viernes, marzo 01, 2024

Navalny, su viuda y su madre

Cuando Joseba Pagazaurtundúa fue vilmente asesinado, con la complicidad de muchos, fueron su hermana Maite y su madre, Pilar Ruiz, las que se convirtieron en el estandarte de la familia y lideraron la revuelta de protesta ante la injusticia cometida. Ellas dejaron bien claro que no querían la presencia del PNV, cómplice del asesinato, en aquellos tiempos cariñosos socio del pacto de Estella, en sus funerales y demás ceremonias, y fue la madre Pilar la que dijo aquellas palabras a Patxi López, que haría cosas que les helarían la sangre, que se han mostrado cruelmente proféticas, ahora que como portavoz del PSOE la labor de López es blanquear a Bildu y alabar a los sediciosos catalanes como si en ello le fuera el sueldo. De hecho, le va.

En Rusia estamos viendo algo similar, sólo que allí el peso del poder asesino que elimina a los opositores es mucho más opresivo. Aquí es la viuda del político asesinado y su madre las que han dado la cara ante el mundo y son el símbolo inequívoco de la resistencia ante la mafia que domina el poder. La madre ha tenido el valor, directamente se puede usar el término “huevos” para ir a Rusia, a Siberia, al fin del mundo, hasta el presidio en el que su hijo ha estado recluido en los últimos meses, para exigir que le entreguen el cadáver de su hijo. Durante días y días el gobierno ruso ha sacado excusas de todo tipo para decir que el cuerpo del opositor no estaba disponible, en lo que todo el mundo ha supuesto que es el lapso de tiempo necesario para que los restos de lo que hayan hecho sobre el asesinado dejen de ser detectables en caso de que se le hubiera sometido a una autopsia fiable. Ante la cámara, con un fondo helador, la madre aparece sola, vestida de negro, menuda, con gafas, dirigiéndose directamente a Putin, sin miedo alguno una vez que su vástago ha sido segado, exigiendo al líder de la mafia que le dé el cuerpo de su hijo, en una escena que, sin el dramatismo de la composición, encarna plenamente el sentimiento de la escena de la “pietá” de María ante la cruz donde ha sido crucificado Jesús. El valor de esa mujer es mayor, infinitamente mayor, que el que poseemos cualquiera de nosotros. Algo similar se puede decir de la viuda. Al par de días de conocerse el asesinato de su marido, Yulia Navalnaya, apareció en un vídeo con un porte de lo más seria e imperial posible, en el que también se dirigía directamente a Putin. Le acusaba de ser el causante de la muerte de su marido, de haber dado la orden para que él desapareciera, der ser el responsable de esa y de otras muchas muertes que se suceden bajo la sombra de la dictadura del kremlin, y que nada en este mundo ni en otro será capaz de aliviar el dolor que ella sufre in de otorgar perdón a la crueldad que el dictador ejerce. En un reparto de papeles que parece ser acordado entre ellas, la madre ha querido estar junto al cuerpo de su hijo mientras que la viuda ha optado por recoger el estandarte opositor y convertirse en portavoz de lo que queda de sociedad libre en al atenazada Rusia. Varias son ya las intervenciones de Yulia en foros internacionales en los que su testimonio tiene el enorme valor del sufrimiento infringido por el mal y la capacidad resistir. El dolor y la ira de Yulia son parte de la fuerza que le permite seguir en pie y dar testimonio. En la comparecencia que ha tenido ante el parlamento europea Yulia ha dejado bien claro a los allí presentes que siguen siendo unos ingenuos, unos personajes que no son conscientes de la calse de sujeto que es Putin y del enemigo que puede llegar a ser. Yulia puede decir en primera persona lo que es sufrir el asesinato de uno de los suyos por parte del régimen, y conoce hasta qué punto durante años su marido, ella y todos los cercanos han sido cercados por la mafia putinesca. Los europarlamentarios, y el resto de europeos, a pesar de todo ello, seguimos viviendo en un mundo de fantasías, negándonos a asumir que el asesino que rige el kremlin nos busca y, en la medida que pueda, acabará con nosotros.

Ese mismo sujeto, Putin, que está a pocas semanas de volver a ganar unas amañadas elecciones presidenciales, realizó ayer un acto oficial en Moscú ante una recua de oligarcas, poderosos y demás prohombres de la sociedad rusa, en lo que se puede ver como una reunión oficial del clan mafioso. Ante un auditorio repleto, con una parafernalia autoritaria que no ofrecía duda alguna, Putin desgranó los objetivos del nuevo mandato que va a revalidar en breve, y la victoria ante la decadencia occidental está entre ellos. En medio de amenazas nucleares y miradas sucias, ayer en Moscú un enemigo nos miró a la cara. ¿Vamos a espabilar de una vez o no?

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