Es un fastidio tener que hablar de la mezquina actualidad política nacional teniendo en cuenta la que está liada ahí fuera, y notarán que hago esfuerzos expresos para eludir nuestra particular miseria, pero bueno, dado que se ha hecho oficial lo que todo el mundo sabía, y que hasta que el portador de la verdad sanchista lo hizo era anatema pronunciarse en contra de lo que no existía, según rezaban las fuentes adyacentes al poder, pongamos ahora unas palabras negras sobre blanco para expresar mi rotunda oposición a una vergonzante amnistía cuyo único objetivo es conseguir los siete votos necesarios para la investidura. Sólo eso. Nada más que eso
En cierto modo la escena del sábado en el comité federal del PSOE tuvo algo de rubialesco ante la RFEF, eso sí, con mejores formar por parte del compareciente. En el nivel de zafiedad de la expresión Rubiales puso el listón tan alto que no es fácil llegar. Habló Sánchez, dijo lo que todo el mundo sabía, que la amnistía estaba hecha y la aprueba sin rechistar, porque de ella depende que siga siendo presidente, y el público que abarrotaba el salón donde se producía el acto se levantó y prorrumpió en aplausos instantáneos. Lo que hasta ayer se negaba sin cesar era una realidad ilusionante. Como en el caso rubialesco, todos los que que aplaudían dependían de quien hablaba. Sus cargos, sus egos, sus sueldos, sus privilegios, dependen de quien estaba subido en el estrado. Si le apoyan mantendrán su posición de privilegio y la opción de seguir ganando dinero sin trabajar, lo que es un aliciente importante a la hora de tomar cualquier decisión. A la vez que Sánchez hablaba, la sala de máquinas de propaganda de Moncloa estaba ya redactando los argumentarios que, a partir de ayer, todo cargo disciplinado que quiera seguir siéndolo, y cobrando por ello, debe repetir como un loro para justificar lo que hasta hace unos días no existía y hasta el 23 de julio por la tarde era impensable, ilegal e inconstitucional. Como yo soy de los pringados que piensan que esa amnistía sigue siendo impensable, ilegal e inconstitucional me seguiré oponiendo a ello como lo hacía el PSOE hasta el 23 de julio por la tarde, con la misma firmeza y los mismos argumentos. Son absolutamente válidos y no es necesario modificarlos en los más mínimo. Lo más patético del acto del sábado fue cuando Sánchez, de una manera virtual, se envolvió en patriotismo para justificar “por España” lo que no era sino una decisión de puro egoísmo personal. En esto poco se diferencia de los iluminados de Vox, que se envuelven en banderas rojigualdas para mantener un tinglado falaz que les permita seguir viviendo del cuento. No es cierto que la alternativa de un gobierno de progreso pase por la amnistía, de primeras porque ejecutarlo será propio de un gobierno reaccionario, sea cual sea el signo político en el que se quiera envolver. Lo único cierto es sólo un gobierno de Sánchez, en las condiciones actuales, es posible mediante la aprobación de una amnistía que rinda al estado y a todos sus ciudadanos frente a aquellos que cometieron las ilegalidades que precedieron y culminaron en el 1 de octubre de 2017. Y Sánchez sabe perfectamente que esto es así, y los que con él gobiernan también lo saben. Quizás sean capaces de engañar a algunos con la propaganda que van a empezar a desplegar a partir de hoy en todos los medios que tienen a su servicio (el poder es buen pagador) envolviendo en “concordia” lo que no es sino sumisión para alcanzar el poder. Y no será la amnistía lo único que Sánchez tenga que entregar para mantenerse en el gobierno, dado que su mayoría depende de la unanimidad de una montaña de partidos enfrentados unos con otros y con intereses contrapuestos. No se preocupen, todo lo ofrecerá, todo será capaz de dar con tal de mantenerse en el cargo. El coste lo pagará el conjunto de la nación, lo pagaremos todos, pero eso a Sánchez no le preocupa en lo más mínimo.
Que los políticos mienten es una obviedad, casi un silogismo. Pero el grado de mentira al que hemos llegado en estos tiempos es tan inmenso como repulsivo. Puigdemont representa a la derecha catalana más carca y es un golpista en comisión de servicios, con una idea supremacista de lo que representan los catalanes, los buenos, los suyos, los que a él le apoyan, frente al resto de catalanes y resto de españoles, personajes de segunda que sólo merecen su desprecio. Eso es lo que se nos venderá como progresismo, eso, por parte de un partido y unos medios que se dicen de izquierda. La vergüenza es tan alta como la infamia. Así son las cosas.
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