Por una vez, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, estuvo espabilado y también felicitó a Putin por su victoria electoral a principios del fin de semana, para que esperar a un recuento que iba a dar un resultado arrollador. No ha habido muchas incidencias en las elecciones rusas, más allá de algunos gestos de protestas protagonizados por valientes cuyos familiares tardarán mucho en volver a ver. Urnas manchadas e, incluso, alguna quemada, pero poco más. Se produjeron concentraciones de votantes ayer al mediodía frente a los colegios, como reclamaba la oposición, pero nada que haya alterado en exceso la jornada en el país.
Putin debe estar decepcionado, no ha llegado al 90% de los votos, pero se ha quedado cerca. Un 88% de los sufragios escrutados han sido para su candidatura que, a medida que se perpetúa en el poder, obtiene un mayor refrendo popular. La eficacia del Kremlin a la hora de amañar las elecciones empieza a ser ya digna de profesionales, y es casi seguro que, dentro de seis años, si sigue vivo, Putin se volverá a presentar y sacará más del 90%, es su próximo reto. A sus 71 años se ve aún joven y con ganas, sobre todo si se compara con los aspirantes a la victoria electoral en EEUU. Tras conocerse los primeros resultados escrutados Putin compareció ante la prensa internacional en una rueda de prensa en la que él era el único protagonista, daba el paso a los entrevistadores, los señalaba para que mantuvieran los turnos de pregunta y, en general, daba la imagen de lo que es, el dueño y señor de la situación. No es que le preocupe mucho la legitimidad de su poder, porque para eso podía arriesgarse a unos comicios en los que hubiera rivales de verdad, pero ayer se le veía especialmente satisfecho por el enorme “respaldo popular” cosechado y por la victoria conseguida. Se mostraba altanero, confiado, dejando escapar de vez en cuando una sonrisita de esas que hielan la escena en la que se producen. Qué gran personaje han perdido los guionistas de cine para encarnar el papel de malo, qué desgracia tenemos que sea una persona real y con un enorme poder. De lo poco que puede entender de su comparecencia, en ruso y doblada en un inglés apresurado, Putin se mostró combativo y fuerte. Además de dar las gracias al pueblo ruso por el apoyo que había recibido, el mensaje central era que Rusia es un actor poderoso, alguien a quien no se le puede despreciar, un poder constituido en el mundo y que como tal actuará, defendiendo sus intereses. Dio por sentado que no habrá aun tregua en Ucrania en los próximos meses, porque no tendría mucho sentido rebajar la intensidad de los ataques ahora que el enemigo empieza a quedarse sin munición, me pareció entender, así que esa “operación militar especial” sigue en marcha y, tras el resultado de las urnas, es bastante probable que se intensifique, tanto en los ataques a distancia como los que estamos viendo estas semanas como por tierra, con una nueva ofensiva militar para la que no es descartable una nueva movilización de tropas. Tras los resultados, Putin se siente respaldado por la sociedad rusa para hacer lo que le venga en gana en el frente ucraniano y en todos los demás asuntos que le parezcan relevantes, y es probable que la tendencia que vemos en su poder de profundizar en el discurso nacionalista, identitario y mesiánico se agudice. La ofensiva de Putin contra occidente va en serio, no sólo porque nos considera un rival económico y geopolítico, sino porque, sobre todo, nos ve como algo inferior, como débiles, como una sociedad decadente, dividida, llena de disputas, sometida a las ideas gays, carente de fe religioso, no sometida a Dios, incapaz de ejercer la fuerza para la mera supervivencia. Si flaqueamos en la ayuda a Ucrania y le permitimos ganar la guerra, le estaremos dando parte de razón.
Ayer escuché a un analista decir que la Rusia de Putin ya ha transitado la mayor parte del camino que va del autoritarismo al totalitarismo, y es verdad. A lo largo de este mandado de seis años Putin superará a Stalin en el tiempo al frente del estado ruso, y sólo se podrá comparar ya con zares del siglo XVIII y similares. Todo lo que haga desde su posición de poder supondrá una amenaza, mayor o menor, para Europa, nuestra economía y nuestro modo de vida. No está sólo en su visión violenta del mundo, y puede que para finales de año tenga un socio fiable en Washington. Ayer el capullo Vladimiro tenía motivos para festejar, lo que es algo que nos debe preocupar, y mucho.
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