Apenas tengo recuerdos de cuándo me he quedado hasta las seis de la mañana de fiesta. Debió ser hace mucho tiempo, y en contadas ocasiones, seguramente. Vivo una vida en la que los sábados por la noche trato de alcanzar el reto de “Oli”, un compañero de trabajo, que afirmaba que un sábado en el que uno se acuesta antes de las 24 horas lo es perdido. Muchas semanas lucho para aguantar hasta esa hora, a sabiendas de que el desenfreno existe ahí fuera, pero ya no participo en él. Será la edad dirán algunos, o como soy, que nunca me ha llamado esa juerga descontrolada.
Lo cierto es que a esas horas cualquiera está en un estado algo comatoso, por lo que si se produce un accidente las consecuencias pueden ser dramáticas. A estas horas de la mañana no se ha cerrado aún el balance de la tragedia que acaeció ayer en un polígono de discotecas de Murcia ciudad. Son trece las víctimas mortales confirmadas y cinco, al parecer, los que permanecen desaparecidos sin que se tenga constancia segura de que estén entre los restos de los complejos de ocio. El incendio que se desató en uno de ellos ha arruinado por completo varios locales de grandes dimensiones, de esos que se alojan en naves industriales, aunque parece que todas las víctimas estaban en un mismo local, llamado “Teatro” y más concretamente en la planta superior del mismo. Quizás el incendio comenzase allí, o la salida de esa planta fuera más complicada que la de otros lugares de esa instalación, a saber. Lo cierto es que testigos que se han salvado pudieron escapar por la salida de la planta baja y cuentan que los de la alta no lo lograron. Las imágenes de los bomberos muestran la estructura del edificio convertida en un cascarón hueco, porque el fuego ha logrado derrumbar los forjados y ya no hay plantas separadas en el interior de lo que fue la discoteca. El trabajo de los servicios de emergencia y extinción de incendios está siendo duro y peligroso, las llamas fueron voraces y el destrozo interior tiene un enorme peligro para los que en él penetran. La recuperación de cuerpos de los fallecidos está siendo penosa, por las condiciones en las que han debido quedar, y las labores de identificación son muy lentas, siendo hasta el momento sólo tres las personas a las que se les puede poner nombre, rostro, historia. Familiares de los muchos que en la madrugada del sábado estaban de fiesta en la zona lleva un día entero de angustia, tratando de saber si los suyos están entre el listado macabro de víctimas de la tragedia. A medida que pasan las horas y los que pudieron salir indemnes del desastre han vuelto a casa son los que echan en falta a los suyos los que se temen las peores noticas, los que intuyen que la tarde del sábado pudo ser la última en la que vieron a hijos, amigos, primos…. Ponga usted aquí el parentesco o afiliación que desee. Una noche de juerga en un fin de semana de otoño de trazas veraniegas, que para muchos pasaría sin pena ni gloria, y para otros quizás llegase a tener un vínculo especial con su futura historia personal se ha convertido, para todos, en un momento que nunca podrán olvidad en sus vidas, en una tragedia absurda, sin ningún sentido, que ha llenado de horror a todos los que han tenido alguna relación con ese lugar. A lo largo de la semana iremos viendo rostros, me temo que juveniles, de los que ya no están, conoceremos algunos de sus planes, ideas de futuro, relaciones, qué querían hacer con sus vidas, y qué habían logrado. Una retahíla de proyectos, truncados de la manera más cruel y carente de sentido. Decenas, cientos de “por qué” se alzan ahora entre todos los murcianos sin que se pueda dar respuesta alguna. No la hay.
Hace ya una década, cuando se produjo la tragedia del Madrid Arena, que costó la vida a cinco chavales, resultaba insoportable la acumulación de vidas que se abrían a la madurez segadas, en aquel caso, por una sucesión de incompetencias e ilegalidades que pudieron ser previstas. Aquí está por ver qué papel ha jugado el azar, la ley, la negligencia o la mala suerte, pero el resultado es el mismo, futuros truncados que son muy crueles. Supongo que todos esos locales, ahora ruinas, serán demolidos en un futuro no muy lejano, y que quedará algún recuerdo memorial de lo sucedido. Pero el hueco para las preguntas sin respuesta seguirá dejando marca.
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