Hoy Leonor, la hija mayor de los reyes Felipe VI y Letizia, cumple 18 años. Alcanza la mayoría de edad y, como reza la Constitución, debe jurar cumplirla y hacerla cumplir en sesión extraordinaria ante las Cortes. A partir de hoy la heredera será directamente reina si Felipe VI es incapacitado, fallece o abdica, sin que haya regencia de ningún tipo. Es un paso trascendente para ella y un ritual del estado en el que se da mucho boato a una ceremonia importante, en la que los poderes de la nación se reúnen ante quien realmente debe mandar, que no es el Rey ni el presidente del gobierno, sino la propia Constitución y el parlamento.
Hay muchos que han criticado esta ceremonia porque supone una exaltación de la monarquía cuando, realmente, es todo lo contrario, es la representación más clara posible de la subordinación de la monarquía al texto legal supremo y ante los representantes de la soberanía nacional, los diputados y senadores elegidos en cortes. Felipe VI lo hizo y ahora lo hace su hija en una ceremonia que a todos los que sean funcionarios del estado les sonará un poco porque ellos también la han hecho, sin tanta cámara de televisión, pero con el mismo significado. El funcionario jura cumplir la constitución y las leyes que de ella se emanan, como también lo hace el presidente del gobierno y sus ministros. El cargo político es, por definición, temporal (a cuántos les gustaría que no fuera así) y el de funcionario resulta vitalicio, por lo que se puede decir que el Rey es una especie de funcionario, un empleado del estado. Cierto es que con características muy especiales, pero no tanto. Quienes hoy no asisten a la ceremonia de jura de Leonor lo hacen, dicen, para expresar sus convicciones republicanas, pero no deja de ser un absurdo que, cobrando de la institución en la que trabajan, no acudan a un acto que se celebra en dicha institución y que supone que el Rey, y hoy su heredera, se postran de manera legal ante los parlamentarios que allí se encuentren. Para un republicano convencido, que un Rey jure la norma legal de su nación ante él es lo más parecido al triunfo, que no puede lograr porque sociológicamente España no está por la labor de volver a una república. Vivir en la realidad que a uno le ha tocado vivir es una de las condenas que todos tenemos que sobrellevar en nuestro día a día, y cuanto más se tarda en aceptarlo más deprimente resulta la existencia. En España la monarquía fue refrendada en el referéndum constitucional, y una mayoría de la sociedad ve a la institución como útil, alejada del cada vez más enfangado ruido político, lo que le garantiza de momento la pervivencia en el tiempo. Es ese sentido de utilidad lo que permitirá a Felipe VI y, en el futuro a Leonor, mantenerse y alcanzar el trono respectivamente, y ellos son los que mejor lo saben. Han aprendido de los aciertos y errores cometidos por Juan Carlos, a quien probablemente la historia absuelva en el futuro, pero que ahora el día a día lastra por una actitud financiera y personal reprobable. En este sentido Felipe VI ha sido muy tajante en sus manifestaciones y comportamientos, y sabe que el listón de ejemplaridad que se le exige está muy por encima del que rige para los demás, y no digamos para los que más aceradamente le critican, que en tantas ocasiones muestran su falta absoluta de dignidad. Leonor también tiene esto bien aprendido, y conoce los riesgos de caer en tentaciones de todo tipo, especialmente las económicas, que nublan la mente de cualquiera. El caso Noos fue una prueba de fuego para la institución y la actual familia real optó por una decisión dura, que salvaguardase la institución por encima de otras consideraciones personales. Sabe el Rey y su heredera que tienen pocos amigos de verdad, que deben huir de los interesados que les puedan causar problemas, y que serán sus hechos los que les permitan mantenerse al frente de una institución que ha remontado en popularidad estos años y cuya vigencia se mantendrá si siguen, como hasta ahora, trabajando para el bien común de la nación.
¿Soy monárquico? Flojo, y por utilidad, como antes mencionaba. Los experimentos republicanos en España han salido fatal porque un poder republicano (y hay muchos tipos de repúblicas) exige un consenso social establecido sobre unos mínimos que en nuestro país no existen. Me gusta mucho el sistema norteamericano, pero uno ve cómo funcionan las copias a su imagen y semejanza en los países de América Latina y acaba espantado, o contempla los intentos de Trump por degenerarlo y sufre el miedo al poder desenfrenado. Leonor puede ser reina, el futuro es incierto en todo, y dependerá mucho más de ella misma y de Felipe VI que lo sea de lo que opinen quienes hoy no acuden a la ceremonia.
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