algo más lenta. Si estuviera en Buenos Aires, votaría en blanco y dedicaría mi tiempo a pensar en cómo sobrevivir.
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