Es manido el dicho que reza que la verdad es una de las primeras víctimas de la guerra. En tiempos como los actuales, de bulos que se difunden sin freno y de estulticia sesgada ante la realidad no hacen falta combates para que la verdad muera en la oscuridad de la sinrazón. Uno ya parte de creencias que considera inmutables y todo lo demás no es sino propaganda sembrada por el enemigo para intoxicar. Miren el nivel de fango en el que se desarrolla nuestra política, con amnistías impensables hasta que se vuelven obvias, y tantos casos que no merece la pena ni reseñar. En caso de guerra, a la infamia que suponen esas posturas, se le suma la propia crueldad del conflicto, que lo llena todo.
¿Quién es causante de la matanza del hospital de Gaza? Lo mejor que puedo decirles es que no lo se. A priori, en una zona en la que Israel ataca con frecuencia, la probabilidad juega a favor de que sea consecuencia de un misil de las IDF, pero las pruebas presentadas por las fuerzas israelíes y las pocas imágenes que se tienen del lugar del impacto parecen defender la idea de un fallo en un cohete lanzado desde la propia franja hacia territorio israelí, que cayó donde no debía. Ambas hipótesis son posibles, son verosímiles, y no hay pruebas ni análisis concluyentes que, a día de hoy, nos permitan decir si fue uno u otro. Es así de simple y cruel. Sin embargo, la noche del miércoles, consultando información en X, tal y como bautizó a Twitter su extravagante dueño, uno contemplaba un fenómeno curioso y triste. Desde el sofá de mi casa, a miles de kilómetros de Gaza, con mis escasos (siendo generoso) conocimientos de metralla y restos de impactos generados por distintos tipos de cohetes, no sabía a qué carta quedarme. Los perfiles que sigo de profesionales, tanto militares como expertos en estos temas, tenían dudas razonables y apuntaban tanto a Israel como a Yihad islámica, pero afirmaban no tener pruebas claras. Y otros muchos perfiles, desde los salones de sus casas, pregonaban a voz en grito, bueno, tecla pulsada, la fechoría cometida por los salvajes sionistas o la cruel matanza perpetrada por los yihadistas contra la población civil que sostienen en Gaza. Los perfiles ideológicos de muchos de los tuiteros te permitían adivinar, con un grado de acierto casi absoluto, si se decantaban por una opción o por otra, y lo más asombroso no era ese grado de correlación entre el sesgo y la opinión, no, sino la vehemencia, la fe inquebrantable, la total ausencia de dudas que había en sus juicios sobre la culpabilidad de lo sucedido. El manual del fiel a la causa funcionaba de una manera tan exacta como estremecedora. Fueras periodista, politólogo, opinador, político o lo que sea, no había fisura alguna a la hora de asignar culpabilidades y exigir condenas. Dado el sesgo ideológico que predomina en la sociedad española, y que se ve acentuada en ruidosas cámaras de eco como Twitter, predominaba la solidaridad con palestina y la condena a la pérfida Israel. Unos pocos eran el espejo opuesto, y muchos menos eran los prudentes que decían que había dudas sobre la autoría. Ya en el caso de la guerra de Ucrania, donde todo está bastante más claro, donde hay un agresor imperialista xenófobo y una nación atacada, ha habido dudas en alguno de los ataques que ha sufrido la población civil, y hace algo más de un mes se produjo una matanza en un mercado en una ciudad cercana al frente que tenía toda la pinta de haber sido por un bombardeo ruso pero que, unos pocos días después, se pudo confirmar que se debió a un fallo de un misil de defensa antiaérea ucraniana. Las víctimas civiles lo fueron por fuego amigo, no del invasor. Si en un caso de estos, que es más fácil, donde la presencia de los medios es constante y se puede investigar por parte de las autoridades del país agredido, suceden equívocos de estos, qué no pasará en el infierno que es Gaza desde hace tantos y tantos años.
El conflicto Israel Palestina es uno de los más viejos que existen, rebrota constantemente y lleva décadas sin acuerdo práctico que permita encauzarlo. Ambos bandos han hecho perrerías mutuas y los odios están enconados en esas sociedades, tanto como la necesidad de compartir territorio o la creencia de que su Dios, el de cada uno, es el que le da la razón absoluta. Es una de las disputas en las que la opinión pública global más posicionada está desde hace décadas y donde la ideología sesga gran parte de los argumentos que se exhiben desde las tribunas occidentales. A pocos les importan los muertos sobre el terreno. Todo es sucio y desagradable.
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