Hoy es el supermartes, el día en el que más estado de EEUU celebran sus primarias para escoger al candidato demócrata y republicano a la presidencia. Normalmente, cuando hay disputada en la elección, esta es la jornada en la que todo suele quedar bastante claro y el que emerge como ganador resulta ser el elegido por su partido para disputar la carrera presidencial. Esto se da, sobre todo, en el partido que aspira a llegar al poder, porque si uno de ellos presenta un candidato presidencial a la reelección las primarias se convierten en poco más que un largo proceso de refrendo del que ya es presidente y desea volver a serlo.
Este es el caso de los demócratas, que presentan a un mal candidato, Biden, pero que es presidente y resulta ser la única baza conocida en el partido que, al mantener el poder, garantiza la unidad y las posibilidades de enfrentarse con algo de esperanza al dictamen electoral de noviembre. Pese a que crecen las voces de que debe retirarse y no optar a un segundo mandato, Biden las ha desdeñado, por ahora, y se ha embarcado en las primarias de su partido, convertidas un mero acto administrativo que el presidente está usando para tratar de levantar la moral de las bases de su partido, que día tras día se enfrentan a encuestas que les auguran la derrota y chistes sin parar sobre la salud de quien ostenta el cargo presidencial. En el bando republicano las primarias son de verdad, pero tienen la misma emoción que en el lado demócrata. Trump está arrasando de una manera humillante, y deja a Haley, valiente como ella sola, arrinconada. La disidente sólo ha conseguido vencer en las primarias de Washington DC, ciudad de aplastante mayoría demócrata. En el resto de estados Trump gana por ventajas que empiezan en el orden de la veintena de puntos y de ahí para arriba, por lo que es bastante probable que, una vez terminada la jornada de hoy, el magnate tenga suficientes compromisarios para dar por hecha su elección en la convención veraniega del partido, acto de masas que supone la consagración del candidato para los meses de carrera electoral que vienen por delante. El proceso de elección republicano comenzó con una cuadrilla muy numerosa de aspirantes y la incomparecencia de Trump, en una muestra de desprecio hacia todos ellos. Tras los primeros comicios el listado de oponentes se fue reduciendo de manera rápida y al final sólo Haley ha seguido postulándose como rival, en una carrera condenada al fracaso pero que le ha otorgado una popularidad nacional de la que carecía y la impronta de candidata viable en un mundo post Trump, sea eso lo que sea. El proceso de primarias republicanas ha mostrado que el partido está totalmente partido en dos. Por un lado, un sector minoritario, el que ha apoyado a Haley, mantiene las esencias republicanas de toda la vida, una visión de la política de derecha dura, religiosa, liberalismo de mercado, patriotismo y, muy importante, respeto a la legalidad y las formas, lo que viene a ser el partido de Reagan, Bush Nixon y todos sus clásicos. La otra facción, la mayoritaria, ha derivado en un partido populista de corte pseudorevolucionario, cuya principal fijación es la de derrocar al poder establecido que le impide hacerse con el mando de la nación. El mejunje ideológico de esta masa es variopinto. Domina el derechismo duro y la visión religiosa, pero en economía es el proteccionismo y el dirigismo estatal lo que más manda, algo bastante opuesto al liberalismo clásico o de otro estilo. Son patriotas hasta el extremo, nacionalistas profundos con toques racistas propios de los que viven enarbolados en una bandera. Y por encima de todo, no son educados ni consideran a la ley como un freno a sus aspiraciones. Su caudillo, Trump, encarna plenamente esa mezcla extraña en la que el populismo grosero es el ingrediente fundamental y el resto es poco más que insultos, soflamas y declaraciones gruesas carentes de contenido. En cada una de las elecciones primarias republicanas la ira, la venganza y la negación de la derrota de 2020 han sido las grandes fuerzas movilizadoras de voto.
Con el proceso de primarias cerrado en la práctica, los dos candidatos deberán emplear parte de sus fuerzas en unir plenamente a sus bases y lanzar ya la campaña presidencial, con vistas a las convenciones de verano, creo que en julio la republicana y agosto la demócrata. Cada día de aquí al 5 de noviembre será escrutado de forma electoral por unos y otros, y los aciertos y errores se acumularán. Y también las sorpresas. Biden se presentará con 82 años mal llevados y Trump con 79. Son los candidatos más viejos de la historia y, si me permiten, de lo peor. A día de hoy la presidencia americana está en manos o del fracaso o del desastre, eso me parece el fondo de esta elección.
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