Hay que reconocer que, para la organización de encuentros internacionales, nuestro país ofrece marcos naturales y culturales que son realmente difíciles de superar. Ya se vio el año pasado con motivo de la cumbre de la OTAN, donde el Prado, la catedral de Madrid, fue el perfecto escenario para un encuentro de líderes ante la historia presente, con el recuerdo del pasado en todo momento. Lo mismo se puede decir de la reunión del Espacio Político Europeo celebrada ayer en Granada, en una Alhambra que fascina por su mezcla perfecta de arte, poderío, piedra y vegetación. Todos los que vinieron pudieron contemplar la grandeza y el gusto que caracteriza al palacio nazarí, la joya que es, la historia que atesora.
En ese marco, la presencia de Zelensky, duda hasta el último momento, fue el momento cumbre del encuentro, marcado también por la ausencia de los mandatarios de Turquía y Azerbaiyán. Acudía el presidente de Ucrania al foro demandando unidad frente a Rusia y el mantenimiento del apoyo económico y militar a las fuerzas ucranianas en su cruel batalla de defensa de la nación. Ahora que en EEUU las cosas se tuercen y parte de los apoyos que suministra el gran aliado del oeste peligran por el populismo trumpista, el papel de la UE como suministrador a Ucrania se convierte en decisivo, y sabe Zelensky que la industria armamentística europea no es capaz de ofrecer el flujo de munición que quema el ejército de Kiev ante los ataques rusos. Sólo EEUU tiene potencial, y a duras penas, para suministrar artillería que, en niveles de miles de proyectiles cada día, es quemada con saña en el este del país. Si ese flujo se frena las opciones de supervivencia de la milicia ucraniana son escasas ante el nauseabundo ejército ruso, que cuenta con el infinito de su país como retaguardia y una dictadura que no deja de desviar recursos para la industria militar, buscando abastecer a sus tropas. Por eso, aunque los medios destaquen mucho el mensaje de unidad que sale de la cumbre y las posibilidades de ampliación de la UE hacia el este, lo cierto es que en el ambiente de la guerra se respira un aire sombrío. Tras la victoria de un prorruso en las elecciones de Eslovaquia es posible que Hungría ya no esté sola en su labor de zapa en la UE a favor de la postura del kremlin, y a partir de ahí sembrar la disensión es más fácil. El agotamiento de las opiniones públicas occidentales ante la reiteración de una guerra que no se acaba empieza a detectarse en las encuestas de opinión, y todos sabemos que si EEUU flaquea los europeos somos unos maestros en dar palmaditas en la espalda y en pronunciar bellos discursos, pero balas, proyectiles y morteros los fabricamos en cantidades minúsculas, y nuestros propios stocks de reserva están bajo mínimos. A las puertas de un nuevo invierno, tras un verano de contraofensiva ucraniana que ha causado daños significativos a grandes emblemas del poderío militar ruso, pero que no ha logrado romper el frente, la situación de batalla muestra un estancamiento que, a priori, beneficia a un obseso Moscú frente a un débil Kiev. La idea de alargar la guerra todo lo posible una vez que la operación relámpago fracaso es una estrategia rusa que produce daños enormes entre sus propias filas y las del oponente, pero que cuenta con la ventaja de que no hace mella en la población de Rusia, principalmente porque la población de Rusia está sometida a una dictadura que no le deja expresarse. Sabe Putin que una posible llegada de Trump a la presidencia norteamericana en noviembre del año que viene (escenario bastante probable a día de hoy) sería para él la apertura del cielo, porque una de las primeras medidas que contemplaría el oligarca de vuelta a la Casa Blanca sería la suspensión de toda ayuda a Ucrania, y sin ella Kiev sería incapaz de sostener ofensiva alguna. ¿Va a durar la guerra de Ucrania hasta entonces? Nada indica que no pueda ser así, los combates se sostendrán mientras ambos bandos tengan recursos para ello, y a priori parece el ucraniano el lado más débil de la ecuación.
Cuando el frío llegue al este de Europa, que lo hará, los combates entrarán en letargo, y serán meses de pausa en los que ambos lados lamerán sus heridas y reevaluarán posiciones. Y en el caso ucraniano todo esfuerzo hecho para mantener el impulso occidental será lo más efectivo que pueda hacer para mantener en pie su nación y ejército. Las vidas de los ucranianos sí le importan a su gobierno, las vidas de los rusos le dan igual al suyo. Debemos tener en cuenta esto para hacernos una idea de quién está dispuesto a matar más y más para mantenerse en el poder. En esto Putin ha demostrado ser un cruel maestro y occidente, especialmente Europa, un dechado de ingenuidad. Hablar de ampliaciones en la UE cuando decenas de ucranianos mueren al día en el frente y la retaguardia es absurdo.
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