lunes, marzo 25, 2024

Masacre terrorista en Moscú

En los vídeos que empezaron a circular el viernes por la tarde noche, poco recomendables dada su dureza, las tomas las realizan los que están dentro del Crocus City Hall, el pabellón multiusos donde se produce el ataque. La mayoría de las imágenes se captan desde la zona cercana a la entrada, un gran vestíbulo acristalado con escaleras mecánicas, con estilo de centro comercial moderno, donde los terroristas no dudan en acribillar a todos los que encuentran. Los cristales que rodean el acceso saltan en pedazos a la vez que se ve a personas que tratan de huir, pero, bajo ráfagas de disparos, caen y se amontonan unas sobre otras.

El segundo grupo de vídeos muestra el interior del auditorio del centro, una enorme sala semicircular con capacidad para varios miles de personas, donde se iba a celebrar un concierto de rock. El aforo parece parcialmente desalojado, pero la imagen es engañosa porque, al igual que el cámara que toma las imágenes, muchos otros asistentes se encuentran agachados, buscando que la fila de asientos que está delante de ellos les haga de parapeto ante lo que parece ser un grupo de personas que disparan. En efecto, vemos sobre el primer graderío a dos o tres terroristas con armas automáticas que no dudan en disparar a lo que ven, creando mucho más caos y pánico del que usted pueda ser capaz de imaginar. Las tomas son bastante estáticas, desde el refugio en el que el que las está captando trata de protegerse. Viendo esas escenas uno ya podía imaginarse la magnitud de lo que estaba sucediendo, pero luego nos enteramos de que se produjo el incendio del local, obra también de los terroristas, y que las llamas acabaron por consumir gran parte de la estructura del edificio, arrasando por completo el auditorio y convirtiéndolo en una absoluta ruina, con el techo derrumbado y precipitado en forma de vigas rotas sobre escenario y plateas. Las escenas de los bomberos al día siguiente muestran la sala, donde hace falta imaginación para situarse y pensar que corresponde al mismo escenario que vimos en los vídeos pasados, con un enorme boquete en el techo, desde el que se puede ver el cielo gris de un Moscú atacado. Policías y bomberos trabajan conjuntamente tratando de separar amasijos de hierro, para permitir el acceso a todas las zonas que han quedado en pie de la estructura en busca de posibles víctimas. El balance de la noche del viernes, una cuarentena de muertos, envejece rápidamente a lo largo del sábado, superándose con creces el centenar, y con varios cientos de heridos de diversa consideración. El exterior del recinto, un lugar similar al BEC de Barakaldo o al IFEMA de Madrid, se ve lleno de equipos de seguridad, asistencias sanitarias y policías, que intentan empezar a recopilar pruebas de lo sucedido, mientras en todo el país comienza una operación de caza a los terroristas que han perpetrado semejante barbarie. Las condenas internacionales a lo sucedido se agolpan unas sobre otras, así como los comunicados de reivindicación del maldito estado islámico en su rama del Jorasán, ISIS-K en siglas anglosajonas, y de hecho los islamistas difunden algunos vídeos tomados por los propios atacantes desde cámaras que portan con ellos, con el objeto de documentar sus atrocidades. Los dos escenarios comentados se repiten, pero esta vez no desde la perspectiva de los aterrados ciudadanos indefensos, sino desde la de los que los buscan para cazarlos. Las imágenes tiemblan y tienen poca definición, pero no otorgan duda alguna sobre lo que está pasando y añaden un toque de crueldad aún mayor si cabe a lo que vimos el día anterior. Personas orgullosas de asesinar en masa se graban con el anhelo de pasar a la posteridad por su acción, como esos psicópatas que atacan los colegios norteamericanos, atiborrados de armas y tecnología. Allí es una rabia escondida o el deseo de venganza personal, aquí es el fanatismo religioso y, también, la venganza contra Rusia por sus acciones en Siria y Afganistán. En el fondo es lo mismo, odio descarnado, sin límite, sin piedad alguna, buscando causar el mayor daño posible.

La sociedad rusa, conmocionada, vive el luto de un atentado de crueldad masiva, y su gobierno, noqueado, ve como sus servicios de seguridad no han podido evitarlo, a pesar de contar con información occidental que avisaba de la posibilidad de que algo así sucediera. A menos de una semana de la reelección aplastante de Putin como presidente del país, el dolor de los moscovitas será usado por el dictador en su beneficio, y ya pone un ojo en Ucrania como culpable de un acto vil del que el gobierno de Zelensky no tiene responsabilidad alguna. Días de lloros en Moscú, preludios de más días tristes en el este, de feos días de venganza alentada desde el kremlin.

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