A medida que se descubren nuevas atrocidades ejecutadas por Hamas durante su incursión del sábado en el sur de Israel, surgen cada vez más voces en aquel país para acabar de una vez con todas con Hamas, como sea, donde sea, de la manera que sea, en una aplicación práctica de la ley de Talión que se ve justificada por no pocos ante los hechos horrendos que conocemos. Hechos, por cierto, que se califican de inhumanos cuando realmente sólo pueden ser perpetrados por humanos, que conscientemente los llevan a cabo. Ninguna otra especie conocida actúa de esa manera, ninguna usa su inteligencia, nuestro superpoder, para semejantes muestras del mal.
Hamas no es Gaza, pero como la red de túneles que la perfora, a ella está adherida desde hace décadas. El movimiento yihadista ganó unas elecciones en aquel territorio en 2006 y desde entonces desarrolla un régimen dictatorial y teocrático en el que los derechos de los palestinos no existen, siendo esa población mera coartada para llevar a cabo sus planes, que pasan por el único objetivo de eliminar al estado de Israel y a sus habitantes. Financiada generosamente por Irán, Hamas ha establecido un estado del bienestar local que tiene muchas similitudes con las estructuras mafiosas del sur de Italia, en las que la organización lo controla todo, ofrece servicios, paga costes, sufraga instalaciones y proporciona trabajo y forma de vida, a cambio de que los residentes dejen hacer y se callen. Años y años así han sumido a los gazadíes en un mundo de chantaje. La decisión israelí de cercar la franja, permitiendo sólo tres pasos autorizados (uno de ellos en Egipto, que nadie cuenta) con el objeto de protegerse ha beneficiado aún más a los secuestradores de los palestinos en aquel territorio. Dependientes por completo de la ayuda exterior, de tipo humanitario, y la que proporciona Irán como aliento a la milicia, la simbiosis entre terroristas y civiles en ese lugar es tan intensa como difícil de disociar, y resulta algo iluso pensar que una operación, de cualquier tipo, logre romper ese vínculo. La única opción buena posible sería que los palestinos se levantasen contra sus captores, pero eso no va a suceder, porque los que tienen las armas en la franja, muchas, y no dudan en usarlas, son los de Hamas. Israel está presionado por su población y el trauma que ha adquirido para realizar una operación terrestre en la franja, penetrando y atacando por tierra a los moradores, buscando a los de Hamas e intentando hacer una “limpieza” para extraer los miembros de ese movimiento del tejido de Gaza, pero me da la impresión de que es un intento condenado al fracaso, y a un balance de muertos elevado por ambos bandos. En Gaza residen unos dos millones de personas en un área densamente poblada, ni mucho menos la más densa del mundo como repiten tantos medios ignorantes. Una incursión de tropas y blindados por las calles de esa ciudad puede suponer que Israel tome el control de la franja, pero ¿cómo va a distinguir a los miembros de Hamas de los que no lo son? Si en ese movimiento empieza a haber matanzas de civiles que no son terroristas la opinión pública global empezará a criticar el movimiento de Israel, y eso, que a aquella sociedad puede no importarle, y menos en momentos de shock como el presente, es más relevante de lo que parece. Israel debe ser contundente pero frío, inteligente, y medir mucho sus pasos. Debe aprender de lo que EEUU hizo mal tras el 11S, de cómo sí actuó correctamente al tomar un Afganistán dominado por la teocracia sádica de los talibanes, pero cómo a partir de ahí el rumbo de sus decisiones fue totalmente equivocado y se saldó, dos décadas después, con el abandono de Kabul y un reguero de muertos propios y ajenos en todo oriente medio.
El estado mayor de Israel sabe que una incursión terrestre también causará muchas bajas propias, porque no serán pocos los de Hamas que estén esperando su llegada con trampas por todas partes, así que el escenario de la guerra urbana en Gaza puede ser desolador. ¿Qué alternativas hay? ¿Cómo evitar que la desgracia que ya se ha producido no se incremente? ¿Cómo buscar y castigar a los culpables? No tengo respuestas para estas preguntas, ni para muchas otras, sólo temo que los feos días que llevamos viviendo sean sucedidos por jornadas igualmente feas, en la esperanza de que la guerra no se extienda a terceras naciones y que el horror quede confinado, si una expresión tan boba como esa tiene sentido alguno.
Mañana, 12 de octubre, es fiesta, pero no cojo puente, por lo que nos leeremos el viernes 13.
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