Desde hace unas semanas las bolsas han iniciado un camino de descensos que amenaza con convertir lo que hasta ahora era un año excelente en otro bastante distinto. El Ibex español ha perdido esta semana los 9.000 puntos y el SP 500 de Nueva York el 4.200. Ambos siguen en ganancias desde inicios de año, porque tras un enero marzo que fue de subida y bajada, a partir de abril se inició un ascenso sostenido que llevó a los máximos de finales de julio. Estas bajadas se han comido parte de esa gran ganancia acumulada, pero aún dejan 2023 como un año bursátil muy rentable. Está por ver si irán a más o no
¿Por qué bajan? Ya saben que a veces justificamos los movimientos de la bolsa en hechos que creemos que tienen relación con las cotizaciones pero que, la verdad, pueden serles totalmente ajenos. A priori tener dos guerras declaradas en las que occidente es atacado no es bueno, y seguro que asienten, pero la de Ucrania ya había sido más que digerida por los mercados, quizás falte por asimilar las consecuencias que pueda tener la de Gaza. Los movimientos de los bancos centrales han entrado en pausa, tras subir mucho los tipos de interés. Durante casi dos años las bolsas han estado jugando a encontrar el pivote, el momento en el que, para ellas, la FED o el BCE anunciarían que se acaban las subidas de tipos y empiezan los recortes. En cada decisión monetaria se ha dado una frustración, porque todas han sido de subidas, hasta ahora, donde hemos entrado en una pausa, una meseta de tipos altos que pueden permanecer ahí más de lo esperado. El daño que esos tipos hacen a la financiación de la economía, encareciendo el crédito, empieza a notarse en distintos sectores, y es un factor que apunta también a una contracción económica, que mermaría beneficios y dañaría las cotizaciones. Otro factor que está poniendo muy nervioso a todo el mundo es el comportamiento de los títulos de deuda pública. Las rentabilidades de todos ellos están claramente al alza, con el bono estadounidense a diez años, la referencia global de este tipo de activos, rozando día sí y día también el 5%, un nivel altísimo. Ya saben que los tipos de los bonos se mueven en sentido inverso al del valor de ellos, por lo que una subida de tipos quiere decir que los bonos cotizan por debajo de su valor de emisión, y quienes los han comprado están en pérdidas. Que el Treasury americano dispare su cotización implica que el valor de los bonos está cayendo sin cesar en las carteras de medio mundo, que los tiene acumulados en fondos de inversión, pensiones, soberanos y de todo tipo. Esto implica pérdidas latentes en la valoración de esas carteras, que se si realizan supondrán pérdidas reales de capital invertido. No sólo el americano se devalúa, también lo hacen los europeos. El español a 10 años está en el 4%, nivel alto, menor que el del americano por cómo el BCE manipula el mercado para contenerlo, pero alto. Todo esto también implica que las nuevas emisiones de deuda que realizan los estados para financiar sus constantes déficits públicos cada vez son más caras. Se acabó el tiempo de los intereses casi nulos o negativos, en los que endeudarse era un chollo. Ahora la deuda sale cara, muy cara, y eso se irá notando en los presupuestos de todas las naciones, donde la partida de pagos de intereses de la deuda, que llevaba unos años contenida gracias a esos tipos anormalmente bajos, va a ir creciendo poco a poco, pero sin cesar. Nuestra amiga la prima de riesgo, escondida ella, se mantiene sin mucho movimiento en unos 110 puntos básicos, lo que quiere decir que si nuestro bono a 10 años renta un 4% el alemán lo hace al 2,9%, pero sin que esa prima se dispare el coste de la financiación ya ha crecido mucho por el incremento de los tipos nominales. Alemania ha pasado de ganar dinero endeudándose a pagar al 2,9%, lo que es una situación radicalmente distinta. Si el mercado de bonos se desestabiliza, y el ritmo al que está emitiendo EEUU contribuye a ello, es imposible que bolsas y el resto de mercados financieros no sufran vaivenes.
La gran pregunta es si, esta vez sí, la recesión llega. Hace un otoño, en el 2022, todos creíamos que sí, y nos equivocamos por completo, sin que las causas estén aún muy claras. Esta vez todo apunta a que esa recesión sí que puede presentarse, pero debemos ser cautos. EEUU sigue creciendo por encima de toda previsión mientras que en la UE países como el nuestro aguantan por el tirón turístico mientras que Alemania lleva un año entre recesivo y paralizado. Sí que parece que las fuerzas que frenan la economía empiezan a pesar más que las que empujan, con una China que no carbura, y globalmente podemos ir a un escenario de bajo crecimiento, en el que las recesiones en distintas economías sean factibles. ¿Cotiza eso ahora en las bolsas? Puede ser
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