Negociar con Sánchez es bastante sencillo, ya que lo único que le importa es su propia posición de poder, todo lo demás es prescindible, no hay nada que no pueda ser sacrificado. Su fábrica de falsas líneas rojas produce límites sin cesar que son puestos como infranqueables para, a los pocos días o semanas, convertirse en manchas diluidas por la lluvia que son arrastradas a la alcantarilla de la memoria, para olvidarse para siempre. Así, el proceso se repite sin cesar, hasta que el que está en frente consigue todo lo que quiere y Sánchez, necesitado de su apoyo, le da todo lo que haga falta. El que sea legal o no, simplemente, no importa. Es irrelevante. Para él.
En esto de la infame amnistía el proceso ha sido de libro, todo un manual de resistencia sanchista en la práctica, con el coste que eso supone para la legalidad, honestidad e igualdad de los españoles ante la ley, que quedará inevitablemente mancillada para siempre. Sánchez negó una y mil veces que fuera a conceder algo al sedicioso Puigdemont, recordemos que miembro preclaro de la derecha extrema independentista catalana. Tras los resultados de las elecciones de julio del año pasado, los siete escaños de Puigdemont decidían la posibilidad de que Sánchez siguiera en la Moncloa o no, y sospecho que esa misma noche, en unos pocos minutos, decidió que la amnistía estaba hecha, o lo que quisiera el prófugo, con tal de que él se mantuviera en el poder. A lo largo de estos meses hemos visto primero la teatralización del proceso, todo bien untado con dinero público para que algunos opinadores y los medios afines al sanchismo, que le necesitan para seguir recibiendo subvenciones y no quebrar, vendan la película de que todo es un proceso inevitable para encontrar la reconciliación, que todo es progresista y un montón de basura argumental equivalente, que tiene su público, pero que no deja de ser mentira por mucho que se repita. Con el avance de los meses, la amnistía, impensable, se convirtió en inevitable, y a medida que se iba construyendo la aberración jurídica que le iba a dar soporte se le empezaban a poner parches de uno y otro tipo porque el sedicioso jefe no se veía lo suficientemente cubierto. En un proceso patético de sometimiento al dictado de un sujeto repulsivo, Sánchez ha ido entregando, por capítulos, todo lo que el fugado le ha ido pidiendo, y los que apoyan a Sánchez se han ido ganando el sueldo a base de tragarse sus palabras cada dos semanas, porque lo que era impensable se convertía en obvio, en lo que jamás se iba a transigir se transformaba en un mero obstáculo técnico que se podía salvar con unas conversaciones en Waterloo, y todo así. Con el paso del tiempo opinadores, presuntos periodistas, intelectuales necesitados de ingresos para seguir viviendo, progresistas de guardia que están a la que salta y demás miembros del departamento de agitación y propaganda al servicio de Moncloa han ido cayendo en un ridículo cada vez más profundo a medida que su jefe, el que les ordena y paga, iba desdiciéndose en sus afirmaciones para ceder, ceder, ceder y ceder. Hace tiempo que la ley y los principios generales del derecho quedaron arrumbados por necesidades del sanchismo, pero sospecho que una hipoteca pendiente de pago es más acuciante para el servil que loa la última deriva del líder que la coherencia de pensamiento y la norma escrita consagrada como ley que no debe ser violada. Cuando no hay escrúpulo alguno a la hora de conservar el poder todo se puede convertir en obstáculos que se han de franquear como sea, y una vez que esa carrera empieza no termina, nada es susceptible de no ser hecho si con ello se garantiza que el mayor egoísta conocido ahora mismo en España pueda seguir durmiendo cada noche creyéndose presidente del gobierno. Lo es formal y legalmente. En lo moral, es un ejemplo de lo despreciable que podemos llegar a ser los humanos cuando las ambiciones nos ciegan. Todos podemos caer en ello. Sánchez parece regodearse en la inmundicia que ha creado.
Salvo gran sorpresa, que ojalá se produzca, pero no espero, por incomparecencia de la decencia en las filas de lo que en el pasado se llamó socialismo, la amnistía saldrá aprobada, y el sedicioso y su panda de traidores se reirán a la cara de todos nosotros, empezando por los pusilánimes que se lo han permitido. Como sucede habitualmente en la historia de España, los ciudadanos de a pie, pobres, están a merced de sujetos patibularios que les gobiernan de manera injusta, egoísta y únicamente centrada en su enriquecimiento personal y loa pública. Somos una nación de personas traicionadas, que, con lógica, cuando pueden, la abandonan en busca de otros lugares más honestos y justos.
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