Respiramos de veinte a treinta veces al minuto en reposo, de manera imperceptible, autónoma, sin darnos cuenta, pero sin cesar. Es la función vital más urgente y necesaria del cuerpo, y en parte sí podemos controlarla de manera consciente. Si queremos, dejamos de hacerlo, y a los pocos segundos la incomodidad nos llega, sin saber muy bien cómo, pero de todas partes. Dejamos de jugar y el vacío que empezaba a producirse se ve cubierto nuevamente de aire y todo regresa a la normalidad. Volvemos a olvidar la respiración y hacemos lo que sea sin reparar en que el aire no se queda quieto en ningún momento del resto de nuestra vida.
Para la familia AA JJAA era algo similar a ese aire que no se percibe pero que está. El mayor de sus hermanos, soltero, sin una prole asociada, era el más reservado y tranquilo de todos ellos. Sin la afición al deporte que parece ser marca de la casa en la familia, centrado en su vida de trabajo y en algunas aficiones que pasaban casi siempre por una posición estática y sentada, JJAA era una presencia constante en su familia y en la empresa común, pero para nada dado a llamar la atención. Las veces que hablé con él encontré a alguien bastante distinto al resto de los hermanos, más reservado, introspectivo, amante de lo que leía y con ganas de saber cómo era el mundo que le rodeaba. Poseía una curiosidad que, si el resto de la familia la ha volcado en gran parte a través del trabajo diario, él la centraba en cuestiones bastante más teóricas, como lo relacionado con la física y los descubrimientos en el campo de la cuántica, que son mundos en los que la lógica a la que acostumbramos a agarrarnos nos abandona, y como ese aire que mencionaba, sentimos malestar por su falta. Generoso y atento con sus sobrinos, era el respaldo de la madre, a la que acompañaba y cuidaba con mimo, pasando muchas horas con ella, a veces centrado en sus cosas, pero siempre dispuesto para que cualquier cosa que le pudiera surgir le fuera satisfecha. Era amante de la mesa, en esto sí que compartía afición con todos los suyos, y si me apuran, con el estereotipo vasco que tanto se vende, y degustaba de una manera muy propia, tan silenciosa como constante. De cuerpo generoso, el no hacer deporte le distinguía del resto y le otorgaba una figura nada atlética, en un grupo humano en el que el que no corre escala, o navega sobre las olas del mar o pedalea hasta la extenuación o hace cualquier otro tipo de ejercicio lleno de esfuerzo y, sí, también, riesgo. Veía JJAA los distintos esfuerzos de sus hermanos y cómo se enorgullecían de ello, y lo contemplaba desde la relativa distancia de la incomprensión en la que vivimos los que, como él, no damos al deporte y a sus gestas el valor que les otorgan quienes por ellas luchan. A veces le entraba la risa cuando alguno de sus hermanos empezaba a picarse con otro de ellos o con un allegado sobre si la marca que alcanzaron al subir determinada cumbre ya la habían mejorado o no era posible, o si la ola que pillaron era la más grande y la que el viento permitía superar con la tabla y vela de la mejor de las maneras posibles. En esos momentos su cara de escepticismo era casi tan auténtica como la mía, pensando en lo locos que estaban todos y lo cómodo que vivía él ajeno a semejantes esfuerzos. En eso nos parecíamos bastante, vivíamos más de lo que surge en el interior de lo que se logra con el esfuerzo físico. Era la excepción. En el trabajo, por lo que se, profesional y centrado, era de los creadores de la empresa y su papel, como él mismo, era interno, más bien reservado, pero necesario e importante como el que más. Comenzó la aventura empresarial desde el principio, con el resto, y pese a ser el mayo nunca ejerció de jefe. Parte del éxito del negocio a él se debe, como al resto de la familia.
Tanto verbo utilizado en pasado indica que JJAA ya no está. Desde finales de enero, cuando su corazón dijo basta de una manera tan brutal como repentina, vivía de prestado, gracias a la tecnología más moderna, que no mecaniza titanio, pero es capaz de mantener venas abiertas y fluidos vitales en circulación. Siempre con la esperanza de poder recuperarse, siempre con el temor de que la vida se extinguiera, JJAA se fue el pasado viernes de este mundo y deja un recuerdo inolvidable entre los suyos. El mayor de los AA ya no está, corresponde al resto de su amplia familia mantener su tributo y recordarle como era, a través del trabajo bien hecho. Un final demasiado anticipado para una vida que deseaba tanto por conocer, y ya no podrá. DEP
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